domingo, 28 de junio de 2015

'La octava maravilla del mundo es Richard Aguilar'

(Columna de Daniel Samper Ospina publicada en la revista Semana el domingo 28 de junio de 2015) 



Con la madurez suficiente de quien sabe que ocupa un lugar en la historia, don Richard tomó la decisión con calculadora frialdad.

En medio de las malas noticias que agobian al país, vale la pena agradecer al joven y dinámico gobernador de Santander, don Richard Aguilar, su esfuerzo para que Colombia cuente con la que podría ser la octava maravilla del mundo: una escultura de 37 metros de Nuestro Señor Jesucristo, sembrada en el centro de Floridablanca, en la que don Richard invirtió 60.000 millones de pesos obtenidos de las regalías petroleras: el dinero suficiente para construir 13 megacolegios, 15 hospitales de alto nivel o surtir de contratos las dos próximas generaciones de la familia Galán.

Con la madurez suficiente de quien sabe que ocupa un lugar en la historia, don Richard tomó la decisión con calculadora frialdad:

–Gobernador, tenemos 60.000 millones: ¿los invertimos en educación?

–No.

–¿En salud?

–No.

–¿En los niños que mueren de hambre, acaso? 

–No, no: vamos a hacer una estatua del Mesías que mida 37 metros.

–¿Del Mesías es decir de don Hugo, su papá?

–No, de Cristo, mejor dicho.

–¿Cristo, el ministro?

–No: del Todopoderoso. 

–¿O sea?

–De mí: háganme una estatua con gafas oscuras y camisa ajustada para que el pueblo me recuerde; inspírense en una foto de Alejandro Fernández, como yo mismo lo hago cuando estoy en mi vestier.

Y así sucedió: con tan cuantiosa suma de dinero elaboraron la estatua más grande que haya visto Colombia después de la mano negra del Parque Jaime Duque, elevada en honor a Fernando Londoño, e incluyeron en ella una urna del tiempo, que abrirán en 100 años, dentro de la cual don Richard incluyó un libro de su autoría, en un mínimo gesto de reconocimiento hacia sí mismo y su grandeza. 



Que el Cristo del Ecoparque El Santísimo se parezca al cantante de Pimpinela no le quita ningún mérito a la obra, como tampoco el hecho de que el Tribunal Administrativo de Santander haya dictaminado que la figura en cuestión es la de Jesús en persona, y no la de un delantero argentino que celebra un gol, como argumentan los funcionarios de la Gobernación cada vez que les recuerdan que nuestro Estado es laico y que la obra viola la Constitución. Por eso, a hoy don Richard sigue arguyendo que aquel judío de túnica que ordenó tallar en su parque no es el dios de los cristianos, sino una forma genérica que encarna todas las religiones: no la representación del hijo Paráclito (que, como todos sabemos, incluyendo al progenitor de don Richard, es el dios de los paras), sino una suerte de ente vago, pero divino, como lo es el propio don Richard.

Le doy la razón. E imagino, aunque no me consta, que en el plano original estaba trazado el diseño de un Buda, pero una pequeña comisión allá, un pedacito a repartir acá, recortaron la silueta a la forma en que quedó: si no comienza la ley de garantías, terminan inaugurando un monumento a Gandhi.

Se pensaría que, si el propósito era adorar una divinidad, habrían podido fabricar una estatua gigantesca de Sofía Vergara, en cuyo par de miradores, de paso, cabrían más personas. Pero produce tranquilidad saber que el proyecto de El Santísimo está libre de manchas, porque, de haber detectado algo ilegal, el señor procurador ya habría salido en defensa de nuestro Estado pluralista. Ustedes lo han visto. El doctor Ordóñez es implacable. Y así como destituyó sin titubear a Alonso Salazar por una falta menor, y lo intentó hacer con Petro por otra lateral, si don Richard hubiere dilapidado 60.000 millones en la cimentación de un Cristo inmenso que atenta contra el espíritu secular de la Constitución, el procurador ya lo habría fulminado. 

Lo que sucede es que, a pesar de las gafas negras, don Richard es un visionario. Antes de su irrupción en el poder, las maravillas que el país podía mostrar al mundo no pasaban de ser dos o tres: la barba de Angelino, que resultó una réplica exacta de los jardines colgantes de Babilonia; el muro divisorio del Cauca que propuso Paloma Valencia, idéntico en su dimensión a la Muralla China; y la pirámide de David Murcia, más grande aun que la de Giza.

Faltaba, pues, este remedo del Cristo de Corcovado para que nadie pueda decir que Santander es menos que Río de Janeiro. Eso es innovación, eso es elegancia. El próximo proyecto consistirá en construir una variación de la torre Eiffel en Piedecuesta para derrotar a París en asuntos turísticos.

Algunos tendrán temor de que la obra inspire a otros políticos megalómanos para que hagan su propio Santísimo, y yo mismo visualizo el de la Bogotá Humana: lo elevarán en La Conejera; los chavistas ingresarán gratis; los operarios renunciarían cada 15 minutos. Y habrá un Petro sideral, hecho en estuco, de cuyo chichón bajará un funicular hacia una Petrópolis a escala en la que hay calles rotas, renders de metro y cheques simbólicos, entre otros legados de su gobierno.

