martes, 21 de enero de 2025

“Azul pálido”

(Esta columna de Donaldo Ortiz Latorre fue publicada el 16 de diciembre de 2024 en el periódico Vanguardia, de la ciudad de Bucaramanga)

 

Esta exposición que se realizará en la generosa Casa Cultural El Solar retrata al grandioso páramo, al abuelo y a la nieta, en las crestas de esas montañas donde habita el cóndor.

Borges cita a Theodor Fechner, un filósofo alemán, que pensaba que todo tiene vida y esa vida estaría dormida en las piedras; luego en las plantas de las cuales “podemos suponer que sueñan”, hasta llegar a los animales que, como las aves, pueden traer mensajes de otros mundos. Las hormigas y abejas milenarias deben tener sueños de otras colonias que se repiten en este maravilloso mundo que tiene luna y sol y en el que corre Dios como agua. “El agua es Dios corriendo”, pero el Homo Sapiens (Hombres sabios) es demasiado autodestructivo como para valorarlo.

Estamos al borde de un colapso ecológico “causado por el mal uso de nuestro propio poder”, palabras del profeta y científico judío, Yuval Harari. Aunque hemos acumulado poder e información del mundo nuestro y de galaxias remotas no somos sino el punto “azul pálido” de Sagan. “Eso es nuestro hogar. Eso somos nosotros. La suma de nuestras alegrías y sufrimientos, cada héroe y cobarde, cada rey y campesino, cada madre y padre, cada político corrupto, vivió ahí, en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.

La tierra no deja de ser un “punto pálido azul y bello” en la arena cósmica. No somos nada, sino seres pretenciosos que despreciamos todo, mientras nos matamos los unos a los otros. Pronto nos convertiremos en una “Torre de Babel”. Con todos los adelantos nos seguimos preguntando ¿por qué destruimos todo? Mares, nevados, montañas, seres humanos.

En esa pretensión, Arabia Saudita, construye una ciudad lineal de 170 km alejada de la polución y de los demás seres humanos (un mundo cada vez más desigual e inestable). Una ciudad marciana, una nueva Babilonia. Costará 500 mil millones de dólares. Cada edificio de 500 metros de alto, todos juntos, con una gran muralla de espejos, “llena de robots hogareños, una playa con aguas luminosas en la noche.

Todo esta introducción para hablar de la exposición: “Santurbán a paso de Molano” con bellas fotografías y textos de Pastor Virviescas, que se subió al Páramo de Santurbán hace 12 años con Alfredo Molano, “ese personaje andariego de tenis de tela, y que llegó a tener 126 pares.

Subieron a 3.550 metros sobre el nivel del mar, mientras “Antonia, su nieta, volaba fresca como un colibrí disfrutando ese frágil ecosistema”. Esta exposición que se realizará en la generosa Casa Cultural El Solar retrata al grandioso páramo, al abuelo y a la nieta, en las crestas de esas montañas donde habita el cóndor.



El Páramo de Santurbán a paso de Alfredo Molano

(Esta nota la publiqué en el periódico Vanguardia, de la ciudad de Bucaramanga, el 15 de diciembre de 2024)

Fotografías inéditas del renombrado escritor bogotano, que estuvo en el páramo acompañado de su nieta Antonia, y dejó para la historia dos conmovedoras cartas.

El nombre de Alfredo de la Cruz Molano Bravo (1944-2019) genera admiración entre los miles de lectores que saben que este sociólogo, historiador y periodista es de los pocos con conocimiento para hablar de la realidad colombiana porque recorrió el país de cabo a rabo, ya fuera a pie, en chalupa, flota intermunicipal o a lomo de mula.

Pero para quienes no lo sepan, este bogotano escribió obras como “Los años del tropel: relatos de la violencia”, “Trochas y fusiles”, “Selva adentro: una historia oral de la colonización del Guaviare” y “Ahí les dejo esos fierros”, por solo mencionar cuatro de los más de 30 textos de consulta obligatoria para el que pretenda aproximarse a las raíces y el devenir de tantos conflictos que nos han desangrado.

Capítulo aparte es “Cartas a Antonia”, las conmovedoras reflexiones y enseñanzas de un abuelo a su nieta. Son 311 páginas editadas por Penguin Random House, las cuales después de su partida al infinito fueron compiladas por su hijo Alfredo Molano Jimeno, hasta hace unos meses reportero de El Espectador, diario en el que su padre también brilló como columnista y cronista, así por ello lo intimidaran y tuviera que marcharse al exilio.

Molano Bravo “estuvo unos siete u ocho años viviendo, o mejor, sobreviviendo, fuera de Colombia por cuenta de que a Carlos Castaño le parecía que su pluma era más peligrosa que la guerrilla, y lo sentenció con algunas cartas amenazantes, entre ellas una escrita en la primera página de El libro negro del comunismo”.

La pluma de ese hombre corajudo y frentero, alumno en la Universidad Nacional de íconos como Orlando Fals Borda y Camilo Torres Restrepo, es la que plasmó en tinta y papel tantos testimonios recogidos en las montañas y selvas, los cuales retratan con lujo de detalles los variopintos fenómenos sociales colombianos, con los campesinos y colonos como fuentes imprescindibles.

Ese personaje andariego de tenis de tela (llegó a tener 126 pares), chaleco de lana y mochila fue quien el 2 y 3 de diciembre de 2012 subió hasta Berlín, Silos, Vetas con sus lagunas, California, Suratá y Matanza siguiéndole el rastro al tema del páramo de Santurbán y al espinoso asunto de la megaminería. Pero no lo hizo solo. Estuvo acompañado de su nieta Antonia, quien por la época tenía seis años, así como de la activista Alix Mancilla y un periodista intruso que no hacía más que observar cada detalle y disparar su cámara, incrédulo de semejante visita.

De ese extenuante recorrido en el que la falta de oxígeno en sitios de hasta 3.550 metros sobre el nivel medio del mar le fatigaba, mientras Antonia volaba fresca como un colibrí disfrutando ese frágil ecosistema, quedaron al menos 700 fotografías que los muestran dichosos, pero a la par inquietos porque en ese momento, como ahora, no se sabe con certeza si primará la necesidad de preservar –por encima de todo– esa fuente de vida o si se impondrá el interés extractivista, aupado por quienes aseguran que es imposible no aprovechar tanta riqueza de oro, plata y otros metales acumulada en esas cumbres borrascosas, que ha deslumbrado y hasta enceguecido a tantos lugareños y buscadores de tesoros desde el desembarco hace 532 años.

Esas imágenes permanecieron 12 años guardadas junto a millones de paisajes y rostros en un hermético disco duro, hasta que llegó el momento, de manera súbita como aparecen y se esfuman las densas nubes, de seleccionarlas, ampliarlas y documentarlas para una conmovedora exposición que se abre este domingo 15 de diciembre en la Casa Cultural El Solar, ubicada en la calle 34 # 8 – 10.

Son 35 fotografías en las que se muestra a un hombre de 68 años desviviéndose por su nieta, quien por las circunstancias del momento adoptó el nombre de Violeta para así caminar desapercibidamente por esos riscos repletos de frailejones y nacimientos de agua, bajo la mirada recelosa de los que se preguntan por qué tantos forasteros se interesan por conocer y defender el páramo.

“Fue tanto el amor y el miedo que tenía de no poder estar para ella cuando fuera adulta, que hace años decidió escribirle un libro”. Y es que “Cartas a Antonia” aparte de una bitácora de recuerdos, es el compendio de las enseñanzas y reflexiones que Alfredo le dejó a su nieta, pero también a quienes de la mano de sus descendientes y amigos recorran esta exposición que en tiempos de Navidad se convertirá en un alimento para el alma, así como un espacio didáctico para enamorarse irremediablemente del páramo de Santurbán.



De Ciudad Norte a Barcelona y Madrid

(Esta crónica la publiqué el 30 de junio de 2024 en el periódico Vanguardia, de la ciudad de Bucaramanga, Colombia)

El destino unió a una joven colombiana mutilada por las minas antipersona con un laureado corresponsal de guerra español, quien con sus libros y exposiciones les pone rostro a miles de víctimas en el mundo.

La vida de Mónica Paola Ardila en San Pablo (sur de Bolívar) transcurría como la de cualquier niña campesina de siete años que cada tarde regresa dichosa de la escuela. Pero ese 21 de febrero de 2003 un episodio fatal le destrozaría su cuerpo y sus ilusiones.

