(Esta crónica la publiqué el 8 de septiembre de 2024 en el periódico Vanguardia, de la ciudad de Bucaramanga)
Todo era oscuridad y silencio. Hasta que un día, hace 62 años, se juntaron las voces de leyendas como Calixto Ochoa, Eliseo Herrera, Julio Ernesto Estrada ‘Fruko’, Lisandro Mesa, Chico Cervantes y Alfredo de Jesús Gutiérrez Vital (Sucre, 1943). Ahora son Dino, Walfredo y Alfredo, tres de los 12 hijos del triple rey vallenato, quienes mantienen vivo el nombre de Los Corraleros de Majagual, la agrupación que puso a bailar durante dos horas a más de 650 asistentes a la clausura de la XXII Feria del Libro de Bucaramanga, de la Universidad UNAB.
Pronunciar esa cuatro palabras es caer de inmediato en la tentación de subir el volumen para gozar el Festival en Guararé, La paloma guarumera, La burrita, El vampiro, Cumbia saramuya, Del tingo al tango, Pajarito platanero y Los sabanales, dentro de un repertorio interminable de éxitos que suenan sin cesar tanto en diciembre como en cualquier mes u ocasión del año y que se han transmitido por generaciones de costeños y cachacos que van a la fija cuando en sus juergas Los Corraleros de Majagual mandan la parada.
Horas antes de acostarse en la tarima del Gran Salón de Neomundo para divertirse al estilo desparpajado de su padre interpretando uno de los ocho acordeones marca Hohner que trastean a cada presentación, Walfredo se sentó al lado de Dino para contar recuerdos y secretos de un combo al que no le faltan astutos imitadores que se promocionan como si de los originales se tratara.
Avión, bus, chalupa o caballo los han llevado por todos los rincones de la geografía nacional desde sus inicios en 1962, alentados por Antonio Fuentes (fundador de Discos Fuentes) y adoptando esa denominación como un homenaje a la Plaza Majagual, de Sincelejo (Sucre), y las famosas corralejas de cada 20 de enero.
“De niñitos era frecuente ver a Calixto, Eliseo y Lisandro ensayando en un quiosco del patio de nuestra casa y convivir con ellos. Eso sirvió de mucho porque cuando fuimos llamados a Los Corraleros de Majagual había una familiaridad con esa música”, afirma Dino.
De forma espontánea y a capela tararean: “Pupún-sipigapa Ripi-ripiyopo Mepe-quepe-mopo Lapa-ropo-papa Popo-repe-sopo Mapa-nohe-pelapa Mepe-quepe-mopo Lapa-ropo-papa Sipigapa ripi-ripiyopo Fue por loco quepe-mopo Sipigapa ripi-ripiyopo Meque-mopo la-ropapa”. Es la letra de “La adivinanza”, que en la cadencia de su jeringonza significa: un cigarrillo me quemó la ropa. Una tarea que le queda al oyente porque en la canción no lo dicen explícitamente.
“Hay que entender que el formato de Los Corraleros de Majagual es único e inigualable en la historia musical de Colombia, porque es un grupo en el que no hay un solista nada más sino varias figuras. Imaginen juntos a tantas estrellas que compaginaban de tal manera y que hicieron que la agrupación siga tan vigente con sus éxitos como si hubieran salido ayer”, señala Walfredo.
Son tantas las canciones que para cada concierto deben rescatar, investigar y ensayar incontables letras que conservan sus fanáticos en sencillos o discos de larga de duración que se hacían en vinilo, las cuales les reclaman en Bogotá, Santander o México, país en el que cuentan con miles de seguidores. Solo a modo de referencia hay que decir que del 15 Festival Nacional de la Mejorana, el distrito panameño de Guararé ya va por la edición 75. “Tendrían que invitarnos a siete Ulibro más para que pudiéramos medio tocarles el grueso de nuestro repertorio”, dice Walfredo y después suelta una carcajada.
Lo corralero es una combinación de la música de bandas y la de acordeón sabanera, según sostienen entendidos como Darío Blanco, quien atribuye a esta agrupación un papel protagónico en la difusión y adopción de la música caribeña colombiana en Latinoamérica, con Alfredo Gutiérrez a la cabeza. Aparte del acordeón, los otros instrumentos que hacen posible su parranda en ciudades como París, Bruselas o Ámsterdam son trombón o bombardino, saxofón, bajo electrónico, congas, caja vallenata, guacharaca, timbal, platillos y cencerro.
El periodista cultural, escritor y moderador Juan Carlos Garay Acevedo, de la Radio Nacional de Colombia, lo subraya: “Los Corraleros de Majagual no son solamente una orquesta del pasado, sino que está muy viva y presente”, rememorando sus raíces descomplicadas y alegres.
Se agotarán primero el infatigable conejo rosado y las pilas Duracell que los integrantes de Los Corraleros de Majagual. Dino, Walfredo y Alfredo, con su ‘manager’ Tony Cabarcas y los demás integrantes, tienen cuerda para sobrepasar con tanto derroche de energía los 81 años de su padre, ‘El rebelde del acordeón’.
“¡Nos fuimos!”, dijo hace décadas Chico Cervantes, y lo repite Dino, cabeza del equivalente a La Sonora Matancera, como fue el sueño de Antonio Fuentes. Su legado perdurará con la fundación musical que funciona en Sincelejo, con el propósito de sembrar esa semilla de la Dinastía Gutiérrez en niños de 5 a 15 años a quienes acogen con los brazos abiertos.
Se agotarán primero el infatigable conejo rosado y las pilas Duracell que los integrantes de Los Corraleros de Majagual. Dino, Walfredo y Alfredo, con su ‘manager’ Tony Cabarcas y los demás integrantes, tienen cuerda para emular con tanto derroche de energía los 81 años de su padre, ‘El rebelde del acordeón’.
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