Entrevista a la
candidata presidencial del Polo Democrático Alternativo, quien defiende la
búsqueda de una salida negociada al conflicto y propone un giro en la relación
Estado-mercado.
Podría estar en
un club jugando buraco -como hacen las esposas de tantos multimillonarios en
Colombia-, o calentando un cargo burocrático en la embajada de Colombia en México,
pero hoy está en Bucaramanga analizando con un grupo de médicos la reforma a la
salud, mañana se reunirá con dirigentes campesinos en Chocó, pasado
con sindicalistas en el Valle del Cauca…
Esa mujer es
Clara Eugenia López Obregón (62 años), la exauditora general de la República, exalcaldesa
de Bogotá (tarea que concluyó con el 78% de aprobación) y candidata
presidencial por el Polo Democrático Alternativo, a quien ser nieta del
presidente Alfonso López Pumarejo, sobrina del presidente Alfonso López Michelsen
y prima de Felipe López (dueño de la revista Semana) no le sirvió de nada en un céntrico club de la capital
santandereana donde por no ser socia un mesero se negó a venderle una gaseosa
dietética. Sin embargo no perdió la compostura ni con ese gesto tan
santandereano, ni con las preguntas de esta entrevista exclusiva con 15,
entre las que por supuesto una tiene que ver con sus examigos anapistas, los
hermanos Samuel y Néstor Iván Moreno Rojas, nietos del dictador Gustavo Rojas
Pinilla y hoy tras las rejas por el escándalo del 'Carrusel de la contratación'..
Estructurada y
pausada, esta economista de la Universidad de Harvard (Estados Unidos), abogada
de la Universidad de los Andes y candidata a doctora en Derecho Financiero y
Tributario de la Universidad de Salamanca (España), figuró en la más reciente
encuesta del Centro Nacional de Consultoría con el siete por ciento de
preferencias de cara a las elecciones de 2014, por debajo de Juan Manuel Santos
(34%), Enrique Peñalosa y Óscar Iván Zuluaga (con el 14%), y Antonio Navarro
Wolff (9%).
Casada con el
exconcejal por Bogotá, Carlos Romero, como alcaldesa tuvo los pantalones para
prohibir la venta de alcohol en los alrededores de las universidades e instaló
una cámara en la puerta de su despacho para que cualquier ciudadano revisara
por Internet que allí no seguían entrando los cerebros y mecánicos del
‘Carrusel de la Contratación”.
Ahora se baja de
un avión y se sube a otro, se trepa a una camioneta o asiste a una
manifestación en el teatro Corfescu, donde predominan los jóvenes que la aúpan
casi tanto como al senador Jorge E. Robledo, su compañero de giras.
Después de la delicada operación que le hicieron en el cerebro para extirparle un tumor y tras su recuperacióne exitosa, ¿usted
sigue con la chifladura de convertirse en la primera presidenta de Colombia?
Definitivamente
es chifladura, pero yo percibo que las mujeres en este país se están
despertando, que la gente de trabajo se está quitando el velo de los ojos y que
todos a una estamos pensando que podemos tener un país mejor, y que
definitivamente eso no vendrá de la mano de los mismos que han gobernado a
Colombia desde que tenemos memoria. Tenemos que buscar un camino distinto, un
camino participativo y desde luego un camino que respete por encima de las
cosas, a la gente. Creo que por eso encuentro tanto entusiasmo y tanto espíritu
de colaboración entre las mujeres. Tenemos esas almas gemelas y sabemos que con
firmeza podemos poner la casa en orden y con cariño, con cuidado y con lo que
sabemos hacer mucho las mujeres, que es escuchar, llegar a esos consensos que
se necesitan para gobernar un país tan complejo como Colombia.
¿Clara López tiene ese dilema de ser leal a una
burguesía de la que procede o, por el contrario, darse la pela por tanta gente
que está jodida y sin esperanzas?