Al sentir la necesidad de orinar, se desvió a un matorral, tropezó y activó una mina antipersona. La explosión la dejó ciega y le cercenó la mano derecha, así como tres falanges de la izquierda, provocándole cicatrices imborrables en su cara y pecho.

De ahí en adelante empezó una pesadilla que jamás concluirá, pasando por maltrato, violación, intentos de suicidio y abandono, más la condición misma de miles de personas que en el conflicto armado interno han sido blanco de estos enemigos ocultos cuya fabricación no vale más de tres dólares, y que han sido sembradas por guerrilleros, paramilitares y el propio Ejército regular.

Y si los ángeles de la guarda existen, el fotoperiodista español Gervasio Sánchez encabeza la lista, ya que al enterarse de este insuceso ha venido con frecuencia a Colombia y le ha hecho tal seguimiento al caso que en esta ocasión permaneció diez días en Bucaramanga visitando a Mónica Paola, que acaba de ser madre del niño Denil Dael, a quien se aferra en su casita del barrio Villa Rosa (adquirida con la indemnización del Estado).

‘Gerva’ es el autor del libro “Vidas Minadas, 25 años”, cuya impecable edición de 2,8 kilos presentó junto al actor danésestadounidense Viggo Mortensen (Aragorn en la película “El señor de los Anillos”) en Madrid, ciudad en la que las imágenes de Mónica Paola forman parte de la exposición de amputados por minas en Camboya, Afganistán, Irak, El Salvador, Nicaragua, Angola y Mozambique, que ha estado abierta en la Sala Picasso del Círculo de Bellas Artes, lo mismo que en el Palau Robert (Barcelona), La Lonja (Zaragoza) y el Museu Valencia d’Etnologia (Valencia).

Para Gervasio las víctimas no son meras cifras. Con el mayor profesionalismo y respeto, él muestra sus cuerpos mutilados, narra su dolor, relata su superación y nos sensibiliza frente al horror de las guerras, “que no terminan cuando se firma un pedazo de papel ni cuando Wikipedia lo dice”.

Gervasio ya retornó a España. Fue a su casa en Zaragoza, abrazó a su esposa Choco y su hijo Diego, con quienes se marchó a disfrutar del concierto de Bruce Springsteen, en una cortísima pausa que le permite su oficio de corresponsal de guerra y colaborador de medios como El Heraldo, de Aragón, y la cadena SER. El 4 de julio partirá a Croacia, y de allí vendrá a cubrir las elecciones presidenciales en Venezuela, para luego marcharse a Ucrania y después a quién sabe qué conflicto donde no lo han llamado.

Lugares todos en los que el retrato de Mónica Paola, junto a los de Sofía Elface Fumo, Justino Pérez, Joaquina Natchilombo, Adis Smajic, Mao Rattanak, Fanar Zekri, Sokheurm Man y Medy Ewaz Alí, entre tantos otros, permanecerán en su mente por cuanto ya está preparando la exposición “Vidas Minadas 50 años”, que tendrá lista para 2049 porque está convencido que contará el cuento hasta los 104 años, con la vitalidad propia de aquellas temporadas de mesero en las playas de Tarragona y estudiante de periodismo.

Un ejercicio impecable que inspira a que escritores como la renombrada Irene Vallejo Moreu, autora de “El infinito en un junco” y “El silbido del arquero”, manifieste: “Aunque la fotografía es un arte mudo, posee una asombrosa capacidad para dar voz. Las extraordinarias imágenes de Gervasio hablan el lenguaje proscrito de los supervivientes silenciados. Su mirada desvela rostros que, a lo largo de los años, vida tras vida, disparo a disparo, retrato a retrato, narran una historia secreta, plasman biografías rotas. Estas instantáneas expanden el tiempo para convertirse en relatos de esperanzas segadas. Resuenan, cuentan, contienen la reverberación de un dolor antiguo que sigue palpitando. En silencio, claman”.

O que el reportero estadounidense Jon Lee Anderson, maestro de la Fundación Gabo de Periodismo y quien ha publicado libros como “La caída de Bagdad”, diga: “Con su presencia inquieta y llena de empatía, Gervasio –una ‘peste’ con un corazón enorme– nos recuerda la importancia de la conciencia moral”, recordando que el obstinado e incómodo Sánchez ha tenido los pantalones para levantarse ante políticos españoles de diferentes pelambres para denunciar la hipocresía de su gobierno con las ventas internacionales de armamento.

Gervasio va y viene. Regresa a donde los fantasmas no permiten que otros colegas se asomen de nuevo. En su hombro cuelga un pesado morral con la cámara que no desampara. A la mano lleva el computador y el celular con los que monitorea día y noche el acontecer mundial y los partidos del que insiste en llamar ‘el mejor equipo del mundo’, porque eso cree del combinado de su país. El resto de su equipaje son un par de camisas y pantalones, unas pantuflas, así como un pequeño tarro de champú y otro de jabón del último hotel en el que estuvo, y una carpeta con dietas que no acata. El cupo lo completa con paquetes de jamón ibérico y fuet catalán para obsequiarle a sus anfitriones. Queso no, porque lo detesta y es alérgico.

Así es la existencia de este cordobés ganador de 30 premios entre los que se cuentan el Ortega y Gasset y el Rey de España, quien con “Vidas Minadas, 25 años”, lanza un grito desgarrador contra una terrible injusticia y un drama diario, el luchador sin máscara contra el cinismo y la hipocresía de gobernantes que se refugian en la falta de transparencia y la impunidad, “incapaces de tomar las decisiones trascendentales que sirvan para poner fin a tantas tragedias ocultas en el gran negocio de la guerra y la muerte”.



Confirmado: Los Corraleros de Majagual no se cansan

(Esta crónica la publiqué el 8 de septiembre de 2024 en el periódico Vanguardia, de la ciudad de Bucaramanga)

Todo era oscuridad y silencio. Hasta que un día, hace 62 años, se juntaron las voces de leyendas como Calixto Ochoa, Eliseo Herrera, Julio Ernesto Estrada ‘Fruko’, Lisandro Mesa, Chico Cervantes y Alfredo de Jesús Gutiérrez Vital (Sucre, 1943). Ahora son Dino, Walfredo y Alfredo, tres de los 12 hijos del triple rey vallenato, quienes mantienen vivo el nombre de Los Corraleros de Majagual, la agrupación que puso a bailar durante dos horas a más de 650 asistentes a la clausura de la XXII Feria del Libro de Bucaramanga, de la Universidad UNAB.

Pronunciar esa cuatro palabras es caer de inmediato en la tentación de subir el volumen para gozar el Festival en Guararé, La paloma guarumera, La burrita, El vampiro, Cumbia saramuya, Del tingo al tango, Pajarito platanero y Los sabanales, dentro de un repertorio interminable de éxitos que suenan sin cesar tanto en diciembre como en cualquier mes u ocasión del año y que se han transmitido por generaciones de costeños y cachacos que van a la fija cuando en sus juergas Los Corraleros de Majagual mandan la parada.

Horas antes de acostarse en la tarima del Gran Salón de Neomundo para divertirse al estilo desparpajado de su padre interpretando uno de los ocho acordeones marca Hohner que trastean a cada presentación, Walfredo se sentó al lado de Dino para contar recuerdos y secretos de un combo al que no le faltan astutos imitadores que se promocionan como si de los originales se tratara.

Avión, bus, chalupa o caballo los han llevado por todos los rincones de la geografía nacional desde sus inicios en 1962, alentados por Antonio Fuentes (fundador de Discos Fuentes) y adoptando esa denominación como un homenaje a la Plaza Majagual, de Sincelejo (Sucre), y las famosas corralejas de cada 20 de enero.

“De niñitos era frecuente ver a Calixto, Eliseo y Lisandro ensayando en un quiosco del patio de nuestra casa y convivir con ellos. Eso sirvió de mucho porque cuando fuimos llamados a Los Corraleros de Majagual había una familiaridad con esa música”, afirma Dino.

De forma espontánea y a capela tararean: “Pupún-sipigapa Ripi-ripiyopo Mepe-quepe-mopo Lapa-ropo-papa Popo-repe-sopo Mapa-nohe-pelapa Mepe-quepe-mopo Lapa-ropo-papa Sipigapa ripi-ripiyopo Fue por loco quepe-mopo Sipigapa ripi-ripiyopo Meque-mopo la-ropapa”. Es la letra de “La adivinanza”, que en la cadencia de su jeringonza significa: un cigarrillo me quemó la ropa. Una tarea que le queda al oyente porque en la canción no lo dicen explícitamente.

