Entrevista a una de los más destacados
intelectuales de Colombia, quien con igual facilidad se desenvuelve en el mundo de las letras o en
el de los 22 hombres que corren frenéticos tras un balón en esa cosa que llaman
fútbol.
“Soy un lector entusiasta que aspira a
compartir su pasión”, manifiesta Juan Esteban Constaín Croce y con estas
palabras da por cerrado el seminario impartido a una veintena de profesores de
la UNAB en Bucaramanga.
Durante dos días, este “joven, sabio e
irreverente” -como lo calificó Margarita Vidal en la revista Credencial de mayo-, en lugar de
adormecer a sus alumnos con estériles retahílas lingüísticas sobre semas, sememas
y lexemas, lo que hizo fue contagiarlos de su pasión y dedicación por la
lectura y la escritura citando para ello a autores como el español Arturo Pérez
Reverte -número uno en ventas con la saga del Capitán Alatriste- o al mismísimo
don Miguel de Cervantes Saavedra.
Incluso se atrevió, sin importarle que
alguno de los asistentes pudiera sonrojarse, a leer esa pieza magistral
publicada en la revista El Malpensante
bajo el título “Cursillo de orientación ideológica para García Márquez”, en la
que Fernando Vallejo le lanza puya tras puya al Nobel de Aracataca, burlándose
de su estilo literario y de su vida palaciega, y de paso relatando apartes de
sus batallas eróticas -las de Vallejo-, encima y debajo de un joven de ébano en
un hotel cinco estrellas de La Habana de Fidel y Raúl Castro.
Juan Esteban Constaín, nacido en la villa de Popayán
hace casi 34 años, es esa especie de enfant terrible, de espíritu chocarrero que ‘no respeta pinta’, que
de cada palabra conoce su etimología, uso y pronunciación, que se nota que ha
‘comido’ libro, que tiene la cita precisa de cada novela o ensayo, y que fuera
de eso se mueve como pez en el agua a la hora de hablar en latín, griego,
francés, italiano, alemán, inglés y español, entre otras lenguas que para él no
son más que un juguete divertido.
Autor de las novelas históricas “El
naufragio del Imperio” y “¡Calcio!”, así como del libro de cuentos “Los
mártires”, este docente caucano de la Universidad del Rosario será uno de los
invitados centrales de Ulibro de la UNAB del 26 al 31 de agosto próximo.
Sin dejar de agitar sus manos y sonreír,
este columnista del diario El Tiempo atendió
la entrevista, tratando de ignorar al menos por un momento el androide y
el computador de los que no ha podido alejarse, en una dependencia casi tan
evidente como la que tiene con la Coca-Cola, que lo acelera como si se tratara
de combustible para cohetes, y de la guitarra cuando de su alma se apoderan
Eric Clapton o los Rollings Stones.
Le
pregunté recientemente a Fernando Quiroz, editorialista de El Tiempo y autor de “Justos por pecadores”, cuál es el columnista
que más admira y sin pensarlo dos veces me dijo: “Constaín es sencillamente
brillante”, y ahora la revista Credencial le da portada. ¿Después de eso el
clímax?
¡No! Esa portada es fruto de la generosidad
de la directora, que es María Isabel Rueda, y de la entrevistadora Margarita
Vidal, que quisieron tener ese gesto de amabilidad conmigo y pues yo me sentí
muy honrado, pero más que el clímax es como el compromiso ahora sí de hacerle
justicia a lo que dicen allí porque yo por supuesto no lo creo, aunque me honre
mucho. Lo único que yo pedí fue salir con mi guitarra, para no salir con la
mano en mi mentón como pensador al que le cabe el país en la cabeza. Ya lo
demás pues es un delirio un poco, pero yo vivo agradecido de eso.
(Suena
el teléfono y le dice a don Leonardo que más tarde lo llama)
¿Con
su estilo ‘constainista’ que le permite ver con beneplácito los emoticones que
utilizan los muchachos de ahora para ahorrarse las palabras, usted viene siendo
un polo opuesto al Nobel de Literatura peruano Mario Vargas Llosa, cuando
critica la actual cultura del espectáculo y las tendencias modernistas?