A veces me
pregunto lo mismo: ¿por qué salí diferente? Y la realidad es que tuve una
educación privilegiada en mi hogar. Mis padres fueron personas que nos
sembraron la inquietud de la injusticia social. Mi madre fue ecologista antes
de que existieran los ecologistas, y feminista antes de que existiera el
movimiento de las mujeres. A mí me enseñaron a ser independiente, y cuando ya
en mi edad adulta ejercí esa independencia casándome con un hombre de un barrio
pobre de la ciudad de Santa Marta, un hombre de izquierda cabal, sí me miraron
mal, pero quiero decirle Pastor que me respetaron mis decisiones. Yo tomé mis
decisiones desde muy joven cuando en las luchas estudiantiles defendía los
derechos de los trabajadores, cuando desde mi trabajo político terminé siendo
candidata de la Unión Patriótica a la Alcaldía de Bogotá en la primera elección
popular en 1998, cuando estar asociado a la UP era ponerse una lápida en el
cuello. Entonces sí, yo tengo una lealtad superior a la lealtad con las casas
de mis mayores, que es la lealtad por mi patria y de mi patria hacen parte
todos. Sí soy de las personas que creen que un gobernante no puede gobernar ni
para una clase ni para un sector, sino para todos los colombianos. Ese fue mi
acierto en la Alcaldía de Bogotá.
¿Alcanzó a temer que este país se lo fueran a rifar
entre dos primos Santos (Juan Manuel y Francisco)?
Yo estaba casi
segura, pero la verdad es que se lo van a rifar entre dos proyectos que son la
misma cosa. La falsa polarización que se está estructurando entre el uribismo y
el santismo, es para que puedan seguir gobernando como siempre, pero el país no
quiere que sigan gobernando como antes. Desde luego que tienen la diferencia de
la conducción del proceso de paz de La Habana (Cuba), pero cualquier ser
racional sabe que todo dirigente tiene una obligación suprema con su país y es
la de conseguir la paz. Así es que si el presidente Juan Manuel Santos no firma
la paz, pues tengan la seguridad de que yo sí la voy a poder firmar. Una paz
digna, una paz seria, una paz que nos permita a todos los colombianos
consensuadamente sacar adelante las reformas estructurales que le den justicia
social a este país. La violencia si ha servido para algo es para profundizar
las diferencias y para concentrar el ingreso y el capital. El solo despojo de
seis millones de hectáreas y cinco millones de desplazados de los campos, le
muestra a cualquiera la verdadera finalidad de esa violencia, que fue la misma
de la violencia anterior, interpartidista entre liberales y conservadores, a
tal punto que Alberto Lleras Camargo cuando fue el primer presidente
(1958-1962) de la República del Frente Nacional, tuvo que promover una reforma
del Código Civil para dejar sin validez los títulos de intercambio de tierras
firmados durante ‘La Violencia’ bajo el poder de las armas.
¿Qué le ofrece usted a un país que ya sueña con el
postconflicto pero que a la vez presencia cómo crece la brecha entre ricos y
pobres?
Uno ofrece no lo
que piensa una persona, sino el proceso de construcción colectiva de un
programa que estamos realizando en cumbres temáticas en todo el país. Me he
reunido con los mineros, con las mujeres, me vuelvo a reunir con ellas el 25 de
noviembre en el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer, me
reuniré con estudiantes y profesores, luego con trabajadores de la salud… Lo
que puedo garantizar es que el programa que estamos confeccionando es un
programa de cambio, pero un cambio consensuado con la sociedad, un cambio que
le de un viraje a Colombia hacia la convivencia, hacia la reconciliación y
hacia la justicia, para que el país sea más nuestro, sea más de todos nosotros.
Lo que ha pasado en Colombia durante los últimos años es que el país parece
haber sido entregado a los intereses limitados de solo un sector de la
sociedad, y nosotros sabemos que la gran empresa tiene mucho que contribuir,
pero también tienen mucho que contribuir los demás colombianos, y esa va ser la
esencia del cambio, que el país que es suficientemente grande para todos tenga
el apoyo del Estado de manera afirmativa para los que necesitan ese apoyo.