“Hay que entender que el formato de Los Corraleros de Majagual es único e inigualable en la historia musical de Colombia, porque es un grupo en el que no hay un solista nada más sino varias figuras. Imaginen juntos a tantas estrellas que compaginaban de tal manera y que hicieron que la agrupación siga tan vigente con sus éxitos como si hubieran salido ayer”, señala Walfredo.

Son tantas las canciones que para cada concierto deben rescatar, investigar y ensayar incontables letras que conservan sus fanáticos en sencillos o discos de larga de duración que se hacían en vinilo, las cuales les reclaman en Bogotá, Santander o México, país en el que cuentan con miles de seguidores. Solo a modo de referencia hay que decir que del 15 Festival Nacional de la Mejorana, el distrito panameño de Guararé ya va por la edición 75. “Tendrían que invitarnos a siete Ulibro más para que pudiéramos medio tocarles el grueso de nuestro repertorio”, dice Walfredo y después suelta una carcajada.

Lo corralero es una combinación de la música de bandas y la de acordeón sabanera, según sostienen entendidos como Darío Blanco, quien atribuye a esta agrupación un papel protagónico en la difusión y adopción de la música caribeña colombiana en Latinoamérica, con Alfredo Gutiérrez a la cabeza. Aparte del acordeón, los otros instrumentos que hacen posible su parranda en ciudades como París, Bruselas o Ámsterdam son trombón o bombardino, saxofón, bajo electrónico, congas, caja vallenata, guacharaca, timbal, platillos y cencerro.

El periodista cultural, escritor y moderador Juan Carlos Garay Acevedo, de la Radio Nacional de Colombia, lo subraya: “Los Corraleros de Majagual no son solamente una orquesta del pasado, sino que está muy viva y presente”, rememorando sus raíces descomplicadas y alegres.

Se agotarán primero el infatigable conejo rosado y las pilas Duracell que los integrantes de Los Corraleros de Majagual. Dino, Walfredo y Alfredo, con su ‘manager’ Tony Cabarcas y los demás integrantes, tienen cuerda para sobrepasar con tanto derroche de energía los 81 años de su padre, ‘El rebelde del acordeón’.

“¡Nos fuimos!”, dijo hace décadas Chico Cervantes, y lo repite Dino, cabeza del equivalente a La Sonora Matancera, como fue el sueño de Antonio Fuentes. Su legado perdurará con la fundación musical que funciona en Sincelejo, con el propósito de sembrar esa semilla de la Dinastía Gutiérrez en niños de 5 a 15 años a quienes acogen con los brazos abiertos.

Se agotarán primero el infatigable conejo rosado y las pilas Duracell que los integrantes de Los Corraleros de Majagual. Dino, Walfredo y Alfredo, con su ‘manager’ Tony Cabarcas y los demás integrantes, tienen cuerda para emular con tanto derroche de energía los 81 años de su padre, ‘El rebelde del acordeón’.



Gente de todo el mute

(Columna de Óscar Domínguez Giraldo publicada en el periódico El Colombiano, de la ciudad de Medellín, el 27 de junio de 2024)

Como los santandereanos están de moda por el triunfo del Atlético Bucaramanga, decidí recordar a algunos de mis colegas y amigos búcaros:

A los 97 años, Gonzalo Castellanos, hecho en Málaga, es una fiesta. Ha brillado como cronista y reportero purasangre en prensa, radio y televisión. A su edad, sigue tarareando a sus compositores preferidos, leyendo y fumando. A los médicos que le piden que deje el cigarrillo Pielroja les responde que han debido decírselo en sus quince. Es de una modestia apabullante.

Lo han buscado de editoriales para publicarle sus crónicas. Se ha negado diciendo que no valen la pena. Los hay que escribimos un párrafo y nos sentamos a esperar el Nobel. En Estocolmo cubrimos la entrega del Nobel a García Márquez. También compartimos el avión de la FAC ametrallado desde tierra cuando estaba próximo a aterrizar en el aeropuerto de Managua. Mientras unos rezábamos, Gonzalo y su camarógrafo grababan un informe para su noticiero.

Historiador y periodista, Antonio Cacua Prada, de 92 febreros cumplidos, pertenece a la cofradía de los que se agachan y se les cae un libro. Son más los libros que le faltan por escribir. Hace rato pasó de los cien publicados. Alguna vez me nombró miembro de la Sociedad Sanmartiniana de Colombia que presidía. Decliné el nombramiento porque en ese momento, del Libertador de Argentina, Chile y Perú, sólo sabía que montaba muy bien a caballo. No me aceptó la renuncia.

Mi única amiga atea es santandereana. Como atea no se cambia ni por Dios mano a mano. Se le puede aplicar este aforismo de Jardiel Poncela: El ateo cree que él mismo es Dios. Se llama Nohra Parra, fue reportera estrella de El Tiempo y ennietece en París. Cuando la abuela Nohra habla francés saltan pedazos restos de mute en todas direcciones.

¿Quién no ha dicho alguna vez: “Yo también tuve veinte años” del maestro José A. Morales? ¿A quién no se le arruga hasta el pasaporte oyendo la melancólica música para piano del maestro Luis A. Calvo?

Eduardo Durán Gómez tiene más hoja de vida que una mujer fatal. Es periodista, columnista, escritor, abogado, viajero, notario, historiador. Durán, actual director de la Academia Colombiana de la Lengua, es el único santandereano zen que conozco. Los demás son más bien atravesados. Compartí en Colprensa con “pingos” como Sonia Rodríguez, Pilar Cadena, Mario Hernández, Alvarángel Pabón, Pastor Virviescas y Carlos “Cachetada” Gracia.

Dejé algunos denarios en Barichara. Protesté ante el párroco porque el reloj de la iglesia da la hora cada quince minutos. Esa forma de notificar que Dios existe no deja dormir. No, no le jalo a las afrodisíacas hormigas culonas de Santander. Me toca repetir con un amigo: Si no me alcanza para la fidelidad, muchos menos para la infidelidad.

viernes, 17 de enero de 2025

Cinco canciones

(Nota publicada en Lima el 05/10/24 por el laureado autor Gustavo Rodríguez Vela en jugo.pe, una cooperativa de escritores y divulgadores que ofrece un extracto diario de temas actuales)

Rodríguez Vela es escritor y comunicador. Ha publicado, entre otras, las novelas "La furia de Aquiles", "La risa de tu madre" (finalista del Premio Herralde), La semana tiene siete mujeres (finalista del Planeta-Casamérica), "Madrugada" y "Treinta kilómetros a la medianoche"; y libros infantiles que se leen en las escuelas. Su libro "Traducciones peruanas" reúne gran parte de sus artículos en el diario El Comercio. Ganó el Premio Alfaguara de novela 2023 con "Cien cuyes".

Si alguien le pidiera cinco canciones importantes en su vida, ¿cuáles elegiría?

Hace unas semanas estuve en una feria literaria en Bucaramanga, Colombia, sabiendo que iba a participar de un conversatorio bajo el ambiguo tema de “música y sociedad”. Lo que no sabía es que para perfilar la sombra de ese paraguas amplísimo, el carismático moderador —Pastor Virviescas— nos iba a pedir a los entrevistados, sin mucha anticipación, una lista de cinco canciones para hablar de ellas. Imagínese usted la cantidad de canciones que ha escuchado en su vida —un estudio dice que en la actualidad cada persona escucha en promedio 368 canciones a la semana— y ahora decida en solo unos minutos qué cinco de todas ellas soltará para definir su identidad.

Yo entregué mi lista con muchas dudas, e imagino que lo mismo le ocurrió a Juan Manuel Ruiz, el periodista y escritor que me acompañó en el estrado. No obstante los nervios, el intercambio resultó cálido, emotivo, y Juan Manuel y yo hasta coincidimos con un músico, el número cuatro de mi lista. Si ahora comparto aquí esas canciones es porque no se me ha ocurrido algo mejor sobre qué escribir esta semana, pero también lo hago porque es probable que a usted le provoque también recorrer su vida musicalmente y conectar sus vivencias con sus emociones.

Tocata y Fuga en re menor, Johann Sebastian Bach

Los niños de mi generación que no tenían padres melómanos, al menos tenían acceso a los dibujos animados para escuchar música clásica: quienes hayan visto los cortometrajes de Looney Tunes jamás podrán separar al barbero de Sevilla de Bugs Bunny. Por esa época, a mí me tocó emocionarme adicionalmente cuando en la televisión peruana transmitieron una serie animada europea titulada Érase una vez el hombre que, en cada capítulo de media hora, contaba cronológicamente la historia del ser humano en la Tierra. Recuerdo que la secuencia de presentación empezaba con el Big Bang y que avanzaba raudamente junto con la inmortal composición de Bach: a la altura del Renacimiento, cuando un monigote de Leonardo se encontraba pintando su Mona Lisa, mi piel ya se había erizado de emoción sin saber exactamente la razón.

