domingo, 16 de junio de 2019

"El 10 por ciento de los personeros en Colombia se encuentra amenazado": Jesualdo Arzuaga

(Esta entrevista la publiqué en la edición 477 de Vivir la UNAB, en circulación desde el 7 de junio de 2019)


El cargo que ocupa Jesualdo Arzuaga Ramírez no es nada envidiable. Ni siquiera por las millas acumuladas, porque ser director ejecutivo de la Federación Nacional de Personerías le implica no viajes de placer, sino reclamos, problemas y riesgos. Más si se trata de un país en el que de enero de 2018 a abril de 2019 fueron asesinados 317 líderes sociales -según cifras de Medicina Legal-, en una lista oprobiosa en la que Cauca, Antioquia, Nariño y Norte de Santander registran la mayor cantidad de casos.

Este abogado graduado en 2002 de la Universidad Autónoma de Bucaramanga es la voz de los personeros que trabajan en los 1.101 municipios que hay en Colombia, distribuidos en 32 departamentos y el distrito capital, de cuales cerca del 10 por ciento se encuentran amenazados.

Especialista en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario, así como coordinador de cooperación y asuntos internacionales de la Procuraduría General de 2013 a 2017 y docente de la Universidad de la Salle, Arzuaga Ramírez fue el invitado de Aseunab para que el pasado 17 de mayo impartiera en la Casona UNAB el seminario-taller “Oportunidades desde lo local en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos”. Apenas tres días más tarde se enteraba por la radio que Paula Andrea Rosero Ordóñez, personera de Samaniego (Nariño), dos sicarios la acribillaban desde una motocicleta en ese pueblo de 16 mil habitantes donde abundan los cultivos de coca.

Esta es la entrevista que le hice en Vivir la UNAB a este abogado que agradece el conocimiento y el rigor de profesores como Osilda Ramírez -de quien fue su monitor-, Aida Elia Fernández y Alonso Carrascal, entre otros. “De las cosas que más valoro de haber estudiado en la UNAB es la formación laica, porque no me impusieron nada en relación con mis creencias ni me tocaba ir a misa; y crecer en una universidad de provincia me ha permitido entender que desde lo local puede impactar lo internacional. Cuando quise estudiar esta carrera algunos se burlaban y me decían que mejor me fuera de misionero, porque el Derecho no es para trabajar por las comunidades, pero el Derecho tiene una oportunidad para servir y me ha servido para viajar, para crecer y para vivir bien. En una sociedad como la colombiana si uno no se pone en los zapatos del otro, está en el lugar equivocado. Este país es responsabilidad de todos”, expresa.Su promedio general acumulado fue de 4,0, y subraya que “no fui el mejor, pero tampoco el peor”.

¿A los personeros de Colombia todavía les interesan los derechos humanos o ese pasó a ser un asunto secundario?

Yo siento que para la mayoría de los personeros colombianos es su prioridad. Usted cuando el Estado colombiano se da cuenta que en esa categorización que tenemos, el 90 por ciento de los municipios son de sexta categoría y en ese orden el 90 % de los personeros de Colombia son de sexta categoría. Todos los días hay requerimientos en materia de derechos humanos y los personeros son la puerta de entrada para todo ese tipo de protección de derechos. Una personería de sexta categoría funciona con 120 millones de pesos al año y de ahí tiene que salir el salario del personero, el salario de la secretaria y además tiene que sacar para todo el funcionamiento, para atención a víctimas y ahora atención a migrantes… En fin, mil y pico de funciones son las que tiene ahora un personero municipal. Porque básicamente en un municipio están el alcalde y el personero, por lo que si se presenta un tema de violación de derechos ahí está el personero. Quiéralo o no, tiene que seguir trabajando con el tema.

¿El personero de hoy arriesga tanto como lo hacía en los años álgidos del conflicto armado interno o ya es más cauteloso?

Nosotros tenemos una problemática y es que en esta coyuntura de amenazas a líderes sociales y defensores de derechos humanos, el 10 por ciento de los personeros en el país se encuentra amenazado, con diferentes tipos de riesgo. Tengo personeros desplazados que tienen que trabajar desde otros lugares. Por ejemplo una personera de Arauca trabaja en mi oficina en Bogotá porque no puede seguir ejerciendo sus labores en ese departamento. Esto es algo muy triste porque si los personeros son básicamente quienes protegen los derechos de la comunidad y se tienen que estar desplazando de sus lugares, qué les queda a las víctimas, a la población migrante. Esta es una situación que nos preocupa mucho.

