lunes, 17 de junio de 2013

La expedición del 'sabio' Constaín

Entrevista a una de los más destacados intelectuales de Colombia, quien con igual facilidad  se desenvuelve en el mundo de las letras o en el de los 22 hombres que corren frenéticos tras un balón en esa cosa que llaman fútbol.
 
 

“Soy un lector entusiasta que aspira a compartir su pasión”, manifiesta Juan Esteban Constaín Croce y con estas palabras da por cerrado el seminario impartido a una veintena de profesores de la UNAB en Bucaramanga.

Durante dos días, este “joven, sabio e irreverente” -como lo calificó Margarita Vidal en la revista Credencial de mayo-, en lugar de adormecer a sus alumnos con estériles retahílas lingüísticas sobre semas, sememas y lexemas, lo que hizo fue contagiarlos de su pasión y dedicación por la lectura y la escritura citando para ello a autores como el español Arturo Pérez Reverte -número uno en ventas con la saga del Capitán Alatriste- o al mismísimo don Miguel de Cervantes Saavedra.

Incluso se atrevió, sin importarle que alguno de los asistentes pudiera sonrojarse, a leer esa pieza magistral publicada en la revista El Malpensante bajo el título “Cursillo de orientación ideológica para García Márquez”, en la que Fernando Vallejo le lanza puya tras puya al Nobel de Aracataca, burlándose de su estilo literario y de su vida palaciega, y de paso relatando apartes de sus batallas eróticas -las de Vallejo-, encima y debajo de un joven de ébano en un hotel cinco estrellas de La Habana de Fidel y Raúl Castro.

Juan Esteban Constaín, nacido en la villa de Popayán hace casi 34 años, es esa especie de enfant terrible, de espíritu chocarrero que ‘no respeta pinta’, que de cada palabra conoce su etimología, uso y pronunciación, que se nota que ha ‘comido’ libro, que tiene la cita precisa de cada novela o ensayo, y que fuera de eso se mueve como pez en el agua a la hora de hablar en latín, griego, francés, italiano, alemán, inglés y español, entre otras lenguas que para él no son más que un juguete divertido.

Autor de las novelas históricas “El naufragio del Imperio” y “¡Calcio!”, así como del libro de cuentos “Los mártires”, este docente caucano de la Universidad del Rosario será uno de los invitados centrales de Ulibro de la UNAB del 26 al 31 de agosto próximo.

Sin dejar de agitar sus manos y sonreír, este columnista del diario El Tiempo atendió la entrevista, tratando de ignorar al menos por un momento el androide y el computador de los que no ha podido alejarse, en una dependencia casi tan evidente como la que tiene con la Coca-Cola, que lo acelera como si se tratara de combustible para cohetes, y de la guitarra cuando de su alma se apoderan Eric Clapton o los Rollings Stones.
 
 

Le pregunté recientemente a Fernando Quiroz, editorialista de El Tiempo y autor de “Justos por pecadores”, cuál es el columnista que más admira y sin pensarlo dos veces me dijo: “Constaín es sencillamente brillante”, y ahora la revista Credencial le da portada. ¿Después de eso el clímax?

¡No! Esa portada es fruto de la generosidad de la directora, que es María Isabel Rueda, y de la entrevistadora Margarita Vidal, que quisieron tener ese gesto de amabilidad conmigo y pues yo me sentí muy honrado, pero más que el clímax es como el compromiso ahora sí de hacerle justicia a lo que dicen allí porque yo por supuesto no lo creo, aunque me honre mucho. Lo único que yo pedí fue salir con mi guitarra, para no salir con la mano en mi mentón como pensador al que le cabe el país en la cabeza. Ya lo demás pues es un delirio un poco, pero yo vivo agradecido de eso.

(Suena el teléfono y le dice a don Leonardo que más tarde lo llama)

¿Con su estilo ‘constainista’ que le permite ver con beneplácito los emoticones que utilizan los muchachos de ahora para ahorrarse las palabras, usted viene siendo un polo opuesto al Nobel de Literatura peruano Mario Vargas Llosa, cuando critica la actual cultura del espectáculo y las tendencias modernistas?