Tal vez la tutela de Bach me ayudó a presentir que la historia del ser humano es una larga batalla entre sus grandezas y bajezas. O quizá ya empezaba a definirse lo que hoy sé con absoluta claridad: que destierro al barroquismo frente al minimalismo cuando se trata de decorar mi propio hogar, pero que me fascina cuando se trata de contar historias; pues soy partidario de que los dramas y los placeres humanos se transmitan con toda la intensidad y exageración posibles. 

Chega de saudade, Antonio Carlos Jobim y Vinicius de Moraes

No sé por qué me emociona tanto el bossa nova, pero en aquel conversatorio en Colombia me arriesgué a proponer que quizá se deba a mi admiración infantil por mi tío Iván, quien fuera hermano de mi madre. Recuerdo que una vez mis padres y yo fuimos a visitarlo desde Trujillo a su departamento en una unidad vecinal en Lima y me la pasé viéndolo pintar por encargo un retrato de Napoléon mientras escuchaba música en su habitación atiborrada de discos.

Mi tío, además de pintor autodidacta, tenía una voz melodiosa que había hecho pública en las onda radiales cuando en los años cincuenta formaba parte del quinteto Os reis do samba.

Quién sabe si ese mejunje de fado, samba y jazz que Jobim embaló para el mundo, con la guitarra y voz nostálgica de Joao Gilberto en este caso, no me habla de mi infancia ida, de los laureles que mi tío no pudo ceñirse en las sienes, de la melancolía que siempre he escondido desde chiquillo y que a veces camuflo detrás del humor.

Back on the chain gang, The Pretenders

Hace unos años se hizo público un estudio que encontró que las canciones que un hombre escucha a los 14 años marcarán su gusto musical de por vida, y que en el caso de las mujeres la huella se inicia a los 13. Así, esta canción de Pretenders rubrica el hecho de que soy un hombre promedio, así como la importancia del pospunk en mi educación sentimental.

Aquel verano, que fue el de 1983, me enamoré por primera vez, fui un mocoso que traicionó a un compañero de clase a causa de sus hormonas, fui abandonado por un tipo mayor, más alto y aplomado; y me convertí en un borracho circunstancial que planeaba patrullar la casa de su ex tras buscarla en algunas fiestas. 

Curiosamente, en Bucaramanga el auditorio no conocía esta canción. Una pena, les dije, ya que todo patetismo adolescente sale mejor parado si lo acompañan Pretenders, The Cure y Roxy Music.

El padre Antonio y el monaguillo Andrés, Rubén Blades y Seis del Solar

Este año se cumplieron 40 años del lanzamiento del álbum que acoge este tema, y lo sé bien porque también se cumple el mismo tiempo desde que salí del colegio. Quien sea latino, tenga mi edad y no haya bailado Decisiones en su fiesta de promoción, no ha existido.

Ha sido sin embargo la penúltima canción del disco, la que habla del asesinato del sacerdote Andrés y de su monaguillo —inspirada seguramente en la muerte real de Óscar Arnulfo Romero—, la que ha terminado por estrujarme el corazón cada vez que la escucho.

Provengo de una familia práctica, apolítica y que nunca tuvo sobremesas trascendentales, y es por ello que mi ubicación ideológica en el mundo proviene de mis lecturas, de mis circunstanciales intercambios sociales y de la cultura popular. Luego de haber paporreteado sin entender un carajo la Teología de la Liberación en mi colegio, escuchar esta historia ficcionada por Blades y sentir pena inmensa por un niño inocente que no conoció a Pelé fue una de mis puerta tempranas para atisbar la inconmensurable injusticia que rodea a nuestras sociedades.

Existe un testimonio de Blades sobre cómo fue recibida esta canción cuando la cantó por primera vez en Uruguay: recomiendo verlo aquí.

Inconsciente colectivo, Charly García

Como le ha ocurrido a muchos hispanohablantes de mi edad, la primera vez que supe que se podía ser un rockstar y cantar en español fue al toparme con Charly García a los catorce años.

Ocurrió cuando escuché No bombardeen Buenos Aires en una radio A.M. del norte del Perú y la fascinación me persigue hasta ahora. Hubo un momento, sin embargo, que cuenta como uno de los más extraños y hermosos que me han ocurrido en mi relación con la música: me encontraba lavando platos en mi primer departamento de casado, a los veinticuatro años, en compañía de una radio portátil, cuando el flaco empezó a cantar Inconsciente colectivo. Y, no sé por qué, arranqué a llorar. No se me había muerto nadie. No estaba peleado con nadie. Es como si la canción hubiera destrabado una puerta de la que ni me había percatado.

Aquello solo me ha vuelto a ocurrir una vez más, ya no escuchando una canción, sino ante un cuadro de Picasso en un museo de Yale: un recordatorio de que los artistas, los de verdad, alcanzan en el resto frecuencias que no sabíamos que existían. 

Así ‘naufragó’ nuestra Flota Mercante Grancolombiana

(Esta nota la publiqué el 29/12/24 en el periódico Vanguardia, de la ciudad de Bucaramanga, Colombia)

Un marino socorrano revela la historia detallada, salpicada de desatinos y horrores, de la que fuera una de las empresas insignias de este país.

Por un instante, piense que el gerente de una compañía ignora los fundamentos del negocio, que por sus trabajadores estar de jolgorio se daña una de las máquinas o que no cobran los cheques con que sus clientes les pagan sus servicios...

Sí, una lista interminable de hechos inverosímiles, de decisiones erróneas, más torpeza y falta de olfato, fueron los factores que llevaron al hundimiento de la Flota Mercante Grancolombiana (FMG), un gigante que durante décadas tuvo en sus manos el negocio del transporte de carga desde y hacia Colombia, que estuvo exento de impuestos y del pago de derechos portuarios, y sin embargo fracasó.

“La patria en los mares”, ese fue el lema de una empresa creada en 1946 con un capital de 35 millones de dólares, y de la que inicialmente fueron socios tres países (Colombia, Venezuela y Ecuador). Su primer gerente fue el veleño Álvaro Díaz Sarmiento, quien condujo con pulso firme el timón de la Flota durante los siguientes 38 años.

La FMG alcanzó a tener 25 buques propios y 80 alquilados y tocar 147 puertos de 50 países. La Flota hizo posible que nuestro café llegara a lugares tan remotos como Japón e incluso se dio el lujo de contar con oficinas de 1.500 m2 en el piso 16 de la Torre 1 del desaparecido World Trade Center de Nueva York, una excentricidad que muchas corporaciones americanas ni siquiera podían soñar.

En 1994 mandaron a construir dos modernos barcos portacontenedores de última generación en los astilleros de Hyundai (Ulsan, Corea del Sur), que diseñados al gusto del comprador y alcanzados a marcar con los nombres de “Providencia” y “Álvaro Díaz”, jamás navegaron con las insignias nacionales porque a la hora de su primer zarpe desde las oficinas de Bogotá ordenaron venderlos por necesidades económicas de la compañía a unos griegos por el precio de 34,2 millones de dólares cada uno, siendo rebautizados “Thermaikos” y “Dorikos”.

Fue tal la abundancia de la FMG que uno de sus presidentes, el político nortesantandereano Enrique Vargas Ramírez, en 1989 en la costa de Manhattan al ver el yate de lujo del magnate (hoy reelecto mandatario) Donald Trump, se antojó y por poco manda a comprar uno similar para no quedarse atrás.

Su músculo financiero era tan robusto, que hasta dio para meterse en un negocio paralelo del que no tenían la más remota idea: el transporte de pasajeros. Por esa razón es que el “Crucero Express”, que iría a Cristóbal (Panamá) y vendría a Cartagena, resultó en un estruendoso fracaso en la administración de Luis Fernando Alarcón Mantilla, al tener 150 tripulantes, dos orquestas y 12 despampanantes bailarinas rusas, con una capacidad para 750 pasajeros pero que realizó viajes con apenas 30 usuarios, dejando pérdidas estimadas en más de 40 millones de dólares.

