sábado, 12 de enero de 2013

El 'premio seco' de Santurbán

 
Columna que me publicaron este 12 de enero de 2013 en la revista www.olapolitica.com
 
El día que a mi amigo Aristóbulo le dijeron que se había ganado la lotería, por poco le da un patatús. Se puso lívido y su esposa Gertrudis tuvo que prepararle agua de toronjil, cerrera, como acostumbran en el campo.
 
Lo que no le advirtieron a Aristóbulo es que no se trataba del premio ‘gordo’, sino de un ‘seco’ que apenas le daba para recuperar lo invertido y si acaso comprarse una vaca recién parida.

Pues algo similar acaba de suceder con el Parque Natural Regional Páramo de Santurbán, que después de interminables años en los escritorios de ‘expertos’ de la Corporación Autónoma para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga (Cdmb) y de otras autoridades ambientales en Bogotá, finalmente ha recibido la partida de nacimiento, más parecida a un parto de los montes.
 
Con esta declaratoria de proteger 11.700 hectáreas, más 600 de Distrito de Manejo Integrado (DMI), el ministro del Ambiente, Juan Gabriel Uribe Vegalara, salió de la reunión del Consejo Directivo de la Cdmb, satisfecho, sonriente, intentando contagiar con su optimismo a periodistas que esperaban con ansiedad y otros que por tratarse de periodo de vacaciones tenían que reemplazar a un colega pero sin la más remota idea de qué se trataba el asunto.

Su argumento central era que en lugar de seguir ‘adelgazando’ el parque -como había venido sucediendo en la administración de Elvia Hercilia Páez al frente de la Cdmb-, lo que se estaba logrando era sumarle terreno a las 10.890 hectáreas que el nuevo director de la Cdmb, Ludwing Arley Anaya recomendaba en diciembre pasado a la Asamblea de Santander como una gran conquista en medio de las circunstancias, anticipándose quizás a futuras embestidas de la ‘locomotora’ minera que tanto promociona el presidente Juan Manuel Santos.
 
Así que con su consciencia “mejor que lo que estaba antes”, Uribe Vegalara esta vez no recriminó al Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, como en diciembre pasado cuando pidió explicaciones a los ‘cuestionamientos’ que formulaba su directora Brigitte LG Baptiste. Por el contrario, admitió que fue por su concepto técnico que se decidió incluir los bosques de robles que hay en Suratá y Cachirí, porque páramo sin bosque alto andino es como tamal sin chocolate, y eso bien lo sabe el exdirector de El Nuevo Siglo.

Así que fue una decisión unánime -o al menos eso manifestaron- y todos a desempolvar sus gorros de lana y sus chaquetas para cuando haya que subir a Berlín a tomarse la foto, ya que por Matanza-Suratá-California-Vetas la trocha no es aconsejable.
 
Ahora falta saber cómo será el grito en el cielo de las multinacionales mineras que durante los ocho años del Gobierno de Álvaro Uribe Vélez recibieron títulos mineros en la zona de páramo y que no están dispuestas a perder sus millonarias inversiones en exploración, si es que no han hecho explotación como ellas afirman.

Pero este anuncio que llena de gozo a MinAmbiente y hasta al propio director de la Cdmb -quien terminó aplaudiendo el concepto del Humboldt, mostrándose como uno de los artífices de la ampliación y afirmando que “priman los derechos ambientales sobre cualquier titulación minera”-, no genera la misma reacción en personas y colectivos como Erwing Rodríguez Salah, Florentino Rodríguez, Alix Mancilla, Jairo Puente Brugés, el diputado Roberto Schmalbach, el senador Jorge Robledo, la parlamentaria andina Gloria Flórez, el Comité por la Defensa del Páramo de Santurbán, la Fundación Compromiso, el Sindicato del Acueducto y el Movimiento Cívico Conciencia Ciudadana, quienes no solamente han organizado cuatro multitudinarias marchas a favor del agua y la vida, sino que han denunciado la ‘trasquilada’ que le han venido dando al área del Parque Natural Regional.
 
Ellos anhelan que la declaratoria sea de 20 mil hectáreas o al menos de las 12.267 que la Cdmb le planteó al Instituto Humboldt en octubre de 2010. Otra cosa es que la entonces directora de la Cdmb se haya bajado -“sin ninguna justificación, basada en información técnico-científica que sustentara dicha variación”- a 11.089 hectáreas en diciembre de 2010 y luego, ya en tiempos de Ludwing Arley Anaya -posesionado el 28 de junio pasado-, a 10.912 en septiembre de 2012 y 10.890 el 1 de octubre del mismo año, aduciendo razones jurídicas pero sin adjuntar ningún soporte técnico-científico.

El propósito de los defensores de la naturaleza -por lo menos hasta el 31 de diciembre-, es organizar para las próximas semanas una nueva marcha, esta vez llamada “de las cien mil voces por el agua”, para advertirle a MinAmbiente y a la Cdmb que se puede y se tiene que hacer más por el presente y futuro de uno de los departamentos que más depende de los páramos para su aprovisionamiento de agua, como lo ha advertido Brigitte Baptiste.
 
Erwing, Florentino, Alix, Jairo, Roberto, Jorge, Gloria y miles de colombianos más -como Aristóbulo-, no se conforman con aquello de que ‘del ahogado el sombrero’, así tengan que seguir enfrentándose al cabildeo y poder de unas multinacionales ávidas de obtener riqueza aquí o en el lugar del mundo donde les abran las puertas, deslumbrados por un fenómeno cuyos resultados ya se conocen de sobra, tal como lo han advertido el canadiense y candidato al Premio Nobel, Albert Berry, o el exministro de Medio Ambiente, Manuel Rodríguez Becerra, entre otros.
 
Su causa supera la delimitación y declaratoria del Parque Natural, porque de todos es conocida la fragilidad del ecosistema de páramo, que por sí solo no puede sobrevivir. Tienen claro también, que esta declaratoria no es una patente de corso de esas que repartían en la Edad Media y que ahora pretenderán esgrimir alegremente quienes habilidosamente interpreten la decisión como que fuera de la ‘cerca’ del Parque estará permitida la extracción de todas las reservas de oro y plata, dejando a cambio unas exiguas regalías, una que otra obra para la comunidad y todas las secuelas socioeconómicas que caminan de la mano con la gran minería y el petróleo.

Otras tareas pendientes van de la determinación final sobre a partir de qué altura sobre el nivel del mar se establece la frontera de los páramos -expresión altitudinal y criterios que varían para cada región del país-, al suministro de herramientas y alternativas para los habitantes de esos municipios que ahora tendrán que buscar otras fuentes de ingresos como el ecoturismo. Así mismo, habrá que darle presupuesto y ‘dientes’ a la autoridad ambiental para que su control en el lugar sea efectivo y no permitir que la minería ilegal se apodere de estas mágicas montañas donde nace el agua para Bucaramanga, Cúcuta y diecisiete municipios del Nororiente colombiano.
 

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