Por lo pronto, existe este, el original: el parque que cuenta con el primer Cristo con blower de la historia; los 60.000 millones de pesos mejor invertidos en los anales de Colombia: este Cristo que encarna lo más piadoso de la familia Aguilar, y que lo único que tiene de torcido es el brazo derecho. Como el cantante de Pimpinela.




martes, 23 de junio de 2015

Bogotá desde un piso 48

Desde el piso 48 del que durante casi cuatro décadas fuera el edificio más alto de Colombia, esta es la vista de la hermosa capital colombiana.
 Da culillo encaramarse tan alto, pero hay una reja de seguridad suficientemente sólida, así como vigilancia permanente en los cuatro costados.



Me refiero a la Torre Colpatria, a la que pude acceder pagando 5.000 pesos (dos dólares) y permanecer allí durante largo rato observando desde 192 metros de altura los cuatro puntos cardinales de Bogotá Distrito Capital.




Uno de los primeros ángulos que llaman la atención es el de las Torres del Parque (diseñadas por el arquitecto francés Rogelio Salmona) y la Plaza La Santamaría, pasos arriba de la Carrera Séptima, y al fondo el barrio La Perseverancia y los cerros tutelares que le dan ese aire característico a Bogotá.




Girando en el sentido contrario a las manecillas del reloj, aparece la Carrera Séptima con edificios caracteristicos como las Residencias Tequendama y el antiguo hotel Bogotá Hilton. La mirada se pierde en el norte de la ciudad.






También están los edificios de los bancos Colpatria y Occidente, visibles prácticamente desde cualquier lugar de la capital.




En primer plano el hotel Tequendama, uno de los más tradicionales.



Aquí la Calle 26, que en sentido Oriente-Occidente conduce hasta el aeropuerto Eldorado, pasando por la Universidad Nacional y el Centro Administrativo Nacional donde se encuentran localizados varios Ministerios y oficinas estatales. También están la Gobernación de Cundinamarca y el Centro Comercial La Gran Estación, entre otros muchos puntos de referencia.






Igualmente conocida como Avenida Eldorado, este es uno de los principales ejes viales por el que transita el sistema de transporte masivo conocido como Transmilenio.





Aquí el Centro Nariño y Corferias en primer plano. Más abajo la Embajada de Estados Unidos de América, la Fiscalía General de la Nación y los barrios El Salitre y Quinta Paredes.



Esta es la vista desde la Carrera Séptima con Calle 26 hacia el Occidente capitalino. Se divisa al fondo el moderno aeropuerto Eldorado.



En el Occidente sobresale el sector de Paloquemao ('Palo Quemado' para los reporteros filipichines) con el área de juzgados, plaza de mercado y un enorme centro comercial.



Esta es la Carrera Décima hacia el Sur de la Sabana de Bogotá.









Y si se gira más hacia la izquierda, lo próximo en observar es el centro de la capital colombiana. En primer plano la Carrera Séptima al servicio de los peatones (y no de los carros) y al fondo el Edificio Avianca, cerca al cual están ubicados el Museo del Oro, del Banco de la República, y la Avenida Jiménez. Un par de cuadras al sur están la Plaza de Bolívar, la Catedral, el Palacio de Justicia, la Alcaldía Mayor, la Casa de Nariño (sede Presidencial) y el Congreso, por el que ha pasado gente valiosa pero también muchos granujas condenados por sus alianzas con los grupos paramilitares y narcotraficantes.





En la Calle 19 con Carrera Quinta del centro de Bogotá irrumpe la construcción del Edificio BD Bacatá, que cuando lo terminen tendrá dos torres: una de 67 pisos y 240 metros de altura, y otra de 56 pisos y una altura de 216 metros, convirtiéndose en el más alto de Colombia. Dispondrá de hotel, centro comercial, oficinas y vivienda.






lunes, 22 de junio de 2015

Orquídeas de Colombia


En Colombia hay 4.270 especies de orquídeas, de las cuales 1.572 son endémicas, o sea que solamente se producen en este país.


De esta forma, Colombia es el país con mayor diversidad en el mundo en materia de orquídeas.


Les comparto estas fotografías que hice en el Encuentro y Exposición de Orquídeas 2015, que se celebró del 5 al 8 de junio en el Jardín Botánico 'José Celestino Mutis' de la ciudad de Bogotá.


Este Jardín Botánico es uno de los lugares que no se puede perder quien visite la capital de la República.


Está localizado a un par de cuadras abajo (hacia el occidente) de la Avenida Carrera 68 con calle 63. Está bajo el cuidado de la Alcaldía Mayor de Bogotá.


Si quiere reproducir estas fotografías, simplemente debe darme el crédito. El propósito es compartir esta maravilla que nos ha regalado la naturaleza.


El punto de referencia es el Parque Salitre Mágico y las instalaciones del Comité Olímpicio Colombiano. De ahí se baja por la calle 63 y listo. 


También puede recomendar este blog para que sus amigos se animen a explorar este otro atractivo que tiene Colombia.


Recuerde que cada especie es de un clima diferente, así que pregunte primero si la planta se adapta al lugar donde usted quiere llevarla.


También indague sobre el cuidado de cada especie y no se entusiasme con que cada mes le estará floreciendo, porque hay especies que tardan años en mostrar su colorido.


Pero lo mejor es que luzcan en los árboles de su propio hábitat, en muchos casos amenazados por esa especie depredadora llamada ser humano, que en aras del llamado desarrollo o para calmar su apetito voraz con proyectos mineros es capaz de echar a perder páramos y bosques.