He venido
sosteniendo de que no funcionó la tesis de que el mercado lo decidía todo;
tampoco funcionó antes la tesis de que el Estado se metía en todo. Hay que
buscar un equilibrio entre Estado y mercado para garantizar por ejemplo, de
manera muy seria, la protección del medio ambiente. En Colombia tenemos ya en
peligro los ecosistemas vitales para la producción del agua del futuro. La
naturaleza no es infinita y frente al crecimiento infinito del capital tenemos
que encontrar un término, y el término es proteger de manera decidida los
humedales, los páramos, los ecosistemas frágiles. Diciendo ‘minería sí, pero no
así’, no como la están pretendiendo hacer.
¿La cuestionada administración del alcalde Gustavo
Petro Urrego le está cerrando las puertas a la izquierda en Colombia?
No, yo no iría
tan lejos. Creo que la gente ya empieza a distinguir entre las personas y las
ideas. Desde luego no le hace bien porque a él lo eligió un sector de los
bogotanos y está gobernando solamente para ese sector, mientras que el gobierno
consiste en ser elegido por un sector de la población pero para gobernar en
función de los intereses de todos. Yo le critico a Gustavo Petro, por ejemplo,
el haber cerrado 276 comedores comunitarios que eran empresas surgidas de la
comunidad, la mayor parte de ellas compuestas por mujeres. Encontraron una
manera más barata, entregándoles una bolsa de mercado a los adultos mayores, yo
no sé si a los niños o a sus madres, pero es que el comedor era un centro
social, era una comida caliente, balanceada y era una empresa que le daba
sustento a varias familias. Entonces me parece que sinceramente el gobierno de
Petro se ha quedado en las consignas ideológicas y no ha penetrado en el cambio
diario de la vida de las personas, que es lo que aspira a ser todo gobierno que
se dice democrático. Me duele mucho porque de todas maneras hay muchas cosas
positivas en el programa de Gustavo Petro, unas que se han logrado avanzar,
otras que no, por su mismo estilo de gobierno, porque no ha logrado todavía
conformar un gabinete estable.
En lo que no
puedo estar de acuerdo tampoco es en que los que no lo eligieron sean los que
estén promoviendo la revocatoria de su mandato o que el señor procurador
(Alejandro Ordóñez Maldonado) lo vaya a destituir, no porque Gustavo Petro esté
por encima de la Ley, y no puede estarlo ningún ciudadano, sino porque pienso
que esa es una facultad que en mala hora se le entregó a una autoridad
administrativa. Quitarle el mandato popular a cualquier persona elegida debería
tener un procedimiento mucho más riguroso y desde luego no pertenecer a una
autoridad administrativa sino por lo menos a una de carácter colegiado y
judicial como el Consejo de Estado con la pérdida de investidura. Lo que pasa
es que ya van 800 alcaldes sancionados y el único que ha criticado es Gustavo
Petro el proceso en el que él se ha visto inmerso entonces eso le quita cierta
autoridad moral a su petición de algo que consideramos justo, que es que el
procurador no debería ser quien para quitarle la investidura a una persona que
ha sido elegida popularmente.
Si estuviera perdida en el desierto y su
sobrevivencia dependiera de alguien que pasa en un camello y se llama Álvaro
Uribe o de otro que cruza con un camello y se llama Alejandro Ordóñez, ¿se le
subiría a alguno de ellos o prefiere dejarse morir de inanición?
La muerte nunca
es la opción para un ser humano. No pienso que Uribe ni Ordóñez sean el diablo,
sino que uno tiene que acudir a la humanidad de cada cual y desde luego creo
que la gente puede redimirse y cambiar. Lo que pasa es que en este país es muy
difícil porque la deliberación pública es muy poco crítica, la crítica es muy
poco constructiva y el espíritu democrático no ha penetrado en esas alturas del
poder. No, yo no me dejaría morir.