¿El personero es la voz de los ciudadanos?

Se conoce como el ombudsman. Es el defensor local del pueblo y digamos que es una mezcla del procurador y del defensor nacional, porque tiene funciones como el procurador de investigación de lo público, pero también defiende y promueve los derechos humanos. Entonces es el defensor de la sociedad.

¿Qué están haciendo concretamente para evitar que siga este exterminio de dirigentes comunales, campesinos, indígenas y reclamantes de tierras, entre otros? Este es un país en el que 4.500 líderes sociales tienen custodia de la Unidad Nacional de Protección.

A pesar de las amenazas que reciben los personeros por su trabajo, muchos de ellos han liderado acciones para proteger tanto a comunidades indígenas como defensores de derechos humanos y líderes sociales. Nos articulamos permanentemente con los programas de protección existentes, pero tenemos una ventaja y es que por ejemplo la Federación es una entidad sin ánimo de lucro y vive principalmente de la cooperación internacional. Esto nos ha permitido tener comunicación con los organismos internacionales por ejemplo de Naciones Unidas, que nos ha permitido ampliar la ‘sombrilla’ de protección. Nosotros protegemos los personeros, pero en los casos más graves tratamos de agilizar los trámites ante estas organizaciones para llamar la atención. También nos articulamos con la Defensoría del Pueblo. El tema de la cooperación sí es efectivo porque hace una presión diferente a las autoridades nacionales cuando se presentan estos casos. El drama que se está viviendo ahora en Colombia en relación con amenazas y homicidios de líderes sociales nos toca, porque decimos que no hay medidas idóneas para proteger la vida de una persona que por ejemplo la amenaza un actor en un territorio. ¿Qué hace usted? ¿Disponer un carro blindado con escoltas? Eso no es tan efectivo y en la mayoría de casos esto termina siendo contraproducente para los mismos líderes. Los personeros se comprometen con activar las medidas existentes, pero en muchos casos con activar otras medidas que no tiene el Estado. Por ejemplo la cooperación que tenemos de organismos internacionales y que nos permiten sacar a una persona del territorio.

¿Qué organismos internacionales les están echando la mano?

Estamos trabajando muy de cerca con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, con Acnur y con algunas organizaciones no gubernamentales. Recientemente firmamos un convenio con Open Society, una ong norteamericana que trabaja el tema de reducción de homicidios en el mundo y tenemos un proyecto concreto en la comuna 1 de Palmira (Valle del Cauca) y Cartagena. También las embajadas británica, sueca y de Noruega, y estamos terminando un proyecto con la Unión Europea (UE). Ahora se nos viene la coyuntura de la migración y quien tenga experiencia podrá presentar proyectos relacionados con ese tema.

¿Hay territorios vedados para los personeros en Colombia?

Es difícil decirlo oficialmente porque la realidad supera la formalidad. Formalmente no debería existir ningún territorio vedado para un personero municipal, pero en la práctica… Hace unos días en un tema de restitución de tierras hubo un ataque a un juez en el Catatumbo  con nueve heridos y dos muertos, y uno lo que piensa es que afortunadamente no estaba el personero allí porque si no sería una cifra más. El 24 de diciembre de 2018 el personero de Puerto Rico (Caquetá) fue asesinado en la puerta de su casa. Estaba llevando unos procesos de control social en el municipio y lo mataron. Entonces sí, puede haber lugares donde la defensa de los derechos humanos sea un ejercicio de alto riesgo.

¿Entonces no se trata de hechos aislados sino que detrás de esta creciente ola de crímenes estaría una ‘mano negra’ como en otros tiempos no tan remotos?

Uno diría que sí. Los aletazos del conflicto y todos los fenómenos que se dan en territorio no son homogéneos. Evidentemente hay zonas más peligrosas que otras y dentro de esas zonas unas más peligrosas que otras. Efectivamente algo sí está pasando en el país y se están generando unas nuevas conflictividades. Hay nuevos intereses, hay reagrupación de actores armados, y es un fenómeno que está tocando algunas regiones. Pero decir sí tajantemente sería muy irresponsable de mi parte.

¿A quiénes les caen mal los personeros?

No se los tragan los corruptos, los violentos y las personas que ven en la defensa de los derechos humanos una tendencia política, pero defender los derechos humanos es defender lo básico, es defender la humanidad. A uno no podría molestarle el defender la humanidad, porque todos somos seres humanos.

