lunes, 10 de junio de 2019

“Toda esa suciedad” en ocho cuentos


(Esta nota la publiqué en la edición 477 de Vivir la UNAB, en circulación desde el viernes 7 de junio de 2019)


Con los ocho cuentos de “Toda esa suciedad”, Juandiego Serrano –docente del Programa de Literatura de la Universidad Autónoma de Bucaramanga– ganó la Convocatoria Primer Libro de Creación Literaria UIS, colección Emergentes.

A lo largo de las 213 páginas de “10-02”, “Míster Cuquita”, “El cucarachón”, “Alina entre las cuerdas”, “El cuento de la vaca”, “Déjavú en el jardín de las flores”, “Unión libre”, “Kansligheten” y “En el reproductor”, el lector tiene la opción de dejarse llevar por la ironía y el humor, sin saber qué sorpresa le deparará el final de cada párrafo.

Para la muestra un botón de Serrano: “El legado fue un discurso social donde todo se puede, pero no nada se da. Se puede el sexo; el aborto no. El amor se quiere; los vicios no. La familia se puede; el fracaso no. La libertad se promulga y el error se castiga. Nadie es analfabeto, pero hay muy pocos letrados. Y el hombre común, el hombre bueno, el que anda a pie, vive encerrado. Forma una familia y se encierra como una mujer. Engendra un entorno de familia donde la familia misma es una especie que se defiende de otras especies. O no tiene hijos, y se encierra como un marica. Escribe literatura anónima, compone música independiente, redacta libretos de cine sin pantalla y vive de mamá y papá”.

“Toda esa suciedad” no pasaría la censura de Torquemada ni de Ordóñez, pero tendrá por descontado el abrazo de su padre, Orlando Serrano. Hagan la prueba: “Me gusta hacer amistad con las putas. En especial, me gusta cuando les pago por no tener sexo. Encontrar a una puta amiga no es difícil: lo complicado es encontrar una puta dilecta, capaz de ser una puta en mi cabeza. Es extraordinario el momento en que una logra ser capaz de satisfacer mis diálogos, acostados los dos en el atrio de su profesión, no en el de la mía. Eso es hablar como un putas con una puta de vocación”.

“Frente a la hechura de los cuentos, como persona y como sujeto moral, sobre todo, dejo de participar en el libro para que los diálogos entre los personajes, para que las circunstancias que se presentan como escenario no sean cohibidas por X o Y motivo. Este libro además tiene como colofón la autopsia de la localidad. Autopsia porque esta ciudad tiene muchas características de morbimortalidad, a pesar de la vida que se expresa en sus días”, manifiesta este historiador y gestor cultural a quien por su pinta recatada nadie reconoce como el director de un programa radial de rock.

Serrano es punzante, así corra el riesgo de granjearse la enemistad de quienes a pies juntillas se refieren a esta como ‘La Barcelona suramericana’ o ‘La Suiza latinoamericana’. “Bucaramanga tiene el estatus jurídico de una iglesia de garaje, porque somos una congregación más que una ciudad como tal. Si algún escritor de literatura de terror se dirigiera a un lugar como Bucaramanga, encontraría todos los indicios de una ciudad fantasma”, asevera.

Razones tendrá este profesor de 34 años de edad para expresar, escalpelo en mano, que la historia y desenvolvimiento cotidiano parecen todo el tiempo estar recabando en las nostalgias de los que recogen oro y con su brillo se obnubilan dentro de su propia soledad y le dan vida a una ciudad que a pesar de que crece, de la vida ya está respuesta.

Disección en la que explora la psicología que hay detrás de la capital santandereana y la misma historia a través de las conductas compartidas, pretendiendo tomar toda esa materia más que para vilipendiarla, para sacar de su esencia, de sus pequeñas historias, ese nivel de localidad que puede ser asimilable en cualquier lugar del mundo pero que aquí tiene un respirar particular. En “Toda esa suciedad”, Serrano busca rescatar todos esos territorios que parecen muertos y así poder otorgar un contacto con la vida, recordando al compositor Álvaro Serrano (Q.E.P.D.) cuando decía que la mayor cualidad de Bucaramanga es no tener ninguna.

Juandiego no se enfoca en los héroes provinciales de quienes tan urgidos están sus paisanos, sino que en su libro les da luz a espacios como la tienda, el vecindario y a personajes como el celador, sin que se convierta en literatura urbana.

Ya veremos cómo les cae a los ortodoxos esta inmersión de Serrano en ese sujeto perdido en su propia subjetividad como lo es el bumangués de todos los pelambres, que en no pocos casos adopta posiciones megalómanas para poder subsistir en esa especie de depresión controlada que provee una ‘metrópoli’ sin alicientes espirituales pero con el componente de la pertenencia. Un libro que sirve de pretexto para no buscar el exilio en Tamalameque o Caparrapí.

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