lunes, 30 de abril de 2018

De la masacre de Vuelta Acuña a las tablas de la UNAB

(Esta nota la publiqué en la edición 465 de Vivir la UNAB en circulación desdel 20 de abril de 2018)


En esta Colombia de heridas profundas, la masacre de Vuelta Acuña sigue abierta.Ocurrió por allá un 12 de enero del año1984 en una vereda de Cimitarra (departamento de Santander) y pasó a los anales como uno de los primeros actos de barbarie cometidos por paramilitares en complicidad con agentes del Estado.

Algunos medios de comunicación tergiversaron los hechos y otros se dejaron meter los dedos en la boca por sus fuentes uniformadas. Lo cierto es que llegaron a afirmar, por ejemplo, que se trataba de la muerte de ocho subversivos, asegurando que “una patrulla contraguerrillera que adelantaba una misión de reconocimiento y de seguridad por el sector de Vuelta Acuña, estuvo a punto de ser emboscada por el XI Frente de las Farc, pero debido a la preparación y a la técnica empleada por la tropa se evitó la preconcebida masacre de militares”.


Sostenían, citando a un portavoz militar, que “las tropas incautaron abundante material bélico y de intendencia, así como propaganda subversiva y documentos del Partido Comunista”. Mientras que otro medio difería y acotaba que la matanza de los campesinos se atribuía a las Farc.

Pero allí, en medio de ese cruce de desinformaciones, en un ambiente hostil en el que los fusiles silenciaban al más valiente, estuvo la reportera Marbel Sandoval Ordóñez, quien se encargó de esclarecer este tenebroso capítulo de la historia del conflicto armado en Colombia. Años después (2006)publicaría con Hombre Nuevo Editores el libro “En el brazo del río”, en cuya tapa posterior la periodista bumanguesa Silvia Galvis (q.e.p.d.)consignó: “El cuerpo de Paulina Lazcarro nunca fue encontrado. Con esta frase sugestiva y categórica Marbel Sandoval abre su novela alimentada y nutrida en hechos siniestros y reales. Porque en “El brazo del río” trata de la masacre de hombres, mujeres y niños en el paraje de Vuelta Acuña, cerca a Barrancabermeja, a principios de los años ochenta. En esa medida este libro es más que la construcción de una ficción: es la reconstrucción de una historia verídica que la autora rescató del expediente judicial y de su propia memoria, pues ella ejercía –puede decirse sin caer en exageraciones– como corresponsal de guerra en esa zona del Magdalena Medio santandereano, asolada por las ferocidades de las Farc y de los ‘masetos’, mejor conocidos ahora como ‘paras’, o –sin ahorrar letras– paramilitares”.


“Con todo y que el tema esencial de esta novela –señala Galvis– es el abandono y la barbarie, “En el brazo del río” está cuidadosamente edificada sobre bellísimas y conmovedoras imágenes de amor y amistad, en un escenario desolador de ultraje y violencia. Y esta es una de las cualidades aventajadas de este libro: la combinación acertada de los elementos contrarios y aun contradictorios. La violencia y la poesía contrastan pero se complementan, como las luces y las sombras, en un lenguaje rítmico, vigoroso y fluido como el agua del río en cuyo fondo, quizás, quedó enterrado el cuerpo profanado de Paulina Lazcarro”.

¿Pero por qué hablar de este asunto en el año 2018 y además en la UNAB? Porque la Claudia Patricia Mantilla Durán, docente del Programa de Literatura Virtual, junto a las comunicadoras Helga Rocío Moreno y Diana Díaz, así como Walter Gómez presentaron el pasado 23 de marzo en el Auditorio Mayor ‘Carlos Gómez Albarracín’, con el Colectivo Diente de León y el auspicio de Bienestar Universitario de la UNAB, la versión teatral de “En el brazo del río”.


La adaptación corrió por cuenta del dramaturgo cubano Atilio Caballero, director del Teatro La Fortaleza, a quien conocieron hace dos años en Bucaramanga y le propusieron realizar un taller y ajustarla al escenario de las tablas. Ni Caballero ni Sandoval pudieron ver la presentación, pero la autora de la novela les dijo que viajará desde Madrid (España) a la Feria del Libro de Bogotá y aprovechará para asistir a la presentación que Diente de León hará el 28 de abril en el Museo de Arte Moderno de Bucaramanga.

Durante 59 minutos Claudia Patricia encarnó los personajes de Sierva María, Isaura (mamá de Paulina) y la bruja, mientras que Helga hizo de Paulina y de bruja, Diana de Fidelina (abuela de Paulina), niña de la escuela y bruja, y Walter de papá, cura y verdugo. El profesor de Artes Audiovisuales, Manuel José Jaimes, y Anderson Díaz se desempeñaron como asistentes de dirección, con una incipiente iluminación y música rock y metal de fondo.


“Quisimos hacer un reconocimiento a las víctimas de la violencia en el Magdalena Medio. En este caso a dos niñas que les tocó crecer en ese ambiente de guerra, y también a los desaparecidos. Esta es la memoria de un episodio violento que ojalá jamás de repita en Colombia”, manifestó Mantilla Durán, subrayando que la obra es una mezcla de periodismo basado en hechos reales y de ficción.

Pudieron haberse conformado con ensayar y presentar una obra de esas en lo que todo es en broma y al final el público se marcha convencido de que está viviendo un cuento de hadas en un país en  el que todo  es color de rosa, pero como dijo Marbel Sandoval cuando en 2006 la entrevistó Diego Olivares para Vivir la UNAB y le preguntó por qué no dejar en el olvido un hecho como la masacre de Vuelta Acuña, “porque no podemos perder la memoria. Si lo hacemos, lo perdemos todo. La literatura es una manera de contar la historia y tener memoria es una forma de no repetir la historia”. Y el teatro hecho en la UNAB también, esta vez rindiendo un homenaje a Honorio, Jesús, Óscar, Carlos, Isaura, Beatriz, Cruz Elena y ‘Juancho’, los campesinos acribillados a las 7:30 de la mañana de ese gris 12 de enero de 1984, cuando les sacaron los ojos, les arrancaron la lengua, les echaron ácido y los remataron a balazos.


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