Sin embargo, hay congresistas y columnistas que descalifican a los defensores de derechos humanos y los tildan de izquierdistas cuando no de comunistas.

Mire el fenómeno de Venezuela, que es paradójico. Las organizaciones no gubernamentales estaban catalogadas como de una tendencia y hoy en día existen en ese país unas vulneraciones de derechos humanos. ¿Y qué están haciendo las organizaciones sociales? Denunciando lo que está ocurriendo allí y son organizaciones que defienden la vida, sin importar el color. Otro ejemplo es el de Human RightsWatch y José Miguel Vivanco, quienes critican con la misma dureza tanto lo que ocurre en Venezuela como lo que sucede en Colombia. Y uno diría que están en teoría dos tendencias totalmente encontradas.

¿Les preocupa la reaparición de los ‘falsos positivos’ o ejecuciones extrajudiciales en el país?

Nos preocupa cualquier tipo de violación, venga de donde venga. Con esa radiografía que le doy, los personeros tienen que poner el pecho a tanta vulneración. Es que ni siquiera las vulneraciones que están asociadas al conflicto, sino las que sufren los colombianos en el día a día por ejemplo en el acceso a derechos económicos, sociales y culturales. Los campesinos muchas veces no tienen ni siquiera cómo sacar sus productos y venderlos, ni la posibilidad de vivir dignamente y acuden a las personerías a ver qué encuentran, y el personero tiene que decirle al alcalde que mire a una comunidad que está pasando hambre. La Guajira es una situación muy clara que hemos identificado permanentemente. Los personeros tienen que afrontar toda situación que se le presente a un ser humano en territorio y tiene que darle respuesta. Como sea.

¿Entonces qué razón habría para estar al frente de un gremio que solo son problemas? ¿Por qué mejor no le pide ‘canoa’ en Washington al embajador Alejandro Ordóñez?

El gremio de los personeros es uno de los más bonitos que hay en Colombia, y más que problemas yo veo oportunidades. Primero no recibimos dinero del Estado, lo cual nos da mucha autonomía para tocar las puertas de la cooperación. Y, segundo, hay muchas cosas por hacer para fortalecer el gremio. Desde que en abril de 2017 comenzamos en esta dirección entendimos que necesitamos articular el gremio, porque como todo gremio tiene problemas internos, y porque tenemos una fuerza que mostrar. Con el desarrollo de los proyectos tenemos la oportunidad de que en el exterior nos vean y que se den cuenta que lo que hacen los personeros en territorio es bien importante. Además, estos son los primeros personeros que son producto de la meritocracia y pasaron por un examen que cuesta el 70 % de la elección, frente al 20 % de su hoja de vida y el 10 % la entrevista. No podemos negar que se han presentado algunos problemas y algunos concejos han tenido problemas con la elección porque ha habido política de por medio, pero uno podría decir que a grandes rasgos esta cohorte que acaba en diciembre de 2019 fue muy positiva. Afortunadamente no han eliminado el concurso, aunque hay proyectos de ley para acabarlo y que vuelva el anterior mecanismo de elección. Entonces yo veo oportunidades y es un gremio al que se le puede sacar mucho jugo. Mi vida me ha dado la oportunidad de entender la cooperación, trabajar en lógica de proyectos y se pueden presentar muchas iniciativas en favor de los personeros a nivel internacional.

lunes, 10 de junio de 2019

Los médicos también se enferman… y hasta mueren

(Esta entrevista al médico Fernando A. Rivera -de la Clínica Mayo de Estados Unidos- la publiqué en la edición 477 de Vivir la UNAB, en circulación desde el 7 de junio de 2019)


Todo esperaban los asistentes al XVI Congreso Internacional de la Facultad de Ciencias de la Salud de la UNAB, menos que el médico Fernando A. Rivera los pusiera a verse en el espejo de su propia y cruda realidad. El título de la conferencia era “Síndrome de fatiga médica”, pero en 35 minutos este barranquillero-bumangués que trabaja en la prestigiosa Clínica Mayo (Jacksonville, Florida) les dio un campanazo en sus oídos del que ninguno de sus colegas –experimentados o novatos– salió indemne.

Con estudios y cifras en mano, como que solo en Estados Unidos se registran al menos 400 suicidios de médicos al año, Rivera les fue diciendo hasta de qué se pueden morir. Luego aceptó esta entrevista.

