(Esta nota la públiqué en la edición 469 de Vivir la UNAB en circulación desde el 14 de septiembre de 2018)
Aunque no vino en persona como aquella
tarde del 26 de enero de 2011 cuando fue desvelada su‘gorda’ (“Mujer de pie
desnuda" es su nombre oficial) en el parque San Pío de Bucaramanga (el mismo en
el que el hoy embajador de Colombia en la OEA, Alejandro Ordóñez, quemaba
libros), el espíritu del artista antioqueño Fernando Botero Angulo está latente a
pocas cuadras de allí, en La Casona de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB) de la calle 42 con carrera 34. Tan
solo que esta vez el visitante se encuentra en la puerta con un advertencia:
“Esta exposición tiene un contenido de violencia explícita y queda a discreción
de padres y tutores la entrada a menores de edad”.
Así que quien vaya buscando las
tentadoras mujeresde desproporcionados senos y caderas -características del
pintor y escultor antioqueño-, no las hallarán, pero en cambio se chocarán de
frente con una exposición que conmueve hasta al más indiferente o al más
ignorante de lo que ha pasado en este país en materia de barbarie.
“Fernando Botero reconoce que para un
artista que dedica su talento a temas amables ‘por convicción’, ha sido difícil
plasmar en sus óleos y dibujos la violencia en la que vive inmerso desde hace
décadas su país, nuestra Colombia. La ‘otra’ cara de Botero entró con esta
donación al Museo Nacional, convirtiéndose en un acontecimiento cultural que
pretende ser también un llamado a la reflexión”, afirmó el rector de la UNAB,
Alberto Montoya Puyana, en el acto inaugural llevado a cabo en la noche del
jueves 30 de agosto con la participación del director del Museo Nacional de
Colombia, Daniel Castro Benítez.
Maldita violencia que, para citar solo
unas cuantas cifras, en el periodo comprendido entre los años 1958 y 2012 dejó
218.094 víctimas, de las cuales 40.787 eran combatientes y 177.307 civiles,
según los estudios del Centro Nacional de Memoria Histórica, con 11.751 seres
humanos masacrados en 1982 acciones armadas entre 1985 y 2012, sin contar las
25.007 personas desaparecidas en el mismo periodo y los más de 10,4 millones de
compatriotas desplazados forzosamente por culpa del conflicto armado interno
que al día de hoy algunos insisten en negar.
“Para su tratamiento artístico, Botero
recurre a la historia de la pintura. Previsiblemente la inspiración le vino de
la obra de dos antiguos maestros: los españoles Francisco de Goya y Pablo
Picasso, quienes en su momento se encontraron ante circunstancias parecidas, y
con sus obras ‘Los fusilamientos del 3 de mayo’ (1808) y la serie de grabados
‘Los desastres de la guerra’ y ‘Guernica’ (1937) inmortalizaron la crueldad de
la guerra como arquetipo de todas las guerras. Sin renunciar nunca a su
particular estilo de representación de las formas haciendo énfasis en el
volumen, Botero (nacido en 1932 en Medellín) se nutre de algunos de los
elementos pictóricos y compositivos empleados por estos maestros, especialmente
en el manejo del color y de la luz”, acotó el rector Montoya Puyana.
El mismo Botero Angulo ha dicho que
aunque la mayor parte de su vida la ha pasado en el exterior, la violencia
comenzó a rondar su cabeza hasta que un día sintió que tenía que pintar y
“hacer una declaración del horror que sentía ante ese panorama del país”,
reconociendo que por un momento se vio obligado a abandonar el placer de
expresar la ironía en sus figuras coloristas y voluptuosas para poner su pincel
al servicio de la denuncia social, y como cualquier colombiano conmovido por la
guerra, Botero ha insistido en que su obra “debe simbolizar la búsqueda de la
paz en medio del pavoroso remolino de la violencia”.