No sería tan pretencioso y soberbio de
sentirme el polo opuesto de Vargas Llosa, que es un maestro y que es un
novelista al que admiro, pero a mí me parece que como pensador pues él es muy
limitado, y en el libro ese de ‘La civilización del espectáculo’, si no me
equivoco en el título, hay una postura nostálgica y conservadura frente a las posibilidades
que ofrecen la tecnología y las nuevas tecnologías digitales y de los
computadores, incluso para reivindicar la erudición y la alta cultura. Entonces
quejarse de Internet y maldecir pues de todo lo que está pasando es a veces
torpe y por lo general inútil porque las nuevas realidades son abrumadoras, no
podemos combatir en su contra, y lo más importante de todo, cada uno de esos
dispositivos tecnológicos no tiene un uso distinto del que le dé su usuario.
Entonces una persona que quiera ser muy ilustrada y muy culta, con Internet
tiene muchas más opciones que sin él. De manera que criticarlo con dureza en
nombre de la alta cultura es injusto, porque también Internet contribuye al
asentamiento de la alta cultura.
Tanta
‘carreta’ de su parte para estudiantes que poco o nada leen y menos o nada
escriben, ¿es como vender estuches para escalera en el desierto del Sahara?
Un poco sí, aunque uno siempre tiene la
esperanza de que esa prédica en el desierto deje por lo menos un buen fruto, y
cuando algún alumno mío después de los años me agradece porque gracias a una
clase mía leyó a (Louis-Ferdinand) Céline o a (Henry de) Montherlant, pues yo
me siento ya satisfecho con esa labor tan ingrata de echar ‘carreta’ sin que
nadie lo oiga, porque algo de eso queda. Entonces con que uno o dos alumnos en
diez años lean un buen libro o se acuerden de algo que uno dijo en clase, ya
puede darse por bien servido.
¿Un
Constaín intelectual que sin embargo es fanático del fútbol, es como un Jorge
Luis Borges visitando en casa de gobierno al criminal argentino Rafael Videla?
No, no, no, para nada. Primero yo
visitaría a un jugador de fútbol pero no a un dictador, pero yo estoy seguro de
que Borges tuvo ese gesto con el solo propósito de mortificar a los
progresistas y a la Academia Sueca, y para justificar lo que él sabía que ya
era un destino y es que no le iban a dar el Premio Nobel con el que albergó
esperanzas buena parte de su vida y luego se fue amargando y luego se fue
resignando, y ya cuando sabía que no se lo iban a dar pues tuvo ese gesto como
para demostrar que le importaba muy poco que le dieran o no el Nobel. Pero
Borges odiaba el fútbol y creo que eso tiene que ver con el hecho de que fuera
ciego; es decir, su odio por el fútbol seguramente se explica en que él no lo
podía ver y lo consideraba el opio del pueblo, pero a mí el fútbol me encanta y
me gusta mucho más que los libros y que la literatura y que el latín, entonces
es más bien un tributo a una pasión muy superior a la literatura.
Y
ahora que su equipo, el Boca Juniors está tan de colero, ¿a cuál piensa
pegársele?
No, yo soy hincha de Boca en las buenas
y en las malas, y pues es sin lugar a dudas el equipo más grande de América y del
mundo, y pues como todos los equipos grandes tiene malas rachas, porque además
nosotros privilegiamos siempre la Copa Libertadores sobre el campeonato,
entonces eso explica nuestro lugar en la tabla de posiciones del campeonato
argentino con la satisfacción eso sí de que Boca pues no va a la cuerda floja
como le pasó a River (Plate), que es un equipo -para quien no sepa- de la
segunda división del fútbol argentino recientemente ascendido. No, ¡yo siempre
voy con Boca!
El Boca que cuando pierde la final de la Copa Libertadores frente al Once Caldas
se le olvida que también hay medallas para los segundones y abandona soberbio
el terreno de juego…
¡Es que Boca nunca es segundo! (sonríe).
Con toda la razón se le olvida que hay medallas para los segundos, porque como
está acostumbrado a ser siempre primero, era una omisión muy explicable.
¿Pekermanista
o piensa que con ‘Bolillo’ Gómez a la selección Colombia le estaría yendo aún
mejor?