No sería tan pretencioso y soberbio de sentirme el polo opuesto de Vargas Llosa, que es un maestro y que es un novelista al que admiro, pero a mí me parece que como pensador pues él es muy limitado, y en el libro ese de ‘La civilización del espectáculo’, si no me equivoco en el título, hay una postura nostálgica y conservadura frente a las posibilidades que ofrecen la tecnología y las nuevas tecnologías digitales y de los computadores, incluso para reivindicar la erudición y la alta cultura. Entonces quejarse de Internet y maldecir pues de todo lo que está pasando es a veces torpe y por lo general inútil porque las nuevas realidades son abrumadoras, no podemos combatir en su contra, y lo más importante de todo, cada uno de esos dispositivos tecnológicos no tiene un uso distinto del que le dé su usuario. Entonces una persona que quiera ser muy ilustrada y muy culta, con Internet tiene muchas más opciones que sin él. De manera que criticarlo con dureza en nombre de la alta cultura es injusto, porque también Internet contribuye al asentamiento de la alta cultura.

Tanta ‘carreta’ de su parte para estudiantes que poco o nada leen y menos o nada escriben, ¿es como vender estuches para escalera en el desierto del Sahara?

Un poco sí, aunque uno siempre tiene la esperanza de que esa prédica en el desierto deje por lo menos un buen fruto, y cuando algún alumno mío después de los años me agradece porque gracias a una clase mía leyó a (Louis-Ferdinand) Céline o a (Henry de) Montherlant, pues yo me siento ya satisfecho con esa labor tan ingrata de echar ‘carreta’ sin que nadie lo oiga, porque algo de eso queda. Entonces con que uno o dos alumnos en diez años lean un buen libro o se acuerden de algo que uno dijo en clase, ya puede darse por bien servido.
 
 

¿Un Constaín intelectual que sin embargo es fanático del fútbol, es como un Jorge Luis Borges visitando en casa de gobierno al criminal argentino Rafael Videla?

No, no, no, para nada. Primero yo visitaría a un jugador de fútbol pero no a un dictador, pero yo estoy seguro de que Borges tuvo ese gesto con el solo propósito de mortificar a los progresistas y a la Academia Sueca, y para justificar lo que él sabía que ya era un destino y es que no le iban a dar el Premio Nobel con el que albergó esperanzas buena parte de su vida y luego se fue amargando y luego se fue resignando, y ya cuando sabía que no se lo iban a dar pues tuvo ese gesto como para demostrar que le importaba muy poco que le dieran o no el Nobel. Pero Borges odiaba el fútbol y creo que eso tiene que ver con el hecho de que fuera ciego; es decir, su odio por el fútbol seguramente se explica en que él no lo podía ver y lo consideraba el opio del pueblo, pero a mí el fútbol me encanta y me gusta mucho más que los libros y que la literatura y que el latín, entonces es más bien un tributo a una pasión muy superior a la literatura.

Y ahora que su equipo, el Boca Juniors está tan de colero, ¿a cuál piensa pegársele?

No, yo soy hincha de Boca en las buenas y en las malas, y pues es sin lugar a dudas el equipo más grande de América y del mundo, y pues como todos los equipos grandes tiene malas rachas, porque además nosotros privilegiamos siempre la Copa Libertadores sobre el campeonato, entonces eso explica nuestro lugar en la tabla de posiciones del campeonato argentino con la satisfacción eso sí de que Boca pues no va a la cuerda floja como le pasó a River (Plate), que es un equipo -para quien no sepa- de la segunda división del fútbol argentino recientemente ascendido. No, ¡yo siempre voy con Boca!

El Boca que cuando pierde la final de la Copa Libertadores frente al Once Caldas se le olvida que también hay medallas para los segundones y abandona soberbio el terreno de juego…

¡Es que Boca nunca es segundo! (sonríe). Con toda la razón se le olvida que hay medallas para los segundos, porque como está acostumbrado a ser siempre primero, era una omisión muy explicable.

¿Pekermanista o piensa que con ‘Bolillo’ Gómez a la selección Colombia le estaría yendo aún mejor?