La FMG también fue aprovechada por delincuentes que utilizaron camarotes, extintores y ‘torpedos’ soldados a los cascos de motonaves para llevar cargamentos de marihuana y luego de cocaína a Norteamérica y Europa, forzando a los sabuesos gringos a crear un comando de buzos expertos en sumergirse para detectar los alijos y por los que más de una tripulación se vio en aprietos con la Guardia Costera, debiendo la Flota pagar cuantiosas multas.

Cuesta trabajo entenderlo, pero la FMG registró accidentes como el del buque “República de Colombia” que debido a una falla en el timón colisionó con uno de bandera americana, en cercanías al Triángulo de las Bermudas, sin que el oficial de guardia en el puente y el timonel alertaran de este siniestro que llevó a la muerte de un ingeniero y daños por más de un millón de dólares. O el barco “Ciudad de Pasto” que se salió de rumbó y encalló en la zona protegida de corales de la Florida, mientras en cubierta celebraban un coctel para agasajar a un candidato presidencial (Virgilio Barco Vargas). O el mismo “Ciudad de Pasto” que navegando entre Los Ángeles y Yokohama (Japón), fue golpeado por una ola que hizo que entrara el agua a su sala de máquinas, generando escenas de pánico que llevaron al capitán y a su primer oficial a abandonar el buque y su tripulación en una actitud vergonzosa que iba contra todo principio ético.

Episodios que parecen sacados de una película surrealista pero que narra con lujo de detalles Guillermo Sierra Barreneche, un marino socorrano de 81 años, que durante 32 navegó sin parar y que desde su lugar de retiro en Piedecuesta se atrevió a contar indelicadezas y desatinos de quienes llevaron a que la FMG se fuera a pique.

“Gloria y Naufragio de un Coloso” es el libro de 323 páginas que llega a su segunda edición, en el que Sierra Barreneche –formado en la Escuela Naval de Cartagena– tiene la memoria para revivir los años de prosperidad de la naviera, así como las decisiones erradas, con nombres y apellidos, lo mismo que la interminable cadena de desaciertos que condujeron indefectiblemente a su liquidación ordenada por la Superfinanciera en el año 2000, como las concesiones onerosas a los pliegos de peticiones de los sindicatos, su exagerada burocracia o los barcos multipropósito hechos en Polonia con motores sobredimensionados que consumían más del doble de combustible que lo normal.

Colegas y amigos le recomendaron que no lo hiciera porque se granjearía la enemistad de los protagonistas –algunos de ellos paisanos–, pero él sacó los bríos suficientes para contarles a quieres conocieron el calado de la FMG, cómo fue que se llegó a su hundimiento a pesar de registrar años como el 1992 con 173.000 millones de pesos de utilidades.

De la Flota Mercante Grancolombiana, que tuvo un barco bautizado “Ciudad de Bucaramanga”, solo queda la nostalgia entre quienes la conocieron y los pleitos de cientos de oficiales y tripulantes que al día de hoy siguen reclamando el pago de sus derechos pensionales, ante una Federación Nacional de Cafeteros que sacó provecho de la FMG y cuando debe responder por esa carga prestacional simplemente responde que no lo puede hacer porque se asfixiaría económicamente, así el Tribunal Superior de Bogotá y la Corte Suprema de Justicia le hayan ordenado que debe responder económicamente a quienes en su vejez se niegan a morir en el abandono.

El otro vestigio es el bambuco “Almirante”, compuesto por Alberto Acosta Ortega e interpretado en violín y guitarra por Jaime y Mario Martínez Jiménez, Los Hermanos Martínez.

La FMG fue un coloso cuya partida de bautismo la firmaron hace 78 años con la pluma del propio Libertador Simón Bolívar los presidentes Alberto Lleras, Rómulo Betancourt y José María Velasco, pero que recibió un entierro de tercera categoría.


El salto al vacío de ‘Napoleón V’, un búho rescatado en Bucaramanga

(Esta crónica la publiqué en el periódico Vanguardia -Bucaramanga, Colombia- el 17/07/24)

Esta es la historia de un polluelo de búho de anteojos rescatado por vigilantes de la Universidad Autónoma de Bucaramanga. La imponencia de su plumaje y a la vez su ternura genera noticia en la comunidad educativa.

Hay hijos que, si sus padres se descuidan, permanecerán en casa hasta los cuarenta o cincuenta años, pero otros como Napoleón V a la sexta semana de nacidos aprovechan la oportunidad para intentar el primer vuelo que les permita alcanzar su independencia.

Napoleón V no pertenece a la raza humana y mucho menos a los jóvenes “Bon Bril” que abundan en esta meseta, sino a la familia de las aves de rapiña nocturnas y su nombre científico es Pulsatrix perspicillata. Para él las reglas de la vida son diferentísimas.

Este polluelo protagonizó una caída en barrena cuyo estropicio de inmediato llamó la atención de los vigilantes de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, UNAB, quienes por esta época del año se han venido acostumbrando a ver empollar durante 35 días a una pareja de llamativos búhos de anteojos, nativos de las selvas y bosques de México hasta el norte de Argentina.

De una altura de 18 metros, Napoleón V aprovechó un descuido de sus progenitores y se lanzó del hueco del árbol donde tiene su hogar, pero en lugar de tomar altura cayó al suelo para ser rescatado por quienes se han convertido en sus guardianes, como ha venido ocurriendo desde cuando hace más de siete años recogieron al primer pichón en aprietos.

Su imponente plumaje blanco, su corpulencia (así de pequeño mide 20 centímetros) y su firme mirada enmarcada dentro de un disco facial negro los llevó a bautizarlos con el nombre del emperador francés, generando expectativa entre los amantes del avistamiento de aves, integrantes de la comunidad universitaria y vecinos del barrio El Jardín que se van enterando de este regalo de la madre naturaleza.

Además, el sitio escogido para anidar parece hecho a propósito. Está a pocos pasos de la quebrada La Flora y en las noches hay abundante presencia de insectos, ranas, pequeños mamíferos y murciélagos, pero quizás lo más llamativo es que se encuentra frente a la Biblioteca ‘Luis Carlos Galán’, alimentando el imaginario de los que ven en búhos y lechuzas a esas aves de la mitología griega asociadas con Atenea, la diosa de la sabiduría, o en países como Japón a un símbolo de la prosperidad.

Recuperado del porrazo después de unas horas de reposo, Napoleón V giró su cabeza 270 grados en ambas direcciones y en un santiamén se fue a la rama de un caracolí para buscar a su madre, que no veía la hora de volverlo a tener a su lado.

Antes de su primer cumpleaños este tierno copo de nieve de ojos amarillos lucirá una banda pectoral pardo-negruzca con timoneras y remeras de tono café grisáceo. Su “uaaau” se mezclará con el “bup-bup-bú-bú-búbúbú” de sus padres, en un canto similar al que se oye cuando se agita una radiografía. Ya se acerca la luna llena y anhela saber qué es eso de cazar por su propia cuenta.

Gabriela Cabezón Cámara, la escritora y la subversiva

(Esta nota la publiqué el 23/08/24 en ulibro.com y otros portales de la Universidad UNAB)

"Tan aguda, tan urgente, tan valiente, Gabriela Cabezón Cámara es una de las voces más auténticas escribiendo en español en este momento, y de todos sus talentos hay uno cada día más difícil: no solo hurga y desafía, no solo se anima a la oscuridad, sino que entrega a cambio la subversiva valentía de pensarnos más humanos, más vivos y luminosos que nunca”. Esto dice la reconocida escritora argentina Samanta Schweblin de su colega y compatriota que es una de las figuras internacionales invitadas a Ulibro 2024.

Exeditora de cultura del diario Clarín y ganadora del Premio Ciutat de Barcelona de Literatura en lengua castellana (2023), Gabriela vino a hablar de su novela “La niñas del naranjel” (Random House), en un diálogo de 45 minutos con el profesor del Programa de Literatura de la Universidad UNAB, Leonardo Gil, cautivando al público que se dio cita en el Auditorio de Neomundo con la apasionante historia de una adolescente monja vasca de familia noble que abandonó un convento de su país para viajar a América, donde le da un giro asombroso a su vida convirtiéndose en Antonio, un sanguinario alférez de la época colonial con centenares de muertos en sus espaldas y quien a la vez conservaba su himen como prueba de todo lo que se le vino en gana hacer.

De la perplejidad del obispo que oye la confesión de tan peculiar criminal y de la fantástica narrativa de la selva, así como de las fuentes que la inspiraron y de sus propios hábitos indisciplinados de escritura, Gabriela aceptó la invitación a adentrarse en otro territorio en el que se mueve como pez en el agua: el del activismo.