¿Qué haría en el hipotético caso de que el
exagente de la Central de Inteligencia Americana (CIA), Edward Snowden,
filtrara una conversación de cinco segundos nada más en la que Clara López le
dijera a Iván Moreno Rojas: “Honorable senador”?
No sé si
alguna vez le dije eso o no a Iván Moreno o a tantos senadores, el 35 por
ciento que resultó fatídica la cifra que dieron a conocer Salvatore Mancuso y
Carlos Castaño como los que ellos eligieron al Congreso de la República por
parte del paramilitarismo. Yo le diría a Snowden, amplíe la cita, porque lo que
nunca ha salido de mi boca es ningún anuncio comprometedor con absolutamente
nadie.
¿El Polo mantiene sus reservas con respecto al
proceso de La Habana? ¿Si usted es elegida presidenta el 7 de agosto manda a
bombardear a las Farc o, por el contrario, insiste en que hay que buscar una
salidad negociada al conflicto armado interno?
El Polo no tiene
reservas con los diálogos en Cuba. Es más, la salida negociada al conflicto
armado figura en nuestro programa desde la fundación del Partido, así es que
nosotros somos amigos y apoyamos la negociación de paz de La Habana, y en caso
de que llegue a ser Presidente de la República honrraré todos los compromisos
que haya asumido el presidente Juan Manuel Santos en esos diálogos, y si no han
terminado tengan la seguridad de que yo sí los puedo llevar a feliz término
dentro de las condiciones de una sociedad diversa, donde hay distintas
opiniones, pero donde el grueso del pueblo colombiano está reclamando la paz.
Usted fue una de las primeras personas que salió a
denunciar los llamados ‘falsos positivos’ (ejecuciones extrajudiciales en las
que estaban involucrados miembros de las Fuerzas Militares de Colombia) y
algunos la tildaron de exagerada. ¿La historia terminó dándole la razón?
Tristemente,
pero la historia ya venía en curso cuando yo hice la denuncia. A mí me
criticaron mucho porque fue una conclusión que saqué de 17 casos de jóvenes
desaparecidos de Soacha (Cundinamarca) y Bogotá que estábamos tratando de
identificar y buscar. Eran muchos más los perdidos, pero cuando tuvimos noticia
de que en Ocaña (Norte de Santander) había aparecido un joven que necesitaba
ser traído a Bogotá, mandé a un funcionario de nuestro programa de víctimas, y
la información que él envió concatenada con las fechas que aparecían en la
Defensoría del Pueblo, pude concluir que se trataba de esa aberración que creo
que la gente no pensaba que pudiera haber algo peor de lo ya sucedido. A mí me
preguntó Dario Arizmendi por Caracol que si yo pensaba como el personero de
Soacha que eso era reclutamiento ilegal, y le dije que eso era algo mucho más
grave. Una degradación peor, si la cabe en el conflicto armado interno
colombiano. Esto es desaparación forzada con fines de homocidio. Por ejemplo un
muchacho Johan aparecía en la Defensoría del Pueblo reportado por su madre como
desaparecido en una fecha 19 e ingresado a Medicina Legal como ‘N.N.’ en Ocaña
el día 20. Hay trece horas entre Bogotá y Ocaña. Eso fue que lo bajaron del bus
y de una vez lo fueron fusilando. Otros dos muchachos tenían tres días de
diferencia y el que más tenía era quince días. Usted entiende que reclutamiento
forzado no puede ser sin entrenamiento previo que lo disfracen y lo manden al
campo de batalla. Además, muchos de los jóvenes se veía claramente por los
antecedentes familiares que eran gente de bien. Uno incluso tenía empleo, otro
era discapacitado mental. Así es que este es un caso de los que más me ha
conmocionado en la vida, porque hasta allá ha llegado la mercantilización en
esta sociedad: pagar por matar gente.
¿La guerrilla de las Farc, como en las dos
anteriores elecciones, terminará decidiendo quién es el próximo presidente?