No, pekermanista. Incluso en su momento cuando recién nombraron a (José Néstor) Pékerman, que me encantaba desde su trabajo con las divisiones menores argentinas y luego con la selección de mayores de Argentina yo les decía a unos amigos que era el mejor técnico de América y que a Colombia le iba a ir muy bien con él porque es un tipo serísimo, disciplinado, con una inteligencia táctica que pocos tienen. Entonces soy pekermanista y creo que la selección es muy buena. Recuerdo que la novela de “¡Calcio!” la presentó en Perú el técnico del Perú, (Sergio Apraham) Markarián, y dijo en esa presentación que Colombia era el equipo más fuerte de las eliminatorias, y en ese momento pareció como una especie de equivocación porque estábamos todavía con Leonel Álvarez y Colombia le ganó a Bolivia y después perdió con Argentina y también con Venezuela -si no estoy mal-, y empezó la mala racha y entonces todo el mundo pensaba que no, pero yo soy fanático de Pékerman.
 
 

En Credencial afirman que usted ama al dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado (hijo de Laureno Gómez). ¿También ama al procurador Alejandro Ordóñez?

¡No!, al revés.

Además aseguran que usted es católico.

Sí, eso sí, yo soy católico pero soy católico a la manera de Nicolás Gómez Dávila que era como un pagano que cree en Cristo, entonces odio el fanatismo en todas sus formas y mi admiración por Álvaro Gómez tiene que ver con sus libros, con su pensamiento, pero no es una adhesión de partido y no se extiende a sus admiradores ni a sus seguidores, y en realidad no profeso pues ningún sentimiento en particular por nadie en la Procuraduría.

¿Ni a favor ni en contra?

Digamos que a mí me parece que para bien o para mal, y yo creo que para bien, el Estado colombiano es un estado laico desde la Constitución del 91 y creo que todos los funcionarios del Estado colombiano tienen que  asumir los valores de la Constitución con todo lo que ello significa, entonces meterle a la función pública el sesgo religioso me parece que está mal y que eso genera unos conflictos que tienen mucho más que ver con el proselitismo que con el servicio público, entonces aunque en realidad pues yo trato de no polemizar y la política me aburre mucho pero son muy pocos, por no decir que ninguno, los políticos colombianos que me simpatizan.

Fernando Vallejo no habla maravillas de García Márquez y cuestiona por ejemplo la sintaxis, la fórmula mágica del realismo mágico y la ‘prosa cocinera’ del Nobel, pero en cambio usted sí lo defiende a capa y espada. ¿Quién está loco: Vallejo o usted?

Bueno, probablemente ambos. Vallejo es un maestro, es un gran prosista y un gran escritor, pero también se sabe que él tiene un personaje público con el que fustiga sin contemplación a los blancos que se le van atravesando y pues siempre ha criticado a García Márquez pero me parece que con argumentos que tienen que ver con la gramática y la sintaxis y la morfología, que en realidad no son suficientes como para desvirtuar la maestría de García Márquez. Entonces pues cada quien tiene derecho a decir lo que quiera de lo que quiera y de quien quiera, y Vallejo pues tiene mucha autoridad para sus opiniones literarias. Pero lo otro es que Vallejo según me han dicho quienes lo conocen -yo lo vi no más una vez en mi vida y me pareció un ser humano dulce, amabilísimo-, Vallejo creo que no lee literatura desde hace cincuenta años, que no ha leído nada y que opina muchas veces de oídas y con un conocimiento fragmentario de los textos, pero ni las opiniones de Vallejo desvirtúan la maestría de García Márquez y ni siquiera desvirtúan la maestría de Vallejo. Es un gran escritor y para Colombia es una fortuna que los dos sean colombianos aunque ambos en una coincidencia macabra del destino sean también mexicanos y lleven allá más tiempo que lo que han vivido acá.
 
 

Cuando con tanta versatilidad usted pasa del Siglo de Oro español a sir Arthur Conan Doyle -creador del detective Sherlock Holmes- y James Joyce (“Ulises”), devolviéndose con fluidez a William Shakespeare (“La fierecilla domada”), ¿se siente la versión masculina de la señora Diana Uribe, que habla de todos los temas en Caracol Radio?

Pues no porque creo que Diana Uribe es mucho más culta, mucho más elocuente, y que ella sí tiene autoridad para hablar de todos los temas; yo en cambio pues soy un especulador, pero presiento cierta… como un aire de desprecio en su pregunta hacia Diana Uribe que me parece injusto porque aunque yo no la oiga, creo que la labor social que ella cumple es muy importante porque acerca a la gente a la historia, así no sea rigurosa y así a los académicos y a los serios les parezca repugnante, a mí me parece en cambio que una persona que sea capaz de maravillar a la gente de esa forma con la historia y de llevarla a esos temas es digna de toda mi admiración, entonces ya quisiera yo ser como la señora Diana que habla de esos temas de esa manera.

