martes, 21 de enero de 2025

El Páramo de Santurbán a paso de Alfredo Molano

(Esta nota la publiqué en el periódico Vanguardia, de la ciudad de Bucaramanga, el 15 de diciembre de 2024)

Fotografías inéditas del renombrado escritor bogotano, que estuvo en el páramo acompañado de su nieta Antonia, y dejó para la historia dos conmovedoras cartas.

El nombre de Alfredo de la Cruz Molano Bravo (1944-2019) genera admiración entre los miles de lectores que saben que este sociólogo, historiador y periodista es de los pocos con conocimiento para hablar de la realidad colombiana porque recorrió el país de cabo a rabo, ya fuera a pie, en chalupa, flota intermunicipal o a lomo de mula.

Pero para quienes no lo sepan, este bogotano escribió obras como “Los años del tropel: relatos de la violencia”, “Trochas y fusiles”, “Selva adentro: una historia oral de la colonización del Guaviare” y “Ahí les dejo esos fierros”, por solo mencionar cuatro de los más de 30 textos de consulta obligatoria para el que pretenda aproximarse a las raíces y el devenir de tantos conflictos que nos han desangrado.

Capítulo aparte es “Cartas a Antonia”, las conmovedoras reflexiones y enseñanzas de un abuelo a su nieta. Son 311 páginas editadas por Penguin Random House, las cuales después de su partida al infinito fueron compiladas por su hijo Alfredo Molano Jimeno, hasta hace unos meses reportero de El Espectador, diario en el que su padre también brilló como columnista y cronista, así por ello lo intimidaran y tuviera que marcharse al exilio.

Molano Bravo “estuvo unos siete u ocho años viviendo, o mejor, sobreviviendo, fuera de Colombia por cuenta de que a Carlos Castaño le parecía que su pluma era más peligrosa que la guerrilla, y lo sentenció con algunas cartas amenazantes, entre ellas una escrita en la primera página de El libro negro del comunismo”.

La pluma de ese hombre corajudo y frentero, alumno en la Universidad Nacional de íconos como Orlando Fals Borda y Camilo Torres Restrepo, es la que plasmó en tinta y papel tantos testimonios recogidos en las montañas y selvas, los cuales retratan con lujo de detalles los variopintos fenómenos sociales colombianos, con los campesinos y colonos como fuentes imprescindibles.

Ese personaje andariego de tenis de tela (llegó a tener 126 pares), chaleco de lana y mochila fue quien el 2 y 3 de diciembre de 2012 subió hasta Berlín, Silos, Vetas con sus lagunas, California, Suratá y Matanza siguiéndole el rastro al tema del páramo de Santurbán y al espinoso asunto de la megaminería. Pero no lo hizo solo. Estuvo acompañado de su nieta Antonia, quien por la época tenía seis años, así como de la activista Alix Mancilla y un periodista intruso que no hacía más que observar cada detalle y disparar su cámara, incrédulo de semejante visita.

De ese extenuante recorrido en el que la falta de oxígeno en sitios de hasta 3.550 metros sobre el nivel medio del mar le fatigaba, mientras Antonia volaba fresca como un colibrí disfrutando ese frágil ecosistema, quedaron al menos 700 fotografías que los muestran dichosos, pero a la par inquietos porque en ese momento, como ahora, no se sabe con certeza si primará la necesidad de preservar –por encima de todo– esa fuente de vida o si se impondrá el interés extractivista, aupado por quienes aseguran que es imposible no aprovechar tanta riqueza de oro, plata y otros metales acumulada en esas cumbres borrascosas, que ha deslumbrado y hasta enceguecido a tantos lugareños y buscadores de tesoros desde el desembarco hace 532 años.

Esas imágenes permanecieron 12 años guardadas junto a millones de paisajes y rostros en un hermético disco duro, hasta que llegó el momento, de manera súbita como aparecen y se esfuman las densas nubes, de seleccionarlas, ampliarlas y documentarlas para una conmovedora exposición que se abre este domingo 15 de diciembre en la Casa Cultural El Solar, ubicada en la calle 34 # 8 – 10.

Son 35 fotografías en las que se muestra a un hombre de 68 años desviviéndose por su nieta, quien por las circunstancias del momento adoptó el nombre de Violeta para así caminar desapercibidamente por esos riscos repletos de frailejones y nacimientos de agua, bajo la mirada recelosa de los que se preguntan por qué tantos forasteros se interesan por conocer y defender el páramo.

“Fue tanto el amor y el miedo que tenía de no poder estar para ella cuando fuera adulta, que hace años decidió escribirle un libro”. Y es que “Cartas a Antonia” aparte de una bitácora de recuerdos, es el compendio de las enseñanzas y reflexiones que Alfredo le dejó a su nieta, pero también a quienes de la mano de sus descendientes y amigos recorran esta exposición que en tiempos de Navidad se convertirá en un alimento para el alma, así como un espacio didáctico para enamorarse irremediablemente del páramo de Santurbán.



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