Pienso que no.
Aquí quien decide quién es el próximo Presidente de la República tampoco es el
pueblo. Desafortunadamente en Colombia hemos caído en una formalidad de la
democracia. El dinero influye mucho en la manera como se reportan las noticias,
la plata en las campañas políticas es un tema cuestionable y exagerado, y desde
luego la falta de pulcritud en la organización electoral. No fue posible que se
implementara el voto electrónico a pesar de que la Ley lo ordena desde hace más
de siete años. Todo eso nos indica que hay andamiajes estructurados para
impedir el cambio en el país, pero vamos a apelar a los ciudadanos porque ellos
son los que tienen el poder y el voto. Esperemos que sea la ciudadanía la que
finalmente se quite el velo de los ojos y vote bien, para que la gobiernen
bien.
¿A usted le angustia el Páramo de Santurbán -en un
país en el que el 70% del agua proviene de esos ecosistemas- o lo que
le interesa es traer inversión al costo que sea y tomarse la foto con los
‘místeres’ de las multinacionales?
Me duele mucho
el Páramo de Santurbán y me duele el Páramo de Sumapaz y la cadena de páramos
alrededor de Bogotá. Siendo alcaldesa tuve la fortuna de poder concretar un
estudio para la protección de todos los páramos de los cuales vive la capital
de la República para su agua y de los cuales viven los pocos campesinos que
todavía quedan en el territorio del Distrito para sus cosechas. No dudé en
proteger esos páramos. La tesis es que las ‘locomotoras’ tienen una desgracia:
están en un riel y no tienen cómo frenar para evitar espichar a un niño. No
creo que la economía colombiana esté para la ‘locomotora’ minera, porque está
generando demasiadas víctimas. Sí creo que necesitamos la minería, que es un
enorme recurso que tiene como propietario a todo el pueblo colombiano y que se
tiene que distribuir equitativamente para generar bienestar, para sembrarlo en
justicia social. Así que repito la frase que ya se ha vuelto un dicho en el
movimiento democrático en Colombia: “Minería sí, pero no así”. Tienen que pagar
impuestos, tienen que respetar el medio ambiente, tienen que respetar las
cláusulas laborales de los pliegos que firman con los sindicatos, en fin,
tienen que respetar las reglas que han hecho del mundo una civilización que
hasta hace poco estaba avanzando, hasta que se empezó a echar por tierra el
Estado de Bienestar en Europa, ese que no hemos podido todavía construir en
estas tierras.
¿Usted es tan ‘macha’ que fue capaz de darles la
patada a los Moreno Rojas?
Soy una persona
de una firmeza de convicciones profundas y una persona que no me tiembla la
mano para hacer lo correcto. No he dicho que le haya dado la patada ni a los
Moreno ni a los distintos sectores que en este país han hecho daño; la Justicia
es la que tiene que hacer esas cosas. Lo que sí fui capaz de demostrar es que
se puede gobernar y gobernar bien. Esa es la peor patada que le puede dar uno a
todos los que están incursos en inconsecuencia política y en corrupción.
Por último, ¿qué les responde a quienes para descalificarla
la tildan de ‘mamerta’?
Como no
pertenezco a la generación de los epítetos. Soy una mujer de izquierda sin
lugar a dudas; una mujer de profundas convicciones democráticas y quiero
decirle Pastor que el problema en Colombia es que es tan pobre la deliberación
pública que aquí se considera comunista a todo el que busca la justicia social
y, algo peor, se considera delincuente a todo el que expresa de manera
civilizada la inconformidad social y política en este país de desigualdades. A
ellos les tengo que contestar que en el mundo civilizado una persona como yo es
considerada una persona normal, porque eso es lo que dicta la ética, esa es la
palabra de Jesús en el Evangelio y es la palabra que va a sacar adelante a este
país, hacia salidas pacíficas de convivencia. Eso es lo único que puedo decir
en mi defensa.