Nació un 2 de mayo de “hace bastantes años” –se reserva la edad– de padre valluno y madre santandereana, y aunque no tiene acento costeño, paga lo que sea por una mojarra frita con arroz con coco y patacón pisado. Se hizo bachiller en el Colegio San Pedro Claver y de allí voló a la Universidad Javeriana donde se hizo profesional, luego cursó medicina interna en un programa con la Nacional, después aprendió de cuidado intensivo con el Instituto Nacional de Cancerología, de cuya UCI sería el director por cuatro años. Posteriormente fue jefe de urgencia de la Clínica del Country, tuvo su consultorio y fue profesor de la Nacional hasta que su hermano falleció en el atentado contra el avión de Avianca en Soacha y más tarde fue secuestrado un cuñado, razones que lo llevaron a buscar mejores horizontes, siempre con el apoyo de su esposa Leonor Méndez.

Labora en la división de consulta y diagnóstico médico de la Clínica Mayo, que son los casos complejos de medicina interna, donde da la segunda opinión a una lista interminable de pacientes de Europa, Asia, África y Latinoamérica que van hasta esta institución ubicada a cinco horas en carro al norte de Miami. También hace preoperatorio. Se siente orgulloso de estar vinculado a la primera clínica del planeta que “con un don, filosofía y creatividad de familia, el padre médicoy los dos hijos cirujanos empezaron a conformar hace más de 153 años la pionera en atención multidisciplinaria y hoy en día es la más grande del mundo y la más respetada por su modelo de cuidado”.

¿Los médicos también se enferman?

Los médicos nos volvemos pacientes, a pesar de que creemos que somos invencibles, que no nos enfermamos y que somos inmunes a muchas de las enfermedades que ni siquiera pensamos que las podemos tratar para nosotros mismos.

¿Y de qué se enferman?

Depende del contexto que se mire, pero en forma general dependiendo de las especialidades hay más incidencia en los cirujanos de unas enfermedades o de los clínicos o médicos generales en otras. Pero básicamente existe hipertensión, ansiedad, depresión, diabetes, problemas hematológicos a nivel del sistema sanguíneo y también se ha podido ver desde el punto de vista psicológico la parte de fatiga profesional y del poco bienestar.

¿Son conscientes de que se están enfermando o nunca se preocupan?

En general no hay un concepto de que uno puede enfermarse o de que está enfermo. Nosotros no nos hacemos el autodiagnóstico o la autorreflexión para los problemas que podemos tener. Y es bastante complejo porque si miramos hacia atrás la forma como el sistema nos ha enseñado a reconocer la enfermedad en otros y no en uno mismo, pienso que hay una falencia que viene de muchos años. La forma como somos curadores de otros pero no de nosotros mismos, y eso está cambiando. Desde hace más de cuarenta años se viene hablando de esto, pero en la última década en países como Estados Unidos y de Europa se está dando más énfasis a que el médico debe protegerse y debe estar en bienestar para poderle dar bienestar a otros.

¿Aplicaría el refrán de “en casa de herrero, azadón de palo”?

Para ponerlo en un argot colombiano, pienso que sí. Nos creemos invencibles, que tenemos no solamente la verdad para poder tratar pacientes sino la convicción de que no nos va a pasar nada, y al cabo del tiempo vemos que los mismos estudiantes de Medicina ingresan con altas cifras en las pruebas de clasificación y en las entrevistas, y ellos mismos a partir más o menos al segundo añoempiezan a ver la poca satisfacción y el poco balance entre la vida personal y familiar y lo que se quiere en la carrera.

¿Será porque para muchos su principal afán es hacer dinero, comprar automóviles de lujo y vivir en condominios?

La situación es compleja y no solamente es por la formación que hemos tenido y la cultura que se nos ha dado. En parte no es culpa del médico, sino de la forma como la sociedad nos ha protegido. A veces hemos sido intocables, nos da nivel, nos da un buen salario cuando se compara con otras profesiones, y si usted ve en la historia muy pocos son doctores y en Latinoamérica eso marca. En estos países eso le da a uno un nivel, un estatus. Por eso cuando estamos en ese pedestal es cuando no reconocemos las propias carencias, falsedades que podemos tener y debilidades con las que a diario podemos caminar.


¿Fue eso lo que se aconteció aquel día que se miró al espejo y se dio cuenta que estaba malgeniado y hasta trataba con cinismo a los pacientes? ¿Cómo fue ese momento en el que se dio cuenta que algo delicado le estaba pasando?