Sin ataduras que la silencien o la menoscaben, esta autora cuya obra ha sido traducida a once idiomas respondió a las críticas que les llueven a personas de su talante que son vistas como enemigas de lo que el orden global impone. “El desarrollo pensado en términos de megaextractivismo, de megaminería, de megamonocultivo no es desarrollo, es acabar con la posibilidad de la vida. Sin agua mostráme qué desarrollo vas a tener. Por otra parte, y esto es comprobable en toda Latinoamérica, si por ejemplo acá se encontrara petróleo los bumangueses no se van a hacer ricos como los noruegos; van a quedar contaminados y pobres como pasa en toda Latinoamérica y va a haber dos personas ricas. Además, aunque fuéramos todos ricos como los noruegos, cosa que los latinoamericanos estamos muy lejos, sin agua, sin aire limpio para respirar, sin tierra, qué vamos a hacer con el dinero: ¿nos lo vamos a comer?”.

Ignora si asumir ese tipo de posiciones radicales le cierra o le abre más puertas, pero esta feminista y socioambientalista enfatiza que: “estamos hablando de megaextractivismo, de escalas gigantescas, y nadie está diciendo que no utilizar recursos; estamos diciendo no utilizarlos así”.


Desde su punto de vista, la transición energética no es un aspaviento. “Está sucediendo y países como China están haciéndola en este momento, después de generar un nivel de contaminación bestial y con todos los bemoles que tiene China porque no estoy diciendo que me gustaría vivir en ese país. Están encarando la transición energética con determinación porque es necesaria, porque es urgente. De que podamos hacer la transición energética depende la supervivencia de nuestra civilización y no es una idea mía. No hay más que mirar los documentos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) para estar seguros de lo que estoy diciendo. Si hay alguien que sepa más que los científicos de las mejores universidades del mundo, yo no lo conozco y me parece que miente. Estamos yendo a un colapso climático y hay que pararlo. Tenemos hijos, aunque no tengamos hijos. Todos los niños son nuestros hijos de alguna manera. Lo mínimo que les debemos es un planeta habitable”, enfatiza.

“Están en riesgo todas las formas de vida complejas en el planeta y nosotros también. La mayor parte de nosotros, porque quedarán algunos… como siempre”, recalca esta periodista de 55 años autora también de las novelas “Romance de la negra rubia” y “Las aventuras de la China Iron”, entre otras.

Para cerrar la velada e irse a descansar tras un agotador viaje que la trajo de regreso del Festival EML24 realizado en Barichara, Gabriela no podía dejar a (Javier) Milei con cabeza y esto dijo del presidente de su país: “Es una bestia horrible la que nos gobierna hoy. Todos los días nos despertamos y no lo podemos creer. Es una cosa espantosa que habla en algún punto del fracaso de los últimos cuarenta años de democracia, porque esto de ser progresista en el discurso pero neoliberal en la economía tiene consecuencias y las estamos viendo”.

Ulibro 2024 contó con el esfuerzo de la Universidad UNAB y el apoyo del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, la Biblioteca Nacional, el Instituto Municipal de Cultura y Turismo de la Alcaldía de Bucaramanga, la Cámara de Comercio de Bucaramanga, la Gobernación de Santander, Coordinadora, ESSA, Delthac Seguridad, Centro Comercial Cacique, Banco de la República, El Espectador, RCN Neomundo, entre otras.



Premio Silvia Galvis a cinco periodistas que no tragan entero

(Esta nota la publiqué en ulibro.com y otros portales de la Universidad UNAB el 28/08/24)

"Silvia tenía claro qué es lo que era imperdonable de los poderosos y dónde había que pararse en este país frente a las injusticias, las mentiras o la violencia”. Esta frase la pronuncia María Teresa Ronderos Torres, quien no solo conoció su trabajo como periodista e investigadora, sino que además aprendió y fue amiga de Silvia Galvis.

Pues la bogotana Ronderos Torres recibió el Premio Nacional de Periodismo Silvia Galvis, de la Universidad UNAB, en reconocimiento a más de tres décadas de consagrada labor que la ha llevado a desempeñarse en medios nacionales como el diario El Espectador, El Tiempo y Semana, entre otros, o fundar el portal VerdadAbierta.com, haciéndose merecedora de galardones como el Premio Rey de España y el Maria Moors Cabot (Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, EE. UU.).


Ronderos Torres agradeció la distinción a su trayectoria, dijo que le eleva su compromiso con el oficio y afirmó que “lo nuestro es salir a influir en las sociedades, a empujar los cambios con las palabras, a hacer alharaca para que los caminos que nos llevan a los abismos se corrijan”, sin dejar de lado que “no buscamos el poder propio, sino que vigilamos el ajeno”.

Como si fuera la aguerrida Silvia que con sus columnas en los diarios Vanguardia y El Espectador o en la revista Cambio 16 se atrevió a desenmascarar a tantos corruptos y sacar a la luz innumerables asuntos que otros colegas prefieren guardar debajo de la alfombra, María Teresa hizo énfasis en su llamado cotidiano a verificar, confrontar versiones, exigir documentos, escarbar, documentar, indagar el contexto y los protagonistas, bajo “la ética de no tragar entero”.

Consciente de las amenazas y desafíos que representan fenómenos como las redes sociales y la inteligencia artificial, que llevan a colegir que el periodismo está moribundo, la directora del Centro Iberoamericano de Investigación Periodística (CLIP) aseveró que la labor que ejerció Silvia con tanto coraje demostró que “nada hay más arrollador que acercarse a la verdad con honestidad, sensibilidad y método”, extendiendo la invitación a los estudiantes, docentes y colegas presentes en el Auditorio del centro de Convenciones Neomundo para redoblar esfuerzos en la misión inclaudicable de hacer de este oficio algo aún más hermoso y más retador en tiempos de tanta mentira.

Otro de los ganadores del Premio Silvia Galvis entregados en el marco de la XXII Feria del Libro de Bucaramanga es un periodista costeño que tuvo el valor de revelar en La FM, de RCN Radio, los tentáculos de los paramilitares de la Sierra Nevada de Santa Marta en el negocio del turismo. Renán de Jesús Fontalvo Donado habló de esa gobernanza criminal y manifestó que hay una mafia que se apoderó del transporte de visitantes de la ciudad de Santa Marta al Parque Tayrona. “Ellos administran toda esa actividad y la Gobernación, la Alcaldía y demás entes gubernamentales lo saben”, acotó.


El reconocimiento en la categoría de opinión recayó en José Ramiro Celedón Ucrós con el trabajo “Matoneo subsidiado”, publicado en el Magazine Ojo Pelao’, el cual puso en evidencia el andamiaje corrupto de un clan político en el sur del departamento de la Guajira que se apoderó de millonarios recursos públicos para apalancar sus intereses privados, caso que está en manos de la Corte Suprema de Justicia. Por esa denuncia a José Ramiro intentaron silenciarlo dos sicarios que merodearon por su casa, pero sostiene que está y seguirá firme en su trinchera.

Valeria Acosta Velásquez y Paula Andrea Pérez Cárdenas, estudiantes de la Universidad de Antioquia, viajaron desde Medellín a recibir el galardón en la categoría de periodismo joven, al que se hicieron acreedoras con el trabajo “Los trapitos sucios se lavan en casa”. Este informe aborda la correlación entre la violencia sexual contra menores de edad y los embarazos de adolescentes.


En la séptima entrega de estos premios que llevan el nombre de la directora del entonces Vanguardia Liberal (nacida en 1945 y fallecida en 2009), el rector de la Universidad UNAB, Juan Camilo Montoya Bozzi, expresó la importancia que estos tienen para el Programa de Comunicación Social y la Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes. Destacó también el incremento en la participación de trabajos provenientes no solo de Santander sino de otros puntos de la geografía nacional, ya que fueron 63 las postulaciones (36 medios de comunicación y 13 universidades).

En esta ocasión el jurado calificador estuvo conformado por Ginna Piedad Morelo Martínez, Ana María Ferrer Arroyo y Margarita Martínez Escallón.

