(Nota de Alberto Donadio Copello publicada en la edición 2.111 de la revista Semana (12 al 19 de noviembre de 2022)
Un coronel del Ejército que combatió a los paramilitares fue esencial para condenar al coronel de la Policía y exgobernador de Santander, Hugo Heliodoro Aguilar Naranjo.
Se sabe que Hugo Aguilar se alió con grupos paramilitares para ser elegido gobernador de Santander entre 2004 y 2007. La Corte Suprema de Justicia lo condenó a 108 meses de prisión por ese delito. Pero casi no se sabe que fueron unos paramilitares los que dieron la primera voz de alerta que llevó a la condena de Aguilar.
En 2007 se realizaron operativos
en San Rafael de Lebrija, corregimiento de Rionegro (Santander), en que fueron
capturados varios desmovilizados de las autodefensas. Como acusaron a
políticos, se abrió una investigación en la Corte Suprema de Justicia. Los
desmovilizados señalaron que si los magistrados querían saber de
paramilitarismo en Santander, entrevistaran al comandante del batallón Luciano
D’Elhuyar “que nos dio muy duro”.
Fue entonces cuando la Corte citó
al coronel del Ejército Julio César Prieto Rivera. Prieto llegó en diciembre de
2003 a San Vicente de Chucurí (Santander) como comandante del batallón, que
lleva el nombre de un prócer de la independencia de padres franceses. Estuvo
dos años como comandante. “Cuando yo llegué era muy marcado el contubernio que
existía entre los paramilitares y la fuerza pública –Policía y Ejército–, y con
vergüenza lo digo. Casos donde miembros del batallón les suministraban los
datos a los paramilitares de quiénes habían entregado información, y esas
personas eran asesinadas”, dijo Prieto al periodista Pastor Virviescas.
Cuando llegó a la región, Prieto
mandó a imprimir 20.000 tarjetas personales de presentación con su celular
personal y su correo electrónico, y las repartió entre la población. La gente
se refería al batallón como el batallón de los paracos o el batallón del cartel
de la gasolina. Los paramilitares robaban gasolina del poliducto. Por la
emisora del batallón, Prieto afirmaba que “la guerrilla y los paramilitares
eran prácticamente lo mismo, que cometían las mismas fechorías y delitos, que
la única diferencia era la supuesta causa que los motivaba; a los primeros, la
igualdad de clases y a los segundos, la seguridad del pueblo”, recordó en su
libro “Desenmascarando al hombre que mató a Pablo Escobar”.
No se movía una hoja sin el visto
bueno de las autodefensas, dice el libro. Ellos cobraban 400 pesos por cada
cerveza que se vendía, 200 pesos por gaseosa, 10 pesos por kilo de cacao
producido, 5.000 pesos al año por cada cabeza de ganado y 20 por ciento por
cada compraventa de inmuebles.
Prieto empezó a darse cuenta de
que el batallón estaba infiltrado, pues los operativos de captura de
paramilitares fracasaban porque recibían preaviso. Trajo entonces soldados del
Catatumbo. Supo que un sargento viceprimero acompañaba a los paramilitares a
romper el poliducto para hurtar gasolina y que el suboficial abrazaba el tubo
diciendo: “Mi amor, papito” y le daba besos.
Menos de dos meses después de su
posesión, cinco campesinos visitaron a Prieto en su oficina y le pidieron la
devolución de equipos de comunicaciones incautados a paramilitares. Alegaron
que ellos tenían una ONG y mencionaron a un individuo que era cabecilla de un
frente del bloque Magdalena Medio de las autodefensas. Dijeron que ese
cabecilla, Alfredo Santamaría Benavides, no quería enfrentarse al Ejército,
sino trabajar con los militares y que podía pagarle al coronel Prieto 40
millones mensuales y cinco muertos con fusil, es decir, cinco falsos positivos.