El reconocerse a uno mismo es también una virtud del médico. El reconocer que uno para brindar paz, tranquilidad, seguridad, bienestar, salud en general a los pacientes, permanentemente le cuestiona a uno, independiente del tipo de médico que sea. Luego uno está cuestionándose si su labor se está entregando con eso que uno refleja en la actividad médica. Los factores sociales, comunitarios, de la carrera y económicos pesan, porque entre más tenga uno un nivel ante la sociedad, uno adquiere estos compromisos.

Creo que desde un comienzo me di cuenta. La pregunta sería. ¿qué momento determinó que usted puede también llegar a ser enfermo y a tiempo puede prevenir lo que usted está haciendo? Me he especializado en prevención médica y estoy convencido durante toda mi carrera que siendo un internista me da la posibilidad de ver todo muy integral, global, no solo para mí sino para el paciente. Y la misma formación que recibí con la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, en el Colegio San Pedro Claver de Bucaramanga, eso me dio la oportunidad y la madurez interna para poder llegar al momento en que uno se cuestiona, que fue el año pasado, para iniciar una etapa personal.

Y termina tomando hasta un curso de cocina y preparando unos platos que ni su esposa se atrevía a probar, pero brindándose la oportunidad de hacer un alto en el camino.

(Sonríe) Claro, porque la solución al problema no es de uno ni es del sistema. La solución son varios frentes. Y yo soy un convencido por todos los años que llevo ejerciendo, después de haberme graduado en 1983, de que la solución a los problemas viene por la decisión que uno tome por ejemplo de cocinar, de hacer ejercicio, leer un buen libro, ir al teatro… hacer actividades en las cuales uno realmente pueda balancear la vida personal, la vida familiar y la vida del trabajo. La solución no está en un solo frente. Lo importante es coger esos elementos que son los esenciales para dar una solución.

El cocinar me abrió la perspectiva de que yo no soy cocinero y de que cocino pésimo, pero me desarrolló la destreza o por lo menos la oportunidad de darme y eso es satisfactorio. Porque al final lo que preparé, que fue un arroz converduras –que no me gustan pero que me quedaron buenas– y un pollo muy bien sazonado, dije: ¡sí se puede!

Cuando en su charla dijo que en las mañanas antes de levantarse para salir corriendo al consultorio es aconsejable pensar en cinco familiares o amigos, ¿eso es que se le está ‘corriendo el coco’ o que se metió a una secta rara?

Independientemente de la fe que se tenga, de la religión que se practique, de la forma política como vea uno la vida, uno tiene que aferrarse a la ciencia. Y por eso mencionaba que después de meditar, de hacer yoga, relajación o respiración controlada, uno se basa en la ciencia y esto es neurociencia. Por eso activar el modo enfocado del cerebro –que es parte de la neurociencia– desarrollaesa oportunidad para evitar el temor, la ira, la falsa pasión, el castigo, el comentario falso, el no ver al paciente con cariño, con ternura, con verdadero cuidado. Como no existe una medicación que lo haga, entonces cómo puedo activar esas zonas de la corteza cerebral profunda que son muy bien formadas, que son cables neuroquímicos, para que yo pueda tener esa mejor ubicación en la función. Es eso: pensar en lo agradable; no pensar en lo que nos causa más impacto negativo. No pensar permanentemente en el pago de impuestos o que me espera un trancón para llegar a la oficina, sino cosas agradables. Y qué más agradable que antes de levantarse pensar en la familia y en los seres que se quieren. Esas son técnicas de neurociencia que están escritas y validadas y que deben practicarse. Pero el trajinar diario y la dependencia de la tecnología no nos dejan. Estamos más mecanizados que naturalizados, y debemos ser naturales. Luego esas técnicas funcionan y han demostrado que reducen el estrés, que es no placentero y negación a las cosas buenas que uno como ser humano potencialmente puede dar.

¿Qué pasa con esos médicos que se la pasan renegando de esa “maldita Ley 100” o que ya no pueden convertirse en millonarios en tan corto tiempo? ¿Ellos son más propensos a enfermarse?

Esas son demostraciones tangibles de que se está pasando por una situación en la cual el balance profesional no está adecuado. Probablemente son las alertas de que algo no está en organización y en completa calma para poder brindar la paz, el cuidado, la buena salud a los pacientes que uno como derecho ha ganado hacia la comunidad.

Si los médicos hacen un juramento hipocrático y hacen promesas por todos los dioses y las diosas, ¿por qué hay unos médicos que al poco tiempo se olvidan de esos principios éticos y se convierten en máquinas registradoras o al menos en una especie de robot sin sensibilidad por los pacientes?

Nos hemos materializado. Ya no se habla de una clínica, sino de una institución; ya no se habla de un paciente sino de un cliente; ya no se habla de un médico sino de un proveedor en salud. Entonces ese factor, uno de tantos, está reflejando que realmente ha cambiado la forma de ejercer la Medicina. Todos hicimos un juramento hipocrático, independientemente de cualquier universidad de la que hayamos salido, pero ese juramento se ha pisado a través del tiempo porque no hemos sabido cultivarlo, no lo hemos procesado a diario, no lo hemos masticado, asimilado y proyectado. El sistema nos ha encarrilado en un corre-corre, en un producir y no en una satisfacción personal y para la comunidad. Podríamos hablar horas de factores que pueden estar incidiendo su personalidad, su relación con los otros, relaciones matrimoniales o amorosas, que pueden incidir en la forma como un individuo está respondiendo en su profesión o en su carrera. El juramente hipocrático (siglo V a. C.) se ha ido diluyendo porque lo ponemos como un documento y no es un documento; es una práctica, es una filosofía, es un testamento de vida. Y los factores que lo han opacado parten de uno mismo que no lo practica, y parten del sistema.


400 médicos que se suicidan en un año tan solo en un país. Eso es demasiado grave.

Esa es una parte de la crisis a la que se ha llegado. Más de cuarenta mil estudiantes en Estados Unidos están sufriendo de fatiga profesional, aun sin ser profesionales. Más de sesenta mil residentes y fellow, que se supone que ya tienen un nivel de madurez en la carrera médica, y casi medio millón de médicos que están con poca satisfacción, poco balance entre lo personal, lo familiar y la carrera. Cuando nos enfrentamos a una situación más grave que es la carencia total de la vida por suicidio, esto es terrible. Cuatrocientos médicos de Estados Unidos que mueren al año, es una cifra terrible. Pero más que ponernos a llorar, debemos cuestionarnos porque no sabemos las estadísticas en nuestros países. Aquí nos enteramos por el comentario del vecino o del periódico, pero no sabemos realmente cuántos están al borde de o han cometido suicidio. La cifra yo la tomo como una forma de medida tácita, no expresa, porque probablemente hay más y no están reportados. Hablamos de que la depresión lleva a ello; probablemente. Las estadísticas dicen que de dos mil médicos encuestados en el año 2018 por parte de la Asociación Americana de Medicina, el 32 % decían que tenían rasgos de depresión, pero no que están deprimidos, porque es un subregistro. Todavía está el estigma. Volvamos a su primera pregunta: ¿ustedes los médicos se enferman? Los médicos también hacemos ‘chancuco’ en el sentido en que no nos gusta revelar propiamente las estadísticas para decir que estoy deprimido o ansioso o estresado o al borde del abismo de lanzarme por un puente. Eso no va con el médico, porque la forma como fuimos formados y como nosotros mismos cultivamos es de ser infalibles. Eso tiene que cambiar y está cambiando. Por eso la decisión de abrir este congreso de la UNAB con un tema que no era la última píldora en cardiología o la última inyección de insulina que se ha desarrollado. Se trata de ver al médico como un paciente a través del médico. Esto es demasiado importante porque las estadísticas lo están diciendo.

Cerró usted su presentación recomendándoles a estudiantes de Medicina y colegas en ejercicio que entren a la aplicación de Apple denominada Well-beingIndex, para que cuando quieran y en pleno anonimato se miren al espejo y gestionen una herramienta científicamente desarrollada.

Eso se llama un índice de bienestar y fue desarrollado por la Clínica Mayo en Rochester (Minnesota) y por la doctora Liselotte ‘Lotte’ Dyrbye. Así como usted tiene una aplicación para su mejor música o un GPS que nos orienta sin haber estado jamás en determinado restaurante o lugar, necesitamos saber en dónde estamos ubicados, cuáles son mis coordenadas, qué tan cerca estoy de la ansiedad, de la depresión o aun del suicidio. Y esta herramienta, que es una forma métrica de medir en qué nivel estamos, es totalmente anónima y gratuita. Es hacer una introspección de cómo me comparo con el resto de la población, qué técnicas puedo aplicar y cuáles son las referencias bibliográficas para poder mejorar esa situación y lograr un bienestar.

Entonces lo puede hacer un médico de Capitanejo o Tamalameque.

Cualquiera puede hacerlo. Sencillamente entra a la aplicación Well-beingIndex, registra su nombre y su dirección electrónica. Luego contesta nueve preguntas que han sido validadas y que encaminan a su nivel de bienestar y de satisfacción, al gozo por su carrera, a cómo se ve frente a los demás y cómo brinda el cuidado. Esto le da unos indicadores comparativos con el resto de la población. A quien baje la aplicación le llegan reportes, por ejemplo, de si ha mejorado o se encuentra en el mismo nivel. Cada quien puede entrar periódicamente, cada semana, cada quince días, y va a ver sus propias estadísticas en una herramienta que está siendo efectiva para poder tener algo tangible. Acuérdese que a los humanos siempre nos toca la parte objetiva. Necesitamos palpar, oler, degustar… Y esta herramienta nos ayuda a ver en qué nivel de arriba o de abajo nos encontramos y qué debemos hacer. Y cómo están los demás. No para darnos una satisfacción de que estoy mejor, sino de que podemos mejorar en un corto tiempo.

Primero vinieron seis y ahora ya son doce los médicos de la Clínica de Mayo que vienen a este Congreso de la UNAB. ¿Cuál es el imán? ¿Qué buscan?

Yo he estado viviendo 23 años en Estados Unidos y el 1 de mayo de 1996 empecé mi carrera de nuevo porque ya tenía mi carrera acá. Empecé comprometiéndome con la comunidad de pacientes y con las instituciones que me dieron la oportunidad como la Universidad de Miami y la Clínica Mayo, que me abrieron las puertas. La satisfacción personal no es única para sentirme bien, a pesar de que estoy hablando de bienestar. Sería egoísta pensar que los triunfos que he conseguido sean míos. Son de la comunidad y del sistema que me brindó la capacidad y la madurez con la experiencia, de poder ‘brincar el charco’ y llegar a Estados Unidos. Sería mezquino de mi parte si yo disfruto de ese bienestar, sin saber que de donde yo vengo y cuales mis orígenes son pertenecen a algoa quien yo le guardo gratitud.

Ustedes en la UNAB tienen el potencial, el mismo del cual yo tomé y cultivé la experiencia que me dio esa fachada, que en los Estados Unidos me atendieron y me promovieron en el ejercicio de mi carrera. Es aquí donde está la energía que a mí me dio el mensaje de que uno tiene que ser bueno, pero no para uno, no por el sueldo, no por el renombre, es por la calidad de trabajo y de cuidados que se le brindan a gente. Entonces qué mejor forma de retribuir a la misma comunidad que me vio surgir. ¿Por qué la UNAB y no otra universidad? Porque la vida está hecha de momentos y como estamos hablando de balance de vida y profesión, hubo momentos sociales y académicos de reuniones previas en las cuales me encontré con colegas como Gustavo Parra, Claudia Sossa y Juan José Rey, que me dieron esa posibilidad de comunicarnos, hacer un plan conjunto, no a nombre mío sino de la comunidad que nos dio y que nos da el diario vivir de la medicina. Pero si usted me dice que debo ir a los barrios de la salida a Cúcuta que necesitan que los muchachos sean educados en cualquier tipo de prevención, allá voy. La Medicina como ciencia no le pertenece a uno ni a dos ni a un grupo, es de la humanidad. Los médicos somos un espejo que nos reflejamos en la comunidad a la cual servimos.

¿Usted vive ‘picho en plata’?

¡No! La felicidad de mi vida no es material, sino la satisfacción de lo que dice siempre la gente buena: el deber cumplido. Estaré feliz de seguir esa senda y retribuirle a la sociedad que me vio nacer y que me formó, para que sean más sanos cada día. Mi apostolado fue la Medicina y me siento feliz no solamente de estar con pacientes sino de participar en congresos como este de la UNAB, compartiendo estos momentos académico-científicos.

Eso quiere decir que los jesuitas que lo formaron no perdieron el esfuerzo con usted.

Está en lo cierto. Creo que el mensaje de los jesuitas se cumplió y lo veo como esta senda de servicio. A mí me marcó la formación jesuita y eso lo confirma de que lo hice en el San Pedro y en la Javeriana. Me falta mucho, pero he recorrido un buen trayecto. Creo que ahí voy…


“Toda esa suciedad” en ocho cuentos


(Esta nota la publiqué en la edición 477 de Vivir la UNAB, en circulación desde el viernes 7 de junio de 2019)


Con los ocho cuentos de “Toda esa suciedad”, Juandiego Serrano –docente del Programa de Literatura de la Universidad Autónoma de Bucaramanga– ganó la Convocatoria Primer Libro de Creación Literaria UIS, colección Emergentes.

A lo largo de las 213 páginas de “10-02”, “Míster Cuquita”, “El cucarachón”, “Alina entre las cuerdas”, “El cuento de la vaca”, “Déjavú en el jardín de las flores”, “Unión libre”, “Kansligheten” y “En el reproductor”, el lector tiene la opción de dejarse llevar por la ironía y el humor, sin saber qué sorpresa le deparará el final de cada párrafo.

Para la muestra un botón de Serrano: “El legado fue un discurso social donde todo se puede, pero no nada se da. Se puede el sexo; el aborto no. El amor se quiere; los vicios no. La familia se puede; el fracaso no. La libertad se promulga y el error se castiga. Nadie es analfabeto, pero hay muy pocos letrados. Y el hombre común, el hombre bueno, el que anda a pie, vive encerrado. Forma una familia y se encierra como una mujer. Engendra un entorno de familia donde la familia misma es una especie que se defiende de otras especies. O no tiene hijos, y se encierra como un marica. Escribe literatura anónima, compone música independiente, redacta libretos de cine sin pantalla y vive de mamá y papá”.

“Toda esa suciedad” no pasaría la censura de Torquemada ni de Ordóñez, pero tendrá por descontado el abrazo de su padre, Orlando Serrano. Hagan la prueba: “Me gusta hacer amistad con las putas. En especial, me gusta cuando les pago por no tener sexo. Encontrar a una puta amiga no es difícil: lo complicado es encontrar una puta dilecta, capaz de ser una puta en mi cabeza. Es extraordinario el momento en que una logra ser capaz de satisfacer mis diálogos, acostados los dos en el atrio de su profesión, no en el de la mía. Eso es hablar como un putas con una puta de vocación”.

“Frente a la hechura de los cuentos, como persona y como sujeto moral, sobre todo, dejo de participar en el libro para que los diálogos entre los personajes, para que las circunstancias que se presentan como escenario no sean cohibidas por X o Y motivo. Este libro además tiene como colofón la autopsia de la localidad. Autopsia porque esta ciudad tiene muchas características de morbimortalidad, a pesar de la vida que se expresa en sus días”, manifiesta este historiador y gestor cultural a quien por su pinta recatada nadie reconoce como el director de un programa radial de rock.

Serrano es punzante, así corra el riesgo de granjearse la enemistad de quienes a pies juntillas se refieren a esta como ‘La Barcelona suramericana’ o ‘La Suiza latinoamericana’. “Bucaramanga tiene el estatus jurídico de una iglesia de garaje, porque somos una congregación más que una ciudad como tal. Si algún escritor de literatura de terror se dirigiera a un lugar como Bucaramanga, encontraría todos los indicios de una ciudad fantasma”, asevera.

Razones tendrá este profesor de 34 años de edad para expresar, escalpelo en mano, que la historia y desenvolvimiento cotidiano parecen todo el tiempo estar recabando en las nostalgias de los que recogen oro y con su brillo se obnubilan dentro de su propia soledad y le dan vida a una ciudad que a pesar de que crece, de la vida ya está respuesta.

Disección en la que explora la psicología que hay detrás de la capital santandereana y la misma historia a través de las conductas compartidas, pretendiendo tomar toda esa materia más que para vilipendiarla, para sacar de su esencia, de sus pequeñas historias, ese nivel de localidad que puede ser asimilable en cualquier lugar del mundo pero que aquí tiene un respirar particular. En “Toda esa suciedad”, Serrano busca rescatar todos esos territorios que parecen muertos y así poder otorgar un contacto con la vida, recordando al compositor Álvaro Serrano (Q.E.P.D.) cuando decía que la mayor cualidad de Bucaramanga es no tener ninguna.

Juandiego no se enfoca en los héroes provinciales de quienes tan urgidos están sus paisanos, sino que en su libro les da luz a espacios como la tienda, el vecindario y a personajes como el celador, sin que se convierta en literatura urbana.

Ya veremos cómo les cae a los ortodoxos esta inmersión de Serrano en ese sujeto perdido en su propia subjetividad como lo es el bumangués de todos los pelambres, que en no pocos casos adopta posiciones megalómanas para poder subsistir en esa especie de depresión controlada que provee una ‘metrópoli’ sin alicientes espirituales pero con el componente de la pertenencia. Un libro que sirve de pretexto para no buscar el exilio en Tamalameque o Caparrapí.