Uno de los cuadros más desgarradores de
la exposición es el titulado “Motosierra”, como el aparato que utilizaban los
paramilitares para desmembrar a sus víctimas, dificultando su reconocimiento y
enviando un mensaje atroz a quienes se cruzaran en su camino. “Giotto di
Bondone (1267-1337) presta el modelo iconográfico que parece seguir Botero con
importantes diferencias. En el fresco de Giotto sobre este tema, ‘La masacre de
los inocentes (1302), en la capilla Scrovegni en Padua (Italia), se presenta a
Herodes asomado desde uno de los balcones que sirven de marco para que se
desarrolle la horrible matanza. En cambio, en la obra de Botero la escena de la
matanza ocurre frente a una iglesia rural pintada de rosado que permanece
cerrada y mustia frente al pavor que siente la madre ante el verdugo de sus
hijos. Más allá se extiende el marco general de una población campesina afable
y de una naturaleza tranquila. En contraste, el victimario ejecuta su acción
con brutalidad pero sin expresión visible de emoción. Toma a la mujer del pelo
y ésta, mientras trata de interponerse en el asesinato de uno de sus hijos con
el brazo derecho, sostiene con el izquierdo el cadáver pálido de otro pequeño.
El acto violento cometido a la luz del día, en la plaza principal (extrañamente
vacía de testigos) y frente a la iglesia, parece a ludir a una forma de
violencia aceptada (aunque no ordenada) por la propia comunidad ante quien se
realiza”, explica Mario Alejandro Molano Vega en “La Violencia en Colombia
según Fernando Botero”.
Para hacer realidad este hecho que no
puede pasar desapercibido en una tierra santandereana y en una ciudad capital
sitiadas por la indiferencia, con brochazos burdos de vallenato y reguetón,
Gloria Clotilde Oviedo Chávez, directora de la sala de arte de La Casona UNAB, contó
con el apoyo invaluable de Laura Castelblanco Matiz, comisaria de la
exposición; Angélica María Díaz Vásquez, asistente de museografía de la UNAB; y
Elena Arenas, coordinadora cultural del Centro Colombo Americano, porque la
exposición de 64 obras es compartida con esa institución ubicada a un costado
del Parque Bolívar, correspondiéndole a la UNAB 32 cuadros de la llamada
“Donación Botero 2004-2005 Museo Nacional de Colombia”. Siendo el Ministerio de
Cultura, el director del Museo Nacional y la Asociación de Amigos del Museo
Nacional los grandes artífices de que Bucaramanga pueda tener esta exposición
abierta hasta el próximo 7 de octubre.
Según Oviedo Chávez, su montaje tuvo un
costo para la UNAB de cerca de 70 millones de pesos invertidos en cumplir a
cabalidad con las condiciones de tener un circuito cerrado de televisión, aire
acondicionado con mediciones de humedad y temperatura, iluminación, sistema antiincendios y vigilancia, porque los
visitantes se toparán con celadores armados y apostados las 24 horas del día en
La Casona UNAB, dedicados expresamente a cuidar la muestra y evitar la sorpresa
de quien quiera llevarse de souvenir
un cuadro de Botero. Esta colección en particular tiene un valor que excede con
creces el de los bodegones que hay en las salas de todos los hogares
bumangueses sumados, pero a manera de referencia hay que decir la póliza supera
los 800 millones de pesos. Los cuadros, entre los que predominan los óleos y
los carbones sobre tela, fueron traídos a esta ciudad en un camión
acondicionado con guacales refrigerados y el aislamiento para que no vibren,
más un carro de escolta. Y así regresarán a Bogotá.
Así que aún están a tiempo para que
visiten esta exposición de Botero. La Casona UNAB les espera y la entrada es
gratuita. Vendrán nuevas exposiciones con el apoyo decidido del director del
Museo Nacional, tal como lo anunció esa noche al rememorar sus comienzos en el
trabajo museográfico precisamente en Bucaramanga.
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