Prieto les contestó que iba a hacer de cuenta que no había escuchado nada y que
él iba a combatir a todo el que estuviera por fuera de la ley, indica el
libro.En las veredas, a Prieto le decían: “Coronel, esa causa suya es una causa
perdida, los paracos tienen el apoyo de los políticos que mandan en la región,
siempre ha sido así”.
El mes siguiente a la posesión de
Prieto, se presentó a la base militar de El Carmen de Chucurí el diputado Luis
José Arenas Prada con varios comerciantes. En su libro, Prieto señala que el
diputado le dijo que ellos estaban preocupados, pues él como comandante había
llegado con ideas contrarias a las que se habían manejado en la región y que no
se debía perseguir a campesinos que habían sacado a la guerrilla y que
Santamaría Benavides había hablado con ellos para que hablaran con Prieto.
Según el libro, Prieto contestó
que no le interesaban las relaciones con personas al margen de la ley y que el
diputado era tan autoridad como él y que ambos tenían como misión “combatir a
los ilegales y no actuar a favor de ellos”. Meses después, monseñor José
Antonio Arenas Prada invitó a almorzar al coronel Prieto en el Club del
Comercio de Bucaramanga. Monseñor le dijo a Prieto que era hermano del
diputado, señala el libro, y que quería invitarlo a una reunión con su hermano
para limar asperezas. Prieto cuenta que le preguntó al clérigo si podía
confesarse. Monseñor replicó: “Coronel, a eso no vinimos”. Prieto recuerda que
le dijo: “No importa, monseñor, deseo confesarme con usted. Monseñor, su
hermano Luis José es un político aliado de los paramilitares, su hermano Luis
José me ha buscado y me ha hecho ofrecimientos en nombre de los paramilitares,
su hermano es un hombre malo, que se ha convertido en mi enemigo porque yo
estoy combatiendo a los paramilitares que tenían sometida la región”. Luis José
Arenas Prada es actual concejal de San Vicente de Chucurí.
A mediados de 2004, el gobernador
Hugo Aguilar convocó a una reunión en la V Brigada en Bucaramanga. Allí, el
secretario de gobierno de Aguilar, Óscar Josué Reyes Cárdenas, le dijo al
coronel Prieto en voz baja, según cuenta el libro: “Coronel, usted es un tipo
muy joven, muy inmaduro, usted no conoce de la vida todavía, no busque
problemas, hombre; no joda tanto en esa región, no se meta con esa gente,
hombre; tenga la gente contenta, mire que hasta lo pueden trasladar”. En 2012,
el exsenador Reyes Cárdenas fue condenado por el delito de promover grupos
armados al margen de la ley.
En septiembre de 2004, en una
visita del presidente Álvaro Uribe Vélez a El Carmen de Chucurí, en presencia
de la comunidad, el gobernador Hugo Aguilar le pidió al presidente el traslado
del coronel Prieto a otra región. No fue trasladado, aunque tres meses antes el
comandante del Ejército, general Martín Orlando Carreño Sandoval, le contó a
Prieto que el presidente en tres ocasiones le había pedido ese traslado. Las
presiones de los políticos de Santander llegaban a la Casa de Nariño.
En 2006, cuando ya Prieto había terminado su misión en Santander, Uribe Vélez dijo en un consejo de seguridad en Barrancabermeja: “Él hizo una gran labor porque fue un hombre eficaz e imparcial, del coronel Prieto no se puede decir que es aliado de la guerrilla, ni que es aliado de los paramilitares, es un hombre imparcial”. En la misma reunión, el padre Francisco de Roux señaló: “Todo el mundo le creía a Prieto, y le creía porque Prieto fue muy duro con las autodefensas y muy duro con la guerrilla”.
En una sentencia, la Corte Suprema de Justicia señaló: "Tanto fue el compromiso, apoyo y patrocinio del grupo paramilitar por los líderes políticos de la época que pretendieron torpedear la labor que desarrolló el coronel Prieto". Pero esa labor no fue premiada con el ascenso a general.