Hace un par de año el escritor mexicano Carlos Monsiváis visitó estas tierras y dijo: “Venir a Bucaramanga y después morir” (Lo cual algunos se lo tomaron a pecho). ¿Constaín qué diría después de esta experiencia?

Venir a Bucaramanga y después volver, porque me encanta.

En este boom de la literatura colombiana con tantas figuras, casi comparable con la denominada ’nueva era’ vallenata, ¿descarta a alguien o piensa que todos los jóvenes escritores son maravillosos?

Creo que Peter Manjarrés es muy bueno, creo que Silvestre Dangond es muy bueno… Todo el que tenga el atrevimiento y la valentía de hacer algo pues merece su lugar y lo bueno en el mercado de hoy es que hay espacio para todo el mundo y uno como parte no puede juzgar quién vale y quién no vale, porque igual de eso se va a encargar el tiempo que es un cernidor implacable, entonces en sesenta años nadie va a acordarse de quiénes eran los escritores jóvenes en la Colombia del 2012 o del 2013, y lo importante es que cada uno pues haga una obra, son registros distintos. A mí me encanta Ricardo Silva Romero, me gusta Antonio García, me encanta Enrique Serrano, Juan Sebastián Cárdenas, hay muchos escritores en la provincia que son excepcionales y que no figuran tanto… El boom vallenato y literario merece larga vida.

Les decía usted a los profesores de la UNAB que “leer es lo más peligroso que hay porque genera gente inquieta”. ¿Aún si le gente no lee más que El Tiempo?

Claro, el periódico El Tiempo en el que con gran orgullo trabajo yo, tiene una particularidad y es que es como decía su viejo director Hernando Santos un piano de cola que se puede caer en cualquier momento sobre el país y tiene una responsabilidad histórica que la gente de afuera casi nunca entiende porque lo consideran como un instrumento del poder y del gobierno, pero el  El Tiempo tiene escritores y periodistas de primera que hacen el esfuerzo como de sacar un buen periódico. Todos los medios están sometidos a los intereses de sus propietarios, pero aún si alguien lee El Tiempo, aún si alguien lee con juicio las instrucciones de un electrodoméstico puede llegar a albergar profundas dudas e inquietudes frente a las cosas, entonces leer El Tiempo, las instrucciones de un electrodoméstico o “La divina comedia”, sigue siendo un acto subversivo y peligrosísimo.

¿Qué libro no puede dejar de leer alguien que pase por este planeta?

Yo creo que toda la saga de Tintín (del belga Georges Remi Hergé). Si uno viene al mundo, leer a Tintín es una de las justificaciones de haber venido acá. Ya con eso se puede ir tranquilo, lo demás es prescindible, pero Tintín no. El “Ulises” de Joyce, “En busca del tiempo perdido”, “El hombre sin atributos”, “La montaña mágica”, puede pasarlos por alto o verse las películas o incluso las versiones gráficas, pero Tintín sí hay que leerlo.

¿Veremos al irreverente Constaín que hoy le da ‘palo’ a la Academia de la Lengua, presidiéndola de viejito jubilado?

No creo que caiga tan bajo la Academia de la Lengua, ni siquiera la colombiana que ya ha caído muy bajo, pero pues de pronto. O sea, si a mí me invitan a la Academia, yo que soy conservador y católico, voy encantado y me siento en la silla que me corresponda y le profeso veneración a esa institución. Entonces si me invitan pues claro que estaré allí defendiendo a don Miguel Antonio Caro y a don Tomás Rueda Vargas.

Concluyamos esta entrevista como lo hice con Fernando Quiroz: ¡Que Dios lo perdone!

¡A Fernando!
 
 
 
Filólogo, historiador, escritor, columnista, políglota, profesor universitario, guitarrista, consumidor obsesivo de Coca-Cola, comprador compulsivo de libros y flores, discípulo de Tintín, católico e hincha de Boca Juniors, son algunos de los rasgos de un 'patojo' llamado Juan Esteban Constaín Croce, considerador por quienes conocen de la materia como uno de los intelectuales más brillantes que hoy tiene Colombia.

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