Piedad Bonnett y sus revelaciones de “La mujer incierta”

(Esta nota la publiqué el 29/08/24 en ulibro.com y otros portales de la Universidad UNAB)

Piedad Bonnet Vélez se sienta y lo primero que se le viene a la mente son aquellos días que estuvo de interna en el colegio La Merced, de la ciudad de Bucaramanga, “cuando alrededor no había sino montañas y era un escenario preciosísimo”. Luego mira al frente y queda asombrada con los más 600 jóvenes y adultos que han acudido a la cita con la aclamada escritora antioqueña (Amalfi, 1951). El significado imborrable es que sus padres la enviaron a esta institución regentada por monjas como castigo por “indisciplinada y rebelde”, con la prohibición de poner las cosas en entredicho y ante la mirada vigilante de un dios compasivo y castigador a la vez.

Madrugó a tomar el avión para venir a Ulibro 2024 “Palabras Vivas” con el propósito de hablar durante una hora de su más reciente novela: “La mujer incierta”, firmar decenas de libros y luego participar en una velada poética con su colega manizaleño Juan Carlos Acevedo Ramos. “Lo que veo es avidez de cultura y de reflexión”, dijo al comienzo, recibiendo a cambio un cerrado aplauso.

Esta dramaturga, crítica literaria y columnista del diario El Espectador, que durante tres décadas dictó clases en la Universidad de los Andes (Bogotá), viene de ganar el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2024, campo de los reconocimientos al que está habituada ya que ha recibido el XI Premio Casa de América con “Explicaciones no pedidas” (2011) y el Premio de Poesía Generación del 27 con “Los habitados” (2016), entre más de media docena de galardones.

Aparte de nueve libros de poemas, Bonnett ha publicado las novelas Después de todo, Para otros es el cielo, Siempre fue invierno, El prestigio de la belleza, Donde nadie me espere y Lo que no tiene nombre.

En la XXII Feria del Libro de Bucaramanga, Bonnett se refirió a algunas experiencias personales planteadas en La mujer incierta, un texto que nació “cuando el desconcierto general frente a la pandemia me llevó a reflexionar sobre mi propia relación con la enfermedad y la muerte. Como en todo libro autobiográfico la escritura fue un camino de reconocimiento, una inmersión en la memoria que me permitió  revisar mi propia vida e ir llegando a otros temas. Pero lo que el lector encontrará en estas páginas no son unas memorias, pues en forma deliberada he dejado muchos aspectos de mi vida en la sombra. Lo subjetivo, lo íntimo, solo me interesan en el marco de la experiencia colectiva del yo dentro de la circunstancia social e histórica. La que aquí habla, pues, es una mujer de una generación que aspira a iluminar desde la singularidad de sus vivencias cómo nos determinan el origen, la política, la educación, la religión, el género, el momento y que se pregunta por el papel de la libertad, el azar y el destino en cualquier vida”.


Por ejemplo, relató que cuando embistió el covid-19 permaneció atrapada en una finca durante dos meses, sin acceso a un computador y limitada a un cuaderno y un lápiz. “Ahí se me dispararon recuerdos muy fuertes sobre esa niña incierta que fui, y sobre esa adolescente atormentada que fui, y sobre esa mujer que salió de la universidad y luchaba por creer en ella y por creer en esa vocación que tenía para la poesía y para la narrativa, desde que tuve doce o trece años”, contó, refiriéndose a una época en la que pensaba que no había podido ser la persona que quería ser.

Una imagen sucedió a otra y esta a otras tantas, en un interminable ejercicio de memoria hasta que la obsesión mostró sus garras afiladas. “Un escritor es sobre todo un ser obsesivo. Si las ideas no perseveran y empujan, quiere decir que no hay necesidad de escribir eso. Pero a mí me empujaron esas ideas, y sin embargo yo no escribí ese libro en ese momento”, dijo. Aun así, la acechanza silenciosa del virus la llevó a reflexionar sobre la familia y un sinnúmero de asuntos.

Oteando el pudor absoluto infundado por la religión y el miedo terrible al cuerpo, Bonnett admite que de niña y adolescente no le enseñaron a nombrar nada, mientras que en su pueblo natal las mujeres tenían que montar a caballo de medio lado y hay de que osaran ponerse pantalones.

Otros aspectos esbozados en su charla con la periodista Laura Camila Arévalo, aparte de los tabúes de la sociedad y la educación puritana, Bonnett se detuvo en la negación de los placeres materiales con que fue criada, y afirmó que “los recuerdos son los recuerdos, hayan pasado o no… Lo importante no son los hechos sino la manera como la memoria ha procesado lo que sucedió o no sucedió”, en línea con lo dicho hace años por el Nobel Gabriel García Márquez.

En su introspección, acotó que esta novela le permitió cobrar una pequeña venganza con quienes en su camino no se han portado de la mejor manera, en especial los maltratadores y déspotas, admitiendo de paso que siempre se ha sentido una mujer bastante cobarde.

Insistiendo en que la literatura y las palabras han sido sus salvavidas, también reivindicó la rebeldía, los cambios de paradigma y las trasgresiones, se cuestionó sobre los condicionamientos, las carencias, las presiones sociales y la libertad, cerrando su conversación con un consejo: “Todos debemos buscar no el éxito, sino la felicidad”.



Agustina Bazterrica, ni el más mínimo asomo de utopía

(Esta nota la publiqué el 01/09/24 en ulibro.com y otros portales de la Universidad UNAB)

Su profesora Liliana Díaz Mindurry no se anduvo con rodeos y la desafió diciéndole que empezaba de inmediato a escribir una novela o, sin contemplaciones, la echaría del taller literario que impartía. “Entonces ahí arranqué con ‘Matar a la niña’, que nunca jamás la voy a reeditar porque me parece que es una novela fallida”, reconoce Agustina María Bazterrica (1974). 

Aunque desde niña publicaba cuentos con faltas de ortografía en las carteleras del colegio, si la vida no le da un giro tan drástico, Agustina estaría como secretaria en una oficina de abogados en Buenos Aires (donde trabajó por más de 20 años para costearse sus gastos) y no presentando su tercera novela “Las indignas”, en la XXII Feria del Libro de Bucaramanga.


Se desempeñó como guía bilingüe en el Teatro Colón, donde se enamoró de la ópera y quiso ser cantante lírica. También cursó la carrera de artes en la Universidad de Buenos Aires. “Yo escribo antes de saber lo que es un escritor. Inclusive cuando me quise desviar de la literatura, la literatura siempre me encontró”, afirma con la convicción de quien hoy se dedica exclusivamente a este mundo de las letras. 

Desde 1998 ha recibido distinciones en 36 concursos de cuento y novela en su país y en el exterior, alzándose con el primer puesto en diez de ellos, como el Clarín Alfaguara de Novela (2017). Su otro título es “Cadáver exquisito”, a la par del libro de cuentos “Diecinueve garras y un pájaro oscuro”. Autocrítica, Agustina manifiesta: “el día que vos creas que sos buen escritor por ganarte un concurso, dejá de escribir”.

“Nos llamó indignas, como todas las veces, como lo hace cuando nos reunimos en la Capilla de la Ascensión cada tres o nueve días (nunca sabemos exactamente cuándo nos van a convocar. Pronunció otra vez la palabra ‘indignas’ y hubo una reverberación en las paredes de piedra como si su voz tuviese el poder de movilizar lo inerte”. De esta forma inicia su diario clandestino de 192 páginas en las que es frecuente hallar palabras y renglones enteros tachados, pero no porque se le haya pasado por alto a la autora o al editor de turno sino debido a que ese es su peculiar estilo similar al de quien escribe a mano. Así que en uno de ellos dice: “Quise matarla, quiero matarla. Quiero atarla, quiero golpearla, quiero destruirla, quiero romperla, quiero lamerla, quiero desnudarla, quiero torturarla, quiero matarla, matarla, matarla. Quiero”, pero el verbo querer es el único que pasa intacto.


Bazterrica le dedica su obra a una amiga que falleció en 2022, pero también “a todas las indomables, brujas, desobedientes, a las que tienen la luz”. Es de los pocos autores latinoamericanos que puede darse el lujo de decir que ha vendido más de medio millón de ejemplares, siendo traducida a más de 20 idiomas.

“Una distopía perturbadora en la que resplandece la naturaleza oscura de una falsa divinidad, un dios abusivo, pero también la forma subrepticia, aunque poderosa, de la amistad”. Esto les quedó claro a quienes abarrotaron la Sala A del centro de convenciones Neomundo y se enteraron de que en su más reciente novela “el mundo atravesó guerras por el agua y catástrofes ambientales. Los días pasan de gélidos a sofocantes en cuestión de horas, el aire esta saturado de olores pestilentes y el cielo se cubre con nieblas espesas y pegajosas como telas de araña. En este presente desolador, confinadas en la Casa de la Hermandad Sagrada, varias mujeres sobreviven sometidas a los designios de un culto religioso y son objeto de torturas y sacrificios en nombre de la iluminación. Todas se encuentran bajo el mando estricto de la Hermana Superior, por encima de quien solo se erige ‘Él’. ¿Quién es ‘Él? Poco se sabe; nadie puede verlo, pero desde las sombras las domina”.

