Si
el purgatorio o el infierno existen, uno de los más firmes candidatos a irse en
el próximo expreso es Daniel Samper Ospina. Eso al
menos es lo que desearían los sectores más godos de
Colombia al enterarse de lo que este columnista y youtuber bogotano hizo en las
30 horas que permaneció en la ciudad de Bucaramanga del 15 al 16 de febrero de
2018.
Este
enfant terrible de 43 años no se
conformó con presentar en el auditorio de la UNAB “Mi puta obra”, más de una
hora y media de sátira en la que no deja títere con cabeza, ya que igual se la ‘dedica’
al senador Álvaro Uribe y al presidente Juan Manuel Santos, que a los candidatos
Gustavo Petro y Germán Vargas Lleras, a los congresistas Roberto Gerlein y Paloma Valencia,
al exgobernador de Santander, Richard Alfonso Aguilar, o al excomandante de las
Farc, Timoleón Jimenez ‘Timochenko’.
Con la sobredosis de humor que lo caracteriza, Samper Ospina
fue capaz de mantener la atención de 780 espectadores que no podían de la risa
cuando escuchaban sus ocurrencias leídas de un guion o dichas al vuelo. Antes de
mostrar una foto de Antanas Mockus en trusa o un video de ‘Lucho’ Garzón
bailando el ‘Asereje’, este hincha furibundo del Santa Fe tuvo la chispa de rememorar
a la ‘loca de las naranjas’ y, por supuesto, al exvicepresidente Francisco
Santos y su propuesta para calmar a la gleba.
Digamos
que hasta ahí lo previsible, porque los medios han notificado del éxito de sus
presentaciones en Bogotá y otras capitales. Pero lo que no estaba en la agenda
de muchos es que se trepara al teleférico de Floridablanca con el propósito de
grabar lo que él denominó “La ruta Ordóñez”, un disparatado ‘homenaje’ al exprocurador
general que el 13 de mayo de 1978 como miembro de la Sociedad San Pío X quemara
libros y revistas ‘profanos’ de Rousseau y García Marquez en lo que ha dado en
llamar un “acto pedagógico”.
De
su expedición al que bautizó en la revista Semana
como “el primer Cristo con blower de la historia”, Danny pasó a realizar un agitado
recorrido subiendo a pie desde la carrera 36 con 48 hasta los ‘rascacielos’
criollos de ‘La pequeña Manhattan’. Y de la carrera 41 a la 33, pasando por iglesias,
saludando a sus simpatizantes, escuchando una que otra vaciada heredada del tío
del elefante, tomándose una y otra selfie con cuanto espontáneo le salía al
paso.
El
fundador y presidente de la ong “Calvos Sin Fronteras”, secundado por su
camarógrafo y sonidista Andrés, y custudiado a prudente distancia por dos escoltas
de civil y dos agentes en motocicleta que no le quitaban la mirada, subía escaleras,
recitaba su libreto, subrayaba, hacía adaptaciones y sudaba con un caballo. Es que a quien se le ocurre usar chaqueta
-y oscura para rematar- con los calores que padece Bucaramanga en esta temporada.
Pero eso poco le importaba. Se embadurnaba más protector
solar en su desentejada cabeza y continuaba frenético con ‘La ruta Ordóñez’, angustiado por alcanzar
a visitar todos los sitios de referencia y que no los dejara el avión. Del
Parque San Pío al monumento del fundador del Opus Dei, de allí a la casa en la
carrera 27 donde ‘Lalo’ pasó su infancia y juventud mientras estudiaba con los
jesuitas en el colegio San Pedro. Después a la
Biblioteca Gabriel Turbay, pasando por la Universidad Santo Tomás en la que reposa
el trabajo de grado como
abogado de Ordóñez consagrado a la Virgen María -“corredentora del linaje
humano”-, en el que le suplica “el aplastamiento del comunismo ateo para que
brille por doquier la fe católica”.
Baje,
sube y corre que los condujo a la fábrica de galletas La Aurora, donde compró
un paquete y engulló unas cuantas sin que se le atoraran, tranquilizado por una vecina que le advirtió que estas no contienen preservativos. Y por último a la
capilla San José, del barrio Alarcón, donde el aspirante presidencial de tirantas
y colmillos limados acostumbra ir a misa en latín, a la usanza del
ritual tridentino en el que el cura siempre les da la espalda a los beatos y beatas
de mantilla. En este lugar obró un milagro: Danny se persignó -aunque de nada le sirva porque el 'pecado' de burlarse de los políticos no tiene perdón-.
La última parada sería en ‘Mata de Plátano’ para almorzar a las cuatro
de la tarde un cabro con pepitoria, yuca, papa, cebollas ocañeras y refajo con
un toque de guarapo.
Pero el
plato fuerte fue lo que aconteció
en la carrera 33 con 45, a los pies de la gorda que el destituido alcalde Fernando
Vargas Mendoza le compró por una millonada a Fernando Botero en el año 2010.
Aquí sí que Danny sacó su casta de mamagallista. Se
vistió en un santiamén con su insignia de caballero cruzado o de troglodita del
KKK –nunca se supo-, sus botas de plástico, su capirote cual señal de penitencia
y les mostró a los transeúntes un ejemplar de su libro “Mi puta obra”. Le
rompió el plástico protector y con la ayuda del empresario que contrató su presentación
en esta ciudad, lo roció con alcohol.
Su ‘puto’ libro ardió a la velocidad que los
incondicionales de Ordóñez –y de Uribe- anhelan que Samper Ospina se cocine en el
inframundo donde habitan ese tipo de almas malvadas que osan desafiar al enviado
santandereano de Dios a la Tierra.
Aquí les adelanto las fotos, porque en los próximos días quedará listo el vídeo que podrán gozar –o maldecir- en #HolaSoyDanny, el cual sin este capítulo ya cuenta con 376.012 suscriptores paganos.
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