No, pekermanista. Incluso en su momento
cuando recién nombraron a (José Néstor) Pékerman, que me encantaba desde su
trabajo con las divisiones menores argentinas y luego con la selección de
mayores de Argentina yo les decía a unos amigos que era el mejor técnico de
América y que a Colombia le iba a ir muy bien con él porque es un tipo
serísimo, disciplinado, con una inteligencia táctica que pocos tienen. Entonces
soy pekermanista y creo que la selección es muy buena. Recuerdo que la novela
de “¡Calcio!” la presentó en Perú el técnico del Perú, (Sergio Apraham)
Markarián, y dijo en esa presentación que Colombia era el equipo más fuerte de
las eliminatorias, y en ese momento pareció como una especie de equivocación
porque estábamos todavía con Leonel Álvarez y Colombia le ganó a Bolivia y
después perdió con Argentina y también con Venezuela -si no estoy mal-, y
empezó la mala racha y entonces todo el mundo pensaba que no, pero yo soy
fanático de Pékerman.
En
Credencial afirman que usted ama al
dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado (hijo de Laureno Gómez). ¿También
ama al procurador Alejandro Ordóñez?
¡No!, al revés.
Además
aseguran que usted es católico.
Sí, eso sí, yo soy católico pero soy
católico a la manera de Nicolás Gómez Dávila que era como un pagano que cree en
Cristo, entonces odio el fanatismo en todas sus formas y mi admiración por
Álvaro Gómez tiene que ver con sus libros, con su pensamiento, pero no es una
adhesión de partido y no se extiende a sus admiradores ni a sus seguidores, y
en realidad no profeso pues ningún sentimiento en particular por nadie en la
Procuraduría.
¿Ni
a favor ni en contra?
Digamos que a mí me parece que para bien
o para mal, y yo creo que para bien, el Estado colombiano es un estado laico
desde la Constitución del 91 y creo que todos los funcionarios del Estado
colombiano tienen que asumir los valores
de la Constitución con todo lo que ello significa, entonces meterle a la
función pública el sesgo religioso me parece que está mal y que eso genera unos
conflictos que tienen mucho más que ver con el proselitismo que con el servicio
público, entonces aunque en realidad pues yo trato de no polemizar y la
política me aburre mucho pero son muy pocos, por no decir que ninguno, los
políticos colombianos que me simpatizan.
Fernando
Vallejo no habla maravillas de García Márquez y cuestiona por ejemplo la
sintaxis, la fórmula mágica del realismo mágico y la ‘prosa cocinera’ del Nobel,
pero en cambio usted sí lo defiende a capa y espada. ¿Quién está loco: Vallejo
o usted?
Bueno, probablemente ambos. Vallejo es
un maestro, es un gran prosista y un gran escritor, pero también se sabe que él
tiene un personaje público con el que fustiga sin contemplación a los blancos
que se le van atravesando y pues siempre ha criticado a García Márquez pero me
parece que con argumentos que tienen que ver con la gramática y la sintaxis y
la morfología, que en realidad no son suficientes como para desvirtuar la
maestría de García Márquez. Entonces pues cada quien tiene derecho a decir lo
que quiera de lo que quiera y de quien quiera, y Vallejo pues tiene mucha
autoridad para sus opiniones literarias. Pero lo otro es que Vallejo según me
han dicho quienes lo conocen -yo lo vi no más una vez en mi vida y me pareció
un ser humano dulce, amabilísimo-, Vallejo creo que no lee literatura desde
hace cincuenta años, que no ha leído nada y que opina muchas veces de oídas y
con un conocimiento fragmentario de los textos, pero ni las opiniones de
Vallejo desvirtúan la maestría de García Márquez y ni siquiera desvirtúan la
maestría de Vallejo. Es un gran escritor y para Colombia es una fortuna que los
dos sean colombianos aunque ambos en una coincidencia macabra del destino sean
también mexicanos y lleven allá más tiempo que lo que han vivido acá.
Cuando
con tanta versatilidad usted pasa del Siglo de Oro español a sir Arthur Conan
Doyle -creador del detective Sherlock Holmes- y James Joyce (“Ulises”),
devolviéndose con fluidez a William Shakespeare (“La fierecilla domada”), ¿se
siente la versión masculina de la señora Diana Uribe, que habla de todos los
temas en Caracol Radio?
Pues no porque creo que Diana Uribe es
mucho más culta, mucho más elocuente, y que ella sí tiene autoridad para hablar
de todos los temas; yo en cambio pues soy un especulador, pero presiento
cierta… como un aire de desprecio en su pregunta hacia Diana Uribe que me
parece injusto porque aunque yo no la oiga, creo que la labor social que ella
cumple es muy importante porque acerca a la gente a la historia, así no sea
rigurosa y así a los académicos y a los serios les parezca repugnante, a mí me
parece en cambio que una persona que sea capaz de maravillar a la gente de esa
forma con la historia y de llevarla a esos temas es digna de toda mi
admiración, entonces ya quisiera yo ser como la señora Diana que habla de esos
temas de esa manera.