Gustan o no gustan. Con los libros de Agustina Bazterrica no hay medias tintas. Lo suyo no son las novelas románticas ni la prosa ligera. Se enfoca en el dolor, en la injusticia, en la podredumbre moral, en el hambre, en el consumismo, en la contaminación, en la alienación, entre tantas plagas de la humanidad, porque si considerara que el mundo está bien como está, sencillamente no escribiría y seguiría de asistente en el bufete bonaerense. Se quiere escapar de la distopía, pero esta la tiene atrapada con sus 19 o más garras.

Escribe sobre catástrofes con el anhelo de conjurarlas y que no ocurran, o para estar preparada cuando sucedan, si es que sobrevive cinco minutos. “Al final todos seremos devorados”, enfatiza. Pero de utopías ni el más mínimo coqueteo. Y que cada lector de “Las indignas” se cuestione sobre el amor como energía universal (no el romántico, insiste) y dónde está lo sagrado. 



Andrés Rugeles y su libro responden hacia dónde va América Latina

(Esta nota la publiqué en ulibro.com y otros portales de las Universidad UNAB (Bucaramanga, Colombia) el 21/11/24)

Puede que las 992 páginas de “América Latina: la visión de sus líderes” provoquen ansiedad en quienes estén habituados a leer resúmenes, pero este libro del politólogo Andrés José Rugeles Pineda está llamado a convertirse en la herramienta que permita comprender las tareas pendientes, las aspiraciones y los frentes claves del trabajo para el futuro de la región, así como los riesgos potenciales.

La presentación de la obra se llevó a cabo el 20 de noviembre de 2024 en el Auditorio Mayor Carlos Gómez Albarracín, de la Universidad UNAB, bajo la moderación del rector Juan Camilo Montoya Bozzi, y la participación del autor, así como del exfiscal y exembajador Alfonso Valdivieso Sarmiento; el excanciller y presidente del Consejo Colombiano de Relaciones Internacionales (CORI), Guillermo Fernández de Soto; y la decana de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, Elisa María Martín Peré.


Atendiendo la invitación de la Feria del Libro de Bucaramanga, Rugeles Pineda señaló que el punto de partida fue una pregunta siempre vigente: ¿Hacia dónde va América Latina? Para ello realizó 30 entrevistas a presidentes, expresidentes, ministros y altos funcionarios e incluyó 55 artículos elaborados por autoridades y expertos en la materia.

Escrito desde la Universidad de Oxford (Inglaterra) y la London School of Economics (LSE), bajo el sello de Editorial Planeta, este libro gira en torno a seis ejes temáticos: pobreza y desigualdad; crecimiento y productividad; medio ambiente; democracia; integración regional; e inserción internacional.

“Esta obra pretende constituirse en un aporte colectivo ––una suerte de bien público global y regional–– para pensar América Latina en el presente y el futuro, encontrando respuestas a sus principales desafíos”, manifestó su autor, quien se ha desempeñado como embajador y representante alterno de Colombia ante la Organización de Naciones Unidas (ONU), representante en Argentina de la Corporación Andina de Fomento (CAF), jefe de gabinete del secretario general de la Comunidad Andina y, en la actualidad, vicepresidente del CORI, así como miembro del consejo editorial de las revistas Foreign Affairs y Latin Trade.

Convencido de que así como la India para el año 2075 se convertirá en la segunda economía del mundo (después de China), priorizando la inversión intensiva en capital humano, prestación de servicios con altas calificaciones e innovación de productos manufactureros, basados en el conocimiento y la creatividad, está seguro que de la misma manera Latinoamérica debe ‘pavimentar’ su propio destino.

Sin embargo, este analista con ancestros santandereanos advierte que: “Nos encontramos inmersos en un escenario global que es lo más parecido a un torbellino sin fin y con velocidades inconmensurables. La incertidumbre parece ser la nueva normalidad… Estamos como humanidad en un profundo proceso de ‘cambio de época’, que es un punto de inflexión”.

Identifica entonces seis tendencias: nueva geopolítica y geoeconomía, democracias frágiles, triple crisis global (alimentaria, de combustible y financiera), proyecciones económicas nada alentadoras, desafíos en materia de cambio climático y agua, sin dejar de lado las armas de destrucción masiva y el uso de nuevas tecnologías.


Su carrera profesional de más de 25 años, así como su constante interés por el asunto, le permiten indicar que “América Latina arriba a este cambio de época en una posición frágil y dividida, en medio de diferentes trampas del desarrollo en materia social, productividad económica, ambiental, institucional y de gobernanza. Ha perdido importancia relativa en el mundo y la calidad de su inserción externa se ha deteriorado”.

Plantado en la orilla de los optimistas, Rugeles Rivera se la juega porque América Latina alberga el potencial de constituirse en una “región solución”, dadas sus enormes riquezas, teniendo un papel que jugar y un capital que aportar en recursos naturales, materias primas, cambio climático, energías limpias y alimentos. “En efecto, la Amazonia absorbe una cuarta parte del CO2 del planeta, tenemos el 60 % de las reservas de litio del mundo, podemos alimentar a 1.300 millones de personas y somos la región más dinámica después de la India en capital de riesgo y ‘unicornios’”, asevera.

Desde su perspectiva, la oportunidad que tiene Latinoamérica no se puede desperdiciar, pero exige liderazgos renovados. La región tiene el imperativo de construir visiones de largo plazo, pensar en grande, actuar de forma pragmática y llevar a cabo amplios consensos sobre las reformas estructurales que se requieren para asegurar un futuro más próspero e incluyente, acota.

En su opinión, los líderes de América Latina deben apuntarle a un norte común, buscando un nuevo contrato social, basado en pactos sectoriales y el irrestricto apego a la democracia, pasando de la ideología a la acción, para la construcción de un nuevo modelo de desarrollo que priorice la transformación productiva, alcanzando más acciones climáticas y dejando la retórica, enfrentando el desencanto democrático que  abre las puertas a los ‘autócratas 2.0’, profundizando el camino posible para la integración regional, con pragmatismo y sin ideologías, y asumiendo el reto de construir una vía latinoamericana de inserción en el mundo que privilegie un multilateralismo renovado y potencie nuestra voz y relación simultánea con los Estados Unidos, China, Unión Europea, India y el Sur Global.

Andrés José Rugeles se tomó su tiempo para hablar de asuntos complejos como el de la situación política de Venezuela. “Lo que ocurrió fue un golpe de Estado de un régimen cada vez más dictatorial, violento, corrupto y vinculado con el crimen internacional. El dictador (Nicolás) Maduro rompió con todas las normas básicas de democracia, la libertad y los contrapesos institucionales. Su único propósito es mantenerse en el poder al precio que sea”, afirmó.


En una región en la que se percibe un creciente desencanto democrático y donde lo que antes era indiferencia se ha convertido en abierta desafección, Rugeles Pineda subraya que hay que repensar la democracia y para ello plantea cinco elementos: construcción de una concepción integral que materialice un principio: democracia es mucho más que un gobierno de las mayorías, y elecciones libres y transparentes. Condiciones como los derechos humanos, económicos, libertades de expresión y prensa, y participación ciudadana son también fundamentales. El segundo es el fortalecimiento de la capacidad de los gobiernos para brindar resultados y soluciones oportunas a los problemas más agobiantes de la población. Buen gobierno para la eficiencia, y gobernanza para dotar a las instituciones de las capacidades necesarias para satisfacer las necesidades y expectativas de la gente.

El complemento es una reforma del sistema político y electoral que fortalezca a los partidos y congresos, y blinde los organismos electorales, poniendo de presente que los esfuerzos para fortalecer la democracia no deben circunscribirse solo a espacios nacionales y que la acción conjunta regional y global es un elemento transversal en esta tarea. En consecuencia, resulta prioritaria la actualización de la Carta Democrática Interamericana y la negociación de un protocolo adicional.

“Es urgente pasar del papel a la acción integral, con herramientas renovadas y cláusulas para enfrentar las nuevas amenazas a la democracia por parte de gobiernos autoritarios que llegaron al poder por la vía electoral, así como contrarrestar los desafíos de los populismos emergentes”, concluyó.