(Esta nota la publiqué en la edición 465 de Vivir la UNAB en circulación desde el 20 de abril de 2018)
En esta Colombia de heridas profundas, la
masacre de Vuelta Acuña sigue abierta.Ocurrió
por allá un 12 de enero del año1984 en una vereda de Cimitarra (departamento de
Santander) y pasó a los anales como uno de los primeros actos de barbarie
cometidos por paramilitares en complicidad con agentes del Estado.
Algunos
medios de comunicación tergiversaron los hechos y otros se dejaron meter los
dedos en la boca por sus fuentes uniformadas. Lo cierto es que llegaron a
afirmar, por ejemplo, que se trataba de la muerte de ocho subversivos,
asegurando que “una patrulla contraguerrillera que adelantaba una misión de
reconocimiento y de seguridad por el sector de Vuelta Acuña, estuvo a punto de
ser emboscada por el XI Frente de las Farc, pero debido a la preparación y a la
técnica empleada por la tropa se evitó la preconcebida masacre de militares”.
Sostenían,
citando a un portavoz militar, que “las tropas incautaron abundante material
bélico y de intendencia, así como propaganda subversiva y documentos del
Partido Comunista”. Mientras que otro medio difería y acotaba que la matanza de
los campesinos se atribuía a las Farc.
Pero
allí, en medio de ese cruce de desinformaciones, en un ambiente hostil en el que
los fusiles silenciaban al más valiente, estuvo la reportera Marbel Sandoval
Ordóñez, quien se encargó de esclarecer este tenebroso capítulo de la historia
del conflicto armado en Colombia. Años después (2006)publicaría con Hombre
Nuevo Editores el libro “En el brazo del río”, en cuya tapa posterior la periodista
bumanguesa Silvia Galvis (q.e.p.d.)consignó: “El cuerpo de Paulina Lazcarro
nunca fue encontrado. Con esta frase sugestiva y categórica Marbel Sandoval
abre su novela alimentada y nutrida en hechos siniestros y reales. Porque en
“El brazo del río” trata de la masacre de hombres, mujeres y niños en el paraje
de Vuelta Acuña, cerca a Barrancabermeja, a principios de los años ochenta. En
esa medida este libro es más que la construcción de una ficción: es la
reconstrucción de una historia verídica que la autora rescató del expediente
judicial y de su propia memoria, pues ella ejercía –puede decirse sin caer en
exageraciones– como corresponsal de guerra en esa zona del Magdalena Medio
santandereano, asolada por las ferocidades de las Farc y de los ‘masetos’,
mejor conocidos ahora como ‘paras’, o –sin ahorrar letras– paramilitares”.
“Con
todo y que el tema esencial de esta novela –señala Galvis– es el abandono y la
barbarie, “En el brazo del río” está cuidadosamente edificada sobre bellísimas
y conmovedoras imágenes de amor y amistad, en un escenario desolador de ultraje
y violencia. Y esta es una de las cualidades aventajadas de este libro: la
combinación acertada de los elementos contrarios y aun contradictorios. La
violencia y la poesía contrastan pero se complementan, como las luces y las
sombras, en un lenguaje rítmico, vigoroso y fluido como el agua del río en cuyo
fondo, quizás, quedó enterrado el cuerpo profanado de Paulina Lazcarro”.
¿Pero
por qué hablar de este asunto en el año 2018 y además en la UNAB? Porque la Claudia
Patricia Mantilla Durán, docente del Programa de Literatura Virtual, junto a
las comunicadoras Helga Rocío Moreno y Diana Díaz, así como Walter Gómez
presentaron el pasado 23 de marzo en el Auditorio Mayor ‘Carlos Gómez
Albarracín’, con el Colectivo Diente de León y el auspicio de Bienestar
Universitario de la UNAB, la versión teatral de “En el brazo del río”.
La
adaptación corrió por cuenta del dramaturgo cubano Atilio Caballero, director
del Teatro La Fortaleza, a quien conocieron hace dos años en Bucaramanga y le
propusieron realizar un taller y ajustarla al escenario de las tablas. Ni
Caballero ni Sandoval pudieron ver la presentación, pero la autora de la novela
les dijo que viajará desde Madrid (España) a la Feria del Libro de Bogotá y
aprovechará para asistir a la presentación que Diente de León hará el 28 de
abril en el Museo de Arte Moderno
de Bucaramanga.
Durante
59 minutos Claudia Patricia encarnó los personajes de Sierva María, Isaura
(mamá de Paulina) y la bruja, mientras que Helga hizo de Paulina y de bruja,
Diana de Fidelina (abuela de Paulina), niña de la escuela y bruja, y Walter de
papá, cura y verdugo. El profesor de Artes
Audiovisuales, Manuel José Jaimes, y Anderson Díaz se desempeñaron como asistentes de dirección, con una incipiente
iluminación y música rock y metal de fondo.
“Quisimos
hacer un reconocimiento a las víctimas de la violencia en el Magdalena Medio.
En este caso a dos niñas que les tocó crecer en ese ambiente de guerra, y
también a los desaparecidos. Esta es la memoria de un episodio violento que ojalá
jamás de repita en Colombia”, manifestó Mantilla Durán, subrayando que la obra
es una mezcla de periodismo basado en hechos reales y de ficción.
Pudieron haberse conformado con ensayar y presentar una obra de esas en
lo que todo es en broma y al final el público se marcha convencido de que está
viviendo un cuento de hadas en un país en el que todo es color de rosa, pero como dijo Marbel Sandoval cuando en 2006 la
entrevistó Diego Olivares para Vivir la
UNAB y le preguntó por
qué no dejar en el olvido un hecho como la masacre de Vuelta Acuña, “porque
no podemos perder la memoria. Si lo hacemos, lo perdemos todo. La literatura es
una manera de contar la historia y tener memoria es una forma de no repetir la
historia”. Y el teatro hecho en la UNAB también, esta vez rindiendo un homenaje
a Honorio, Jesús, Óscar, Carlos, Isaura, Beatriz, Cruz Elena y ‘Juancho’, los
campesinos acribillados a las 7:30 de la mañana de ese gris 12 de enero de 1984,
cuando les sacaron los ojos, les arrancaron la lengua, les echaron ácido y los
remataron a balazos.
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