Hace
un par de año el escritor mexicano Carlos Monsiváis visitó estas tierras y
dijo: “Venir a Bucaramanga y después morir” (Lo cual algunos se lo tomaron a
pecho). ¿Constaín qué diría después de esta experiencia?
Venir a Bucaramanga y después volver,
porque me encanta.
En
este boom de la literatura colombiana con tantas figuras, casi comparable con
la denominada ’nueva era’ vallenata, ¿descarta a alguien o piensa que todos los
jóvenes escritores son maravillosos?
Creo que Peter Manjarrés es muy bueno,
creo que Silvestre Dangond es muy bueno… Todo el que tenga el atrevimiento y la
valentía de hacer algo pues merece su lugar y lo bueno en el mercado de hoy es
que hay espacio para todo el mundo y uno como parte no puede juzgar quién vale
y quién no vale, porque igual de eso se va a encargar el tiempo que es un
cernidor implacable, entonces en sesenta años nadie va a acordarse de quiénes
eran los escritores jóvenes en la Colombia del 2012 o del 2013, y lo importante
es que cada uno pues haga una obra, son registros distintos. A mí me encanta
Ricardo Silva Romero, me gusta Antonio García, me encanta Enrique Serrano, Juan
Sebastián Cárdenas, hay muchos escritores en la provincia que son excepcionales
y que no figuran tanto… El boom vallenato y literario merece larga vida.
Les
decía usted a los profesores de la UNAB que “leer es lo más peligroso que hay
porque genera gente inquieta”. ¿Aún si le gente no lee más que El Tiempo?
Claro, el periódico El Tiempo en el que con gran orgullo trabajo yo, tiene una
particularidad y es que es como decía su viejo director Hernando Santos un
piano de cola que se puede caer en cualquier momento sobre el país y tiene una
responsabilidad histórica que la gente de afuera casi nunca entiende porque lo
consideran como un instrumento del poder y del gobierno, pero el El
Tiempo tiene escritores y periodistas de primera que hacen el esfuerzo como
de sacar un buen periódico. Todos los medios están sometidos a los intereses de
sus propietarios, pero aún si alguien lee El
Tiempo, aún si alguien lee con juicio las instrucciones de un electrodoméstico
puede llegar a albergar profundas dudas e inquietudes frente a las cosas,
entonces leer El Tiempo, las
instrucciones de un electrodoméstico o “La divina comedia”, sigue siendo un
acto subversivo y peligrosísimo.
¿Qué
libro no puede dejar de leer alguien que pase por este planeta?
Yo creo que toda la saga de Tintín (del
belga Georges Remi Hergé). Si uno
viene al mundo, leer a Tintín es una de las justificaciones de haber venido
acá. Ya con eso se puede ir tranquilo, lo demás es prescindible, pero Tintín
no. El “Ulises” de Joyce, “En busca del tiempo perdido”, “El hombre sin
atributos”, “La montaña mágica”, puede pasarlos por alto o verse las películas
o incluso las versiones gráficas, pero Tintín sí hay que leerlo.
¿Veremos
al irreverente Constaín que hoy le da ‘palo’ a la Academia de la Lengua,
presidiéndola de viejito jubilado?
No creo que caiga tan bajo la Academia
de la Lengua, ni siquiera la colombiana que ya ha caído muy bajo, pero pues de
pronto. O sea, si a mí me invitan a la Academia, yo que soy conservador y
católico, voy encantado y me siento en la silla que me corresponda y le profeso
veneración a esa institución. Entonces si me invitan pues claro que estaré allí
defendiendo a don Miguel Antonio Caro y a don Tomás Rueda Vargas.
Concluyamos
esta entrevista como lo hice con Fernando Quiroz: ¡Que Dios lo perdone!
¡A Fernando!
Filólogo, historiador, escritor, columnista, políglota, profesor universitario, guitarrista, consumidor obsesivo de Coca-Cola, comprador compulsivo de libros y flores, discípulo de Tintín, católico e hincha de Boca Juniors, son algunos de los rasgos de un 'patojo' llamado Juan Esteban Constaín Croce, considerador por quienes conocen de la materia como uno de los intelectuales más brillantes que hoy tiene Colombia.