martes, 13 de noviembre de 2018

Susanita Pérez, 83 años y estudia Literatura en la UNAB

(Esta entrevista la publiqué en la edición 471 de Vivir la UNAB, en circulación desde el 9 de noviembre de 2018)



Si los 83 años que lleva a cuestas y el accidente con la moto que la atropelló y la dejó un año recuperándose no la han hecho desistir, mucho menos está dispuesta a ‘tirar la toalla’ con los análisis del estructuralismo ruso que le endosa su profesor Julián Mauricio Pérez.

Susana Pérez Hernández de Correa es una cucuteña nacida el 18 de julio de 1935 pero con el acento tradicional de los cachacos, debido a que la mayor parte de su vida ha transcurrido en la capital colombiana.

Y es precisamente aquí, en un inmenso apartamento en el que hay tres paisajes de Segundo Agelvis, tres biblias antiguas de gran tamaño, un florero, los retratos de sus antepasados y un enorme piano en el que durante incontables veladas se sentó el compositor pamplonés Oriol Rangel, donde se produce este encuentro con Susanita, la abuela que ingresó en 2010 a estudiar Literatura en la Universidad Autónoma de Bucaramanga y quien está a punto de coronar el sexto cuatrimestre de los doce que comprende este programa que se imparte bajo la modalidad virtual.



El torrencial aguacero hizo que la cita de las tres en punto de la tarde se aplazara 38 minutos, debido a que llegar hasta los alrededores del Centro Andino resulta complicado aún en domingo. Sin embargo Susanita, con su dinamismo y alegría que la caracterizan, estabamás que dispuesta a atender esta visita.

Le pido que hagamos las fotografías en su lugar de estudio, pero ella dice que prefiere en la sala porque hay algo de desorden. Entonces, bajo la mirada de una hermana, de una nieta periodista que vive en México y de su tutor, Susanita accede a dejarse retratar. Al poco rato hace su aparición Emilia Maldonado de Gaona, la amiga y cómplice con la que viajó en la última semana de agosto pasado a Bucaramanga con el propósito de no perderse la Feria del Libro de la UNAB y donde conoció al exministro de Salud, Alejandro Gaviria, autor del libro “Hoy es siempre todavía” y quien la visitaría semanas más tarde para autografiarle un ejemplar y tomarse un tinto.

Entre foto y foto cuenta que validó el bachillerato y que su esposo, Mario Correa Lince, la cuidaba tanto que prefería que permaneciera en el hogar, razón por la cual se trazó como meta realizar algún día sus estudios de Literatura, primero en una institución bogotana en la que permaneció poco tiempo y ahora en la UNAB, donde Susanita se ha convertido en la consentida de la directora del Programa, Yaneth Lizarazo Ortega, y de casi todos los docentes, en especial de Juan Diego Serrano (Edición de Textos), a quien insiste en mandarle saludos.



También hace referencia a su tío Luis Pérez Hernández, quien alcanzó a ser el primer obispo de Cúcuta y obispo auxiliar de Bogotá por allá a mitad del siglo XX, además de uno de los precursores de la ecología en Colombia, y por supuesto que rememora a su abuelo Julio Pérez Ferrero, un pedagogo e historiador que sobrevivió al terremoto de la capital nortesantandereana el 18 de mayo de 1875, como alcalde tuvo la misión de reconstruirla y cuyo nombre lleva la Biblioteca Municipal de esa ciudad. No deja por fuera a su padre, Ramón Pérez Hernández, quien a los 28 años de edad fue nombrado gobernador de su departamento e inauguró en 1929 el servicio de cable aéreo que unía a Gamarra (Cesar) con Ocaña. Por último hace referencia a sus hijos María Emilia, Andrés y Santiago, un niño especial que adoptó hace 17 años. El diálogo se abre paso.

¿Qué la motivó a estudiar Literatura y precisamente en la UNAB?

El motivo para estudiar literatura, no fue otro que estar encantada leyendo todos los libros que llegaban a mis manos, me ha gustado toda la vida estudiar, leer, y escribir poesía, ha sido el motivo que me ha alegrado la vida, y me siento completamente feliz de haber cumplido con ese sueño. Para entrar a la UNAB busqué muchas oportunidades en varias universidades, y la que más me gustó fue la UNAB, que tenía muchas facilidades para poder estudiar por computador y sin salir de la casa, pudiendo cumplir mi anhelo de conocer más a fondo la literatura. Tantas eran mis ganas de estudiar que hasta volví a hacer el bachillerato y me matriculé en el Instituto Bacatá con todos los muchachos que perdían el año y pasé el examen del Icfes.

Si no tiene que rendir cuentas por calificaciones y promedio acumulado, ¿qué hace que se tome tan a pecho cada una de las asignaturas?

Me tomo con mucha responsabilidad el estudio y no estoy tranquila hasta que saco buena nota. Es un compromiso conmigo misma y con cumplir mi sueño de conocer lo máximo posible la forma de escribir de todos los autores.



¿Qué les responde a quienes en esta sociedad consideran que una persona mayor de cincuenta años prácticamente está ‘descontinuada’ para la vida académica y laboral?

¡No! A los 50 años uno está demasiado joven para descontinuarse, falta mucha vida para completar los sueños. A las personas que piensan que yo estoy muy vieja para estar estudiando, les digo que tengo la convicción de que cuando uno está viejo tiene la obligación de hacer más cosas que cuando está joven, para tener una vida plena, mientras llega el momento de entregarle a Dios el alma y dejarles un buen recuerdo a los hijos y nietos. Mientras tenga memoria y pueda escribir voy a seguir estudiando porque me encanta y además para salvarme del Alzheimer.  

¿Sus hijos qué opinan de que usted esté cursando una carrera profesional a estas ‘alturas del partido’?

Mis hijos se sienten muy orgullosos de tener una madre entusiasmada estudiando, leyendo y comentando el nuevo concepto de literatura. Para los hijos es una inspiración y una enseñanza de todos los días de cómo vivir la vida con ganas y con entusiasmo, y sin miedo de ensayar cosas nuevas. A mí me encanta hablar con ellos y contarles todas las cosas nuevas que he conocido, dejándoles ese ejemplo como experiencia de vida, y que ojalá les sirva de recuerdo para cuando lleguen a mi edad.



¿Qué ha sido lo más difícil de adelantar esta carrera bajo el modelo de enseñanza virtual?

Pues no he tenido mucha dificultad, porque he contado con varios profesores que me han ayudado, para escribir en el computador y acceder a la plataforma virtual. Lo más difícil es entender las palabras modernas como el estructuralismo ruso y a teóricos como el francés Michel Foucault.

¿Cuáles son sus libros favoritos y su escritor de cabecera?

No tengo ningún libro favorito. Me gusta leerlos, analizarlos y aceptarlos o rechazarlos. Toda mi vida he leído, cuanto libro llega a mis manos, y agradezco a Dios que me ha dado la fortaleza de poderlos leer, analizar y comprobar, la forma que tiene cada escritor en contar sus sentimientos y sus ganas de llegar al público y ser aceptado. Me gustó mucho leer el libro de Héctor Abad Faciolince sobre la muerte de su padre y me fascinan las poesías de Gabriela Mistral como ‘El Ruego’: “Señor tú sabes cómo, con encendido brío…”, y los poemas de Manuel Machado como ‘Adelfos’: “yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron. Soy de la raza mora, vieja amiga del Sol, que todo lo ganaron y todo lo perdieron…”.

¿Para qué leer si todo está en Google -como dicen los alérgicos a los libros-?

Leer sostiene la mente viva y pienso que estas generaciones no tienen suficiente ánimo para resolver los problemas, porque todo lo encuentran en Google. Entonces no hacen esfuerzos para poder reflexionar sobre las cosas, porque ahora todo es fácil y se encuentra en el Internet. Es importante que a los niños les ayuden a gozar la lectura y los libros.

¿Qué se va a regalar el día del grado en la UNAB?

Primero que todo, no pienso graduarme. Mientras me acepten así, haciendo cursos de cuatrimestres y pensando todo lo que pueda contestar, estoy contenta y para mí eso es un regalo, poder todavía contestar las preguntas sin angustiarme. El diploma que me lo pongan en el ataúd.

Tengo entendido que usted vio crecer al periodista Felipe Zuleta Lleras. ¿Él está al tanto de sus ‘andanzas’ en la Literatura?

Felipe no ha vuelto a comunicarse conmigo, y no sé en que está, pero él es muy buena persona y si yo lo llamo puedo enterarme de qué está haciendo.  



El exministro de salud, Alejandro Gaviria, escuchó de su historia y vino a su casa a visitarla. ¿Cuál de sus comentarios fue el que más le llamó la atención?

El exministro Gaviria me pareció un hombre encantador, muy humano y muy agradable en su manera de ser. Aquí en mi casa leyó mis poesías, y fue una visita muy agradable y todos quedamos encantados con él. En el libro “Hoy es siempre todavía”, que él escribió, me hizo una dedicatoria que dice: “Con un fuerte abrazo de aprecio y gratitud para una compañera de letras y ejemplo de vida”.

¿Cuántas voces de desaliento ha recibido para que no estudie y en su lugar se quede tejiendo en casa?

Bastantes voces de desaliento he recibido. Me preguntan qué voy hacer con el estudio, y me dicen que ya no es hora de estar en la universidad, sino dedicarme a tejer para los niños pobres, cosa que también hago. Me han animado mucho sobre todo Yaneth Lizarazo, la directora del Programa y mis profesores como Juan Diego, que me encantó conocerlo en Bucaramanga. Una persona muy importante para mí es Fernando Perdomo, que me ayuda a escribir en el computador para poder mandar las tareas y me acompaña a tomar capuchino y a todas las diligencias que necesito hacer.



¿Qué comentarios hacen sus nietos cuando la ven ‘haciendo tareas’?

Mis nietas Alejandra y María se sienten orgullosas de la abuela. También  a Samuel, que tiene cinco años, le gusta que su abuela está en el colegio como él. Quieren ser como ella y llegar a viejos con entusiasmo y haciendo, como yo opino, más cosas que cuando jóvenes. También disfrutan cuando les cuento sobre las cosas que leo porque aprenden y se divierten con mis análisis. Mis hijos y mis nietos, que han estudiado muchas carreras, me han dado el aliento para seguir estudiando y poder salir adelante.

¿Se le medirá a escribir un libro de cuentos o una novela?
Yo he escrito muchos cuentos y poesías, pero no quiero tener un libro porque pienso que eso es para los grandes escritores.

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Una hora y media después termina el encuentro. Me brinda una aromática para que deje de titiritar. Ignoro cuándo se graduará Susanita, pero ese día ella sabe que lanzaré varios voladores y le daré un abrazo por su perseverancia y